Tras las huellas de Octavio Paz
A la memoria de Antonio Jáquez
El miércoles se le impuso el nombre de Octavio Paz a una de las salas del Senado, a unos meses de que en la Cámara de Diputados se rechazó la propuesta de inscribirlo en letras de oro en el Muro de Honor. Pero no es éste el único lío relacionado con el nombre y la vida del autor de El Laberinto de la Soledad.
La mayoría de los biógrafos de Paz sostiene, por ejemplo, el poeta nació en la mítica residencia que su abuelo tenía en Mixcoac. Pero no nació allí, sino en el número 14 de la calle de Venecia, en la Colonia Juárez de la Ciudad de México. En el sitio, que hoy funciona como consultorio del pediatra Enrique Cabañas, no hay una placa conmemorativa. Los vecinos creen recordar que “allí nació Amado Nervo”.
Fue el propio Paz quien escribió, en un texto titulado “Evocación de Mixcoac”: “Yo no nací en Mixcoac pero allá viví durante toda mi niñez y buena parte de mi juventud. Apenas tenía unos meses de edad cuando los azares de la Revolución nos obligaron a dejar la Ciudad de México (…) mi madre se refugió, conmigo en Mixcoac, en la vieja casa de mi abuelo paterno”.
Hace poco, un amigo me invitó a echar un vistazo en su biblioteca particular. Para mi sorpresa, tenía allí muchos libros que pertenecieron al único Premio Nobel de Literatura que ha dado México: primeras ediciones, traducciones, copias de pruebas de imprenta, volúmenes dedicados a amigos e incluso partituras de piezas basadas en su poesía.
Tiene un ejemplar de la revista Barandal de agosto de 1931. En las páginas 6 y 7, un Octavio Paz de diecisiete años publica sus primeras líneas, un poema titulado Preludio Viajero. En posteriores números de la misma revista, que cerró en 1932, Paz publicaría otros tres poemas y un ensayo corto titulado Ética del Artista. Habrían de pasar casi sesenta años para que el autor accediera a publicarlos nuevamente -con correcciones- bajo el título de Primeras Letras.
La colección también incluye una primera edición del poemario ¡No Pasarán! (Simbad, 1936) en cuyo colofón, Paz aclara que los 3 mil 500 ejemplares del tiraje fueron cedidos al Frente Popular Español “en prenda de simpatía y adhesión para el pueblo de España, en la lucha desigual y heroica que actualmente sostiene”.
También está el primer ejemplar de Raíz del Hombre, de 1937, del que se hicieron sólo 600 volúmenes. Mi amigo (que me pidió no revelar su nombre en este espacio) tiene además ediciones de Bajo tu Clara Sombra (publicado en España en 1937), A la Orilla del Mundo (de 1942, dedicado de puño y letra) y El Arco y la Lira (1956). También se encuentra una edición de 1882 de Guadalupe, novela escrita por don Ireneo, quien -como se sabe- era su propio editor.
Tiene incluso vestigios de la llamada “época rebelde” del Nobel mexicano.
Fue en la casona que el abuelo tenía en Mixcoac donde Paz creció. Y justo allí cuaja una más de las historias que rodean al autor de Las Trampas de la Fe: si bien el nombre del abuelo era Ireneo, a la fecha la nomenclatura de la avenida Patriotismo anuncia la calle “Irineo Paz”. El error, del que las autoridades parecen no darse cuenta, ha sido reproducido hasta en las guías comerciales. Al margen de estas anécdotas habría que recordar las palabras que el propio Paz escribió sobre Sor Juana, y que ahora parecen definirlo.
“Es claro que hay una relación entre la vida y la obra de un escritor, pero esa relación nunca es simple. La vida no explica enteramente la obra, y tampoco la obra explica a la vida”.
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