Cinco mil años de palabras
La semana pasada don Carlos Prieto recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Un galardón muy merecido: en los últimos treinta años, este mexicano universal ha emprendido decenas de giras, presentándose en los más importantes teatros del mundo. Su dominio del violonchelo lo ha llevado a tocar en Europa, Estados Unidos, Rusia y las antiguas repúblicas soviéticas, Canadá, China, India y América Latina. Ha estrenado más de ochenta y cinco obras y ha grabado una veintena de discos.
Pero las inquietudes del maestro no se limitan al arte de las corcheas: Prieto ha escrito seis libros, entre ellos Las aventuras de un violonchelo (Fondo de Cultura Económica, 1998), De la URSS a Rusia (FCE, 1993) y Alrededor del mundo con el violonchelo (AEM, 1988). Hoy me ocuparé del más reciente, titulado Cinco mil años de palabras. En este libro, que va en su segunda edición, Prieto aborda el surgimiento, vida, muerte y resurrección de las lenguas. Con doscientos sesenta y ocho páginas, el libro está pensado para el lector común. El autor aclara que nunca fue su idea hacer una enciclopedia acerca de las lenguas: “No es un ladrillo. Este, si acaso, es un ladrillito. Está hecho para dar a conocer muchos aspectos apasionantes y divertidos que tienen que ver con las lenguas”.
Tras un prólogo de Carlos Fuentes, el texto comienza con un análisis de cómo surgió, hace alrededor de cien mil años, el Homo Sapiens Sapiens. Después aborda la historia de las lenguas y la dificultad para seguir sus huellas en el pasado: “Cuando se retrocede en el tiempo investigando el origen de las lenguas, se llega a un límite, que son los tres mil años antes de Cristo. Es en esa etapa cuando surgen las escrituras, cuando los sumerios y los egipcios inventan, respectivamente, los signos cuneiformes y los jeroglíficos. Más atrás en el tiempo, los datos se vuelven más escasos y oscuros”.
Calcula el autor que hoy se hablan en la Tierra entre seis mil y siete mil lenguas. (La diferencia se debe a la dificultad que entraña definir las fronteras entre una y otra). A pesar de su abundancia, éstas se hallan divididas en diecisiete familias lingüísticas, es decir, en grupos de lenguas que comparten orígenes comunes. La principal familia es la indoeuropea. De ésta provienen, entre otras, las lenguas latinas, las germánicas, las eslavas y el griego.
Cinco mil años de palabras dedica especial atención al español y a la forma en cómo éste ha cambiado al través de la historia. Así, lo que comenzó como un dialecto en una pequeña zona del noreste de la península ibérica es hoy una lengua internacional, la tercera en el mundo de acuerdo al número de hablantes que la tienen como lengua materna: “El español posee una gran estabilidad –declara Prieto–. Quienes habitamos el territorio hispanohablante nos entendemos fácilmente unos a otros. Son menos las diferencias entre los distintos tipos de español que las que existen, por ejemplo, entre la lengua de Portugal y la de Brasil. Sin embargo, no son idénticos el español que se habla en Buenos Aires que el que se habla en México o en diferentes puntos de España”.
Como ejemplo, el libro incluye un breve texto en lunfardo, habla originaria de los bajos fondos de Buenos Aires: “Fui bacán de la grela que me amuró una tarde, pasándose al cotorro de un farabute”. La frase quiere decir: “fui amante manirroto de la mujer que me abandonó una tarde, pasándose a la vivienda de un hombre ruin”.
Acerca de la muerte y la resurrección de las lenguas, Prieto se confiesa particularmente interesado en el caso del hebreo: “la discusión, cuando se crea el estado de Israel, era cuál sería el idioma del nuevo país. El hebreo ganó la competencia. Sin embargo, en ese momento el hebreo sólo se hablaba en sinagogas. Para volver a generalizarlo debió ser adaptado, renovado”. Lamenta que no corriera la misma suerte el dálmata, lengua hoy extinta que se habló en la antigua Dalmacia –región de la costa adriática de Croacia– hasta fines del siglo XIX, cuando murió Tuone Udaina, el último hombre que sabía hablarla.
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