Selección lagunera (parte II)
La semana pasada comencé una breve lista de libros laguneros con calidad de exportación. El pretexto fue el Encuentro de Escritores Coahuilenses organizado por el Patronato del Teatro Isauro Martínez y el Instituto Coahuilense de Cultura (Icocult), actividad que termina hoy en las instalaciones del TIM, en la esquina de Matamoros y Galeana. Antes de seguir con la selección, hago notar que resulta muy meritorio que aquí se produzca literatura de primera porque no hay Facultad de Filosofía y Letras. Si esa carencia no ha pesado más es gracias al esfuerzo de maestros como Fernando Martínez Sánchez y Saúl Rosales, que han defendido de las tijeras burocráticas los talleres y programas de publicación. Ahora sí, vuelvo a la selección. Como todas las listas, ésta es incompleta: por fortuna son muchos los autores torreonenses capaces de tirar jabs entre los pesos pesados. Aquí van otros tres:
Otras caras del paraíso, excelente novela policial de Francisco Amparán publicada por Ediciones Castillo en 1994, convulso año en que estalló el zapatismo y murió asesinado Colosio. Con la prosa ágil que lo caracteriza, el autor construye una inteligente novela donde el profesor universitario Paco Reyes Ibáñez debe resolver la desaparición de una hermosa muchacha recién llegada a tierras coahuilenses. Sin mucho que hacer en vacaciones, el profesor Reyes Ibáñez rastrea el paradero de Helena. Al principio todo hace parecer que se trata de una situación pasajera: Helena debe estar escondida por allí con algún novio fugaz. Sin embargo, conforme avanza la lectura van añadiéndose al caso elementos que conectan a prominentes empresarios y políticos de la región con una serie de asesinatos, y queda al descubierto una red de turbios negocios que se extiende desde las zonas de tolerancia de la Comarca Lagunera hasta el Congreso de la Unión.
Ya no hay trenes, de Rosario Ramos. Rescato un par de párrafos de un texto que escribí para la presentación de este libro en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería: Rosario Ramos cuenta las historias como aconsejaba Julio Cortázar, procurando en el tono la cercanía de una conversación familiar o una charla de sobremesa con amigos. No hay aquí pirotecnia innecesaria ni despliegue inútil de recursos. Los párrafos apuntan a la limpieza y a la calidez. De este modo la autora obtiene cuentos muy entrañables. Recrea en nosotros la impresión que tendríamos si encontráramos, en mitad de una mudanza, una colección de cartas que perteneció a una tía que ya no está con nosotros.
Rosario rescata las memorias torreonenses de la primera mitad del siglo pasado y las recrea a través de la invención literaria y la imaginación. De un relato a otro, la autora enlaza situaciones individuales y anécdotas familiares hasta crear un mosaico regional que resulta interesante para los lectores de cualquier parte. En una operación similar al montaje de un rompecabezas, a medida que avanzan las páginas se va construyendo en la mente del lector un mundo que va más allá de lo narrado.
Iniciación en el relámpago: impecable novela de Saúl Rosales publicada por la UJED el año pasado, consigna la realidad brutal que enfrentan cientos de niños laguneros, miles de niños mexicanos, millones de niños latinoamericanos, asiáticos y africanos: la explotación infantil en los centros de trabajo. El relámpago estalla cuando Damián, niño torreonense, se ve forzado a trabajar al concluir la primaria. Vive simultáneamente varias iniciaciones: entra a la adolescencia, aprende a operar un linotipo, arranca en los descalabros del amor y del sexo. Los habitantes de esta novela son seres complejos, ricos en contradicciones, con inquietudes y dudas, con la indecisión y la incertidumbre propias de la realidad-real. En trescientas treinta y cuatro páginas, Rosales logra el cometido de todo novelista: crea una ficción capaz de reemplazar a la vida misma, un simulador de la existencia con todas sus imperfecciones, sus despeñaderos de sueños y sus efímeros gozos.
Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx