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El Síndrome de Esquilo

Vicente Alfonso

Manual para explorar el más allá

En estos días viene a cuento una colección de inquietudes que se me quedaron en el bolsillo después de leer El Hombre y lo Divino, de la filósofa española María Zambrano. Recomendable para quienes desean fortalecer su fe, pero también para quienes necesitan dejar de creer, es un texto que aborda las emboscadas que surgen del eterno juego entre el dogma y la razón. Editado por el Fondo de Cultura Económica, es un manual para explorar el más allá, entendiendo éste como las realidades a las que los hombres no podemos acceder por medios lógicos. Un libro que vuelve sobre el viejo debate: ¿creó Dios al hombre o el hombre creó a Dios?

Parto de una idea que Zambrano propone en su texto introductorio: a Dios se le tolera. Entiendo esto como el hecho de que el hombre se haya habituado a la presencia de Dios, una presencia que se manifiesta en hechos y fenómenos que no podemos comprender. Ante la imposibilidad de explicar el universo, quedan -y quedarán siempre- zonas oscuras en nuestro mapa del universo. Tenemos que acostumbrarnos a convivir con lo desconocido, cargando la duda dentro de nosotros. Lo más natural es que les demos a esas interrogantes la forma de dios, de dioses: eso explica que en todas las culturas hayan existido el dios de la lluvia, el dios del trueno, los dioses de la vida y de la muerte. Así pues, la tolerancia de la que habla María Zambrano es más bien a esa impotencia ante la oscuridad de la que emergen las divinidades.

Conforme el libro avanza, el texto va ahondándose en los problemas de la fe católica. Sobre todo los que nos ocupan en estos días. En el capítulo “Dios ha muerto” Zambrano dice que dios se hace accesible sólo después de haber permitido a su hijo sentirse abandonado. No estoy de acuerdo. Creo que la maestra Zambrano olvida el diálogo constante que hay entre dios y el llamado “pueblo elegido”, y que este diálogo directo se interrumpe a partir de la muerte de Jesucristo.

Esto se conecta con ideas que después se exponen en otro capítulo: “De la paganización”. Aquí, Zambrano aborda la manera en cómo los dioses destituidos van perdiendo sus propiedades gradualmente. Y yo me pregunto ¿en la tradición católica es el mismo dios el del antiguo y el nuevo testamento?

Del capítulo referente a la nada surgen muchas dudas: según Zambrano, a partir de Lutero la nada es dios, y “hundirse en la nada es hundirse en el fondo secreto de lo divino”. Un par de páginas más delante (en la 180, según la edición del Fondo de Cultura Económica) dice que la nada “no puede configurarse como el ser” y que “se parece a lo posible, a la sombra y al silencio. Nunca es la misma”. Pero queda entonces una interrogante más: ¿puede la nada “ser”?.

¿La placenta oscura de la que se habla en la página 56 se relaciona con la nada? ¿También el descenso que se describe en las páginas 67-68? ¿Tiene relación esto con la afirmación de la página 237, cuando Zambrano escribe: “El hombre sin dios está cercado y perdido a la par en un contorno lleno, hermético, inaccesible, sin camino”. ¿Contiene la nada a dios, dios a la nada, son lo mismo? ¿Se puede decir que son? ¿O es una trampa del lenguaje que la filosofía no puede evitar?

En la página 67 se afirma: “el verdadero proceso de la filosofía y su progreso -de haberlo- estriba en ‘descender’ cada vez a capas más profundas de ignorancia”. Interesante el verbo… pues Zambrano lo utiliza con frecuencia. Quizá haya claves de esto en la necesidad de nombrar que acompaña desde siempre al ser humano de la que se habla en la página 85: “la palabra define, capta o da la forma, revela la plasticidad del universo (…) la palabra parece el pozo de un ímpetu que ‘desciende’ a hacerse lo más parecido a cosa, el sentido en busca de su forma”.

Y después agrega: “La palabra desciende”. Hay un puente entre esto y otra afirmación hecha en la página 234: “Sólo por la palabra humana en su ‘más alto’ esplendor, y por un esfuerzo de abstracción, lo divino se ha ido liberando de sus primeras manifestaciones (¿desciende el lenguaje a lo más alto?)”. ¿La forma que tiene el hombre de apoderarse de la nada y de dios es nombrándolos? En fin, no se tome este caos como un texto, sino como un reflejo de la nube de benéficas dudas que me provoca el libro de Zambrano. vicente_alfonso@yahoo.com.mx

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