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El Síndrome de Esquilo

Vicente Alfonso

Una novela para día de muertos

Dice la sabiduría popular que el diablo se esconde en los detalles. Así lo creían ya los músicos antiguos: al armonizar sus trabajos evitaban combinar ciertas notas, pues estaban convencidos de que un pequeño descuido podía abrirle la puerta al demonio.

Para figuras como Guido d’Arezzo o Claudio Monteverdi, incluir una cuarta aumentada era un terrible error que debía ser evitado por todos los medios. Aún hoy, en muchas facultades de música de todo el mundo, los estudiantes de armonía que incluyen cuartas aumentadas son reprendidos por sus maestros, pues ese intervalo es un amargo recordatorio de que somos mortales e imperfectos.

Vista así, la música es un juego de vida o muerte en donde la perfección consiste en torear al maligno, en bailar con las sombras, en saber qué tan cerca se puede estar del fuego sin quemarse. Este hechizo, por supuesto, no es característica exclusiva del arte de las corcheas y los silencios, se encuentra también en algunos óleos y grabados, en ciertas danzas, en la mejor literatura. Muestra de ello es la novela Diabulus in Música, de la novelista española Espido Freire.

No es frecuente encontrar autores que combinen música y literatura con tanta naturalidad como lo hace Laura Espido Freire. Nacida en Bilbao en 1974, estudió música y canto desde su infancia. Después, su vocación por las letras la condujo a estudiar Filología Inglesa en la Universidad de Deusto. En 1998 publicó su primera novela, Irlanda. Con otra novela, Melocotones Helados, obtuvo el premio Planeta.

No es fácil explicar por qué los antiguos músicos vivían tan convencidos de evitar las cuartas aumentadas. Sin embargo, a inicios del Siglo XXI aún creemos que hay actos cotidianos tras los que se agazapan peligros que preferiríamos no enfrentar. Pequeñísimos detalles capaces de romper el balance y colapsar todo en una disonancia olorosa a azufre.

La mujer que protagoniza Diabulus in Música también intuye que su vida se sostiene de hilos frágiles. A pesar de eso hurga donde sabe que hay riesgo. Después de una infancia de imposiciones y de una adolescencia marcada por el suicidio de Mikel, su primer amor, decide alejarse de su tierra y de su familia. Es quizá la única forma de exorcizar sus fantasmas.

Entonces conoce a Christopher Random, un actor quince años mayor que ella, y cae en el espejismo de ver en él al ex novio suicida. No es una comparación gratuita: Random es un actor que ha estado de moda en otros tiempos, y el suicida Mikel procuraba parecerse a una de las caracterizaciones de este actor.

Sin pecar de erudición innecesaria, Espido Freire aporta las informaciones necesarias para apoyar la historia que nos cuenta. Aún cuando es difícil explicar en qué consiste el Diabulus in Música a quienes no tienen nociones de armonía, ella lo logra con términos muy sencillos: “Lo único que me había quedado claro y se enganchaba a mi mente como una rémora desde el primer día, era que había que evitar las cuartas aumentadas. Que al componer había que desconfiar de la nota Si, la séptima nota, porque, a poco que nos descuidáramos podíamos romper el orden: podía aparecer el diabulus in musica”.

Del mismo modo habla de otras artes, de las distintas versiones pictóricas de San Jorge y el dragón, de El Caballero de Olmedo y otras piezas literarias del Siglo de Oro. La señorita Freire aprovecha su conocimiento natural de la psicología femenina: todo lo que nos narra su personaje nos llega pasado a través de ese filtro. El uso de la primera persona para contar la historia aparece aquí tan natural, que quizá buena parte de los lectores ni siquiera se den cuenta de que jamás sabemos cómo se llama la protagonista. Las motivaciones masculinas, en cambio, quedan siempre como resortes ocultos, zonas oscuras sobre las que podemos sólo armar suposiciones.

Con prosa ágil, Diabulus in Música es una novela que se lee en dos días. Aquí conviene hacer una advertencia: ágil no quiere decir ligero. Tal como los viejos maestros del contrapunto sabían que un mínimo error podía ser suficiente para condenarlos, da la impresión de que al escribir esta novela de doscientas veinte páginas Espido Freire se jugó el alma en cada teclazo.

Comentarios: vicente_alfonso@yahoo.com.mx

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