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El Síndrome de Esquilo

Vicente Alfonso

El mejor oficio y el más peligroso

En el México de 2008 ejercer el periodismo es casi tan peligroso como desempeñarse en esa misma profesión en Pakistán, Colombia o Irak. Cada año se suman a una larga lista nombres de colegas que desaparecen o pierden la vida, y los casos se acumulan sin que aparezcan jamás los responsables. Seguimos esperando que se proceda contra los autores intelectuales de los asesinatos de periodistas como Héctor “el Gato” Félix, codirector del semanario Zeta, acribillado en Tijuana la mañana del 20 de abril de 1988. O Manuel Buendía, ejecutado en la avenida Insurgentes de la capital durante la noche del 30 de mayo de 1984. Abundan también casos mucho más cercanos.

Aún así celebramos cada siete de junio el día de la Libertad de Expresión. Establecido como una práctica desde 1952, época en que era presidente Miguel Alemán Valdés, el festejo fue fijado en los calendarios en 1976, durante el sexenio de Luis Echeverría. Paradójicamente, no es por esta medida por lo que se recuerda el período de ese señor en materia de periodismo, sino por una historia cuyas consecuencias nos alcanzan en el tiempo: el golpe que sufrió en ese mismo año la directiva de Excélsior, encabezada Julio Scherer. Golpe ordenado por el entonces presidente y ejecutado por Regino Díaz Redondo y un grupo de cooperativistas.

Aprovecho entonces que hoy es día de la Libertad de Expresión para volver a una de mis lecturas de cabecera desde la época de la universidad. Una novela que lleva ya treinta años de haber sido publicada y que se ha convertido en una lectura imprescindible para quienes desean ejercer el que Gabriel García Márquez llama “el mejor oficio del mundo”: Los periodistas, de Vicente Leñero (quien por cierto el lunes próximo celebra 75 años de vida).

Aparecido en 1978, Los periodistas no es sólo la crónica de lo ocurrido en 1976 en la esquina de Reforma y Bucareli. Es una oportunidad de ver –de oír, de palpar– la forma como la prensa ha ido ganando espacios en México. Y es una oportunidad para asomarse a los pros y contras que implica ejercer este oficio en nuestro país.

A la visión generalizada de que el principal enemigo de los periodistas es el gobierno, se opone en este libro la tesis de que muchas veces el enemigo número uno de los periodistas son los colegas que no saben distanciarse del poder. Se trata de una idea que jamás es enunciada, pero cuya fantasmal esencia deambula en varios capítulos. En el país de apariencias y simulaciones que era México en 1976, queda claro el poco margen de acción que tenían quienes aspiraban a ejercer con responsabilidad el oficio. Así, con una libertad acotada, relativa, es como comenzó a abrirse paso una nueva forma de reportear en México. En la página 332, uno de los personajes claves en la novela dice: “Hay que aceptar las reglas del juego del sistema y ejercitar nuestra profesión hasta donde los límites de esas mismas reglas nos lo permitan”.

Leemos en estas páginas nombres ya bien conocidos: Julio Scherer García, Miguel Ángel Granados Chapa, Ricardo Garibay, Jorge Ibarguengoitia, el mismo Vicente Leñero. Hay otros nombres que reconocemos, aunque junto a ellos se abra un abismo que los separe de aquel periodista que fueron en otro tiempo. Otros se han quedado en el camino.

Crónica escrita por un novelista, novela del periodismo redactada por un cronista, Los periodistas se mueve en el terreno entre la cotidianidad y la historia. Contada sin malabarismos excesivos, nos permite vislumbrar algo que sería muy difícil hallar en las notas del día a día que se publicaron en ese ya lejano 1976. Amparado por las licencias de la novela, Leñero se interna en la mente de los personajes: los distintos narradores que esboza Leñero nos permiten asomarnos a los miedos, las incertidumbres y los motivos de alegría del grupo que acompaña a Don Julio tras ser destituido ilegalmente de la jefatura del diario. También en la mente de Regino Díaz Redondo y en la de uno que otro asambleísta. Y por supuesto, se atreve a incluir lo que muy pocas novelas ofrecen hoy. Un final optimista, luminoso, esperanzador. Un final que se concreta día con día desde las distintas trincheras que conforman el periodismo nacional. Un final cuyas mejores páginas son siempre las que están por escribirse.

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Vicente_alfonso@yahoo.com.mx

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