Reírse con dolores
Dolores Díaz Rivera tiene 32 años… desde que la conozco. Y hace como doce años que la conozco. Acabo de caer en la cuenta de que para el año entrante seré mayor que ella. Un día me reveló el secreto de su eterna juventud: el día en que apagó un pastel con treintaidós velitas juró solemnemente no cumplir un año más.
El jueves pasado, en el foyer del Teatro Isauro Martínez (TIM), presentó Polvo en el Laberinto, su más reciente libro de cuentos. Acompañada por Saúl Rosales y por Guadalupe Cueto de Allegre, la autora de novelas como Caminos Borrosos y Los Socios es una de las más tenaces plumas de nuestra Comarca.
Devoradora de libros, escritora compulsiva, pintora, viajera y ex adicta al chocolate, Dolores comenzó su andar por los talleres cuando Vicente Quirarte visitaba periódicamente la región para dar consejos a jóvenes escritores. Después llegó al taller que Saúl Rosales dirige en el TIM. Allí la conocí a mediados de 1996.
Durante la presentación de Polvo en el Laberinto, tanto Guadalupe Cueto como Saúl Rosales hicieron énfasis en que Dolores tiene el mejor de los sentidos: el sentido del humor. Quienes la hemos leído coincidimos en que sus cuentos recuerdan la prosa ligera del Jorge Ibargüengoitia que escribió La Ley de Herodes.
Contraria a los chistes fáciles, la autora lagunera comparte con el escritor cuevanense la capacidad de provocar la reflexión a partir de una irónica visión de la vida. A los personajes que habitan sus historias pueden ocurrirles las peores tragedias, pero jamás pierden ni el buen humor ni la capacidad de reírse de sí mismos. Esa es la razón por la que los libros de Dolores, como los de Jorge Ibarguengoitia, se agarran y no se sueltan hasta que uno los termina. Porque combinan humor, humanidad y experiencia.
Polvo en el Laberinto contiene cuentos como “Jugarreta de la Vida”, “La Herencia que nos Tocaba”, “El Triunfador”, “La Mujer sin Nombre”, “Decisión Desatinada” y “Polvo en el Laberinto”, narración que da nombre al libro. Cabe aquí señalar que la portada -como ha ocurrido con varios de sus anteriores publicaciones- exhibe una pintura hecha por la propia Dolores Díaz Rivera.
En algún comentario anterior señalé que, a pesar de haber viajado por el mundo entero, la autora no ve el mundo como si fuera a bordo de un bus turístico, al contrario: se acerca a sus personajes y aprende a hablar como ellos. Y para muestra una línea. Rescato de otro de sus libros la voz narrativa que describe a Francisca, una mujer que pasó media vida en un ejido.
Francisca está emocionada por su inminente casorio, y la descripción de la mujer es tan natural como si la hubiera hecho su comadre: “tenía los ojos lindos, de un color verde borrado”.
Creo firmemente que quien tiene el sentido del humor para jurar solemnemente que no volverá a cumplir años, puede hacer sin duda una literatura que sirve para reírse del mundo y con el mundo. En sus cuentos y novelas, marcados por esa visión irónica, Dolores Díaz Rivera ha encontrado una fuente infalible de juventud.
Este nuevo libro debe estar ya a la venta en la librería del Fondo de Cultura Económica anexa al TIM. Sin excusas, vaya a comprarlo.
Posdata con Señor Paz
El maestro José de la Paz Gutiérrez se recupera ya de un sobresalto que lo llevó al hospital por unos días. Enhorabuena. El Señor Paz, como le decimos quienes hemos sido sus alumnos en el Colegio Pereyra, es reconocido entre otros méritos por ser un promotor del estudio de la Literatura, de la Historia y del Cine. Un día de éstos volveremos a conversar, como antes lo hacíamos, sobre Víctor Hugo y sobre Dostoievski.
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