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El Síndrome de Esquilo

Vicente Alfonso

Gracias, Paisanos

En estos días, tras pasar las fiestas de diciembre, cientos de miles de compatriotas nuestros regresan a trabajar -legal o ilegalmente- en los Estados Unidos. Compatriotas sin los cuales nuestro país no sería igual: que aportan, desde sus trincheras a distancia, su esfuerzo para construir un mejor país. Una de las voces que se escuchan es la de la escritora méxico-norteamericana Sandra Cisneros. Reproduzco aquí algunas ideas que le escuché hace unos meses. “Todo el mundo sabe que el muro no va a parar nada”, dice la escritora chicana Sandra Cisneros durante una charla en la Universidad del Claustro de Sor Juana, al referirse a la barda de más de mil kilómetros que el gobierno norteamericano construye en la frontera común con México. Con esa acción, comenta, “los republicanos pueden decir que están haciendo algo contra los inmigrantes. Quieren distraer al público y decirle: ‘mira, nosotros estamos haciendo algo contra el terrorismo’, pero la verdad es que quieren distraer del fracaso que es Irak”.

Con rebozo y arracadas, la autora de novelas y poemarios traducidos a más de una docena de idiomas es considerada entre los máximos exponentes de la nueva narrativa chicana. Tan sólo su primera novela, La Casa en Mango Street, lleva más de 56 ediciones y más de dos millones de ejemplares vendidos. Su visita a México, país que no había visitado en los últimos diez años, coincide con momentos en que crece la discusión respecto a las implicaciones del muro.

“En este milenio, los mexicanos en los Estados Unidos son los nuevos esclavos; nosotros los mexicanos somos de los que están abusando en el campo”, comenta, y como ejemplo menciona el sur del territorio norteamericano “donde antes los esclavos morían, están ahora los mexicanos agricultores que andan muriendo ¿Por qué? Por falta de agua”.

Ataviada con un vestido negro, rebozo y arracadas, Cisneros recuerda un caso de abuso contra migrantes que conoció recientemente en un encuentro de agricultores: tres mexicanos a quienes no los dejaron tomar agua y murieron por un golpe de calor. “Uno no puede creer que en este tiempo, en este nuevo milenio, abusos así existen, y existen contra nuestros hermanos.

“Hay (en Estados Unidos) una mexi-fobia que ni el público de aquí se da cuenta de lo que estamos viviendo. Es como si fuera Alemania en los años treinta y nosotros los judíos. Usan la excusa del 9-11 para decir que (los migrantes) son terroristas, que son drogadictos. Ya se sentían muy racistas contra los mexicanos antes, pero como han visto que han crecido mucho el pueblo mexicano y los inmigrantes, están buscando maneras y rutas para justificar el rechazo al mexicano”.

Afirma que nadie en el país puede sentirse ajeno a este problema, pues es un asunto que toca a todos “like it or not”. “Miro la televisión, lo poco que he visto aquí en México, ¿qué están mirando ustedes? Programas norteamericanos, y el público sin darse cuenta de que está viviendo una xenofobia enorme. Cuando ese impacto pegue, ustedes lo van a sentir, cuando regresen a los mexicanos aquí, esa pobreza ustedes la van a sentir”.

Asegura que en su obra ha intentado reflejar a los mexicanos de una manera en que no se han visto antes en la literatura, y sin embargo esta intención no se limita a sus libros: “Yo y mis hermanos que somos activistas políticos intentamos no solamente en nuestra obra, cada vez que abrimos el hocico, queremos despertar al público.

“Eso puede ser en una reunión como esta, una reunión en una taquería o una reunión de agricultores. Por eso es que aceptamos dos papeles, uno de ser escritores y otro de ser one-person peace-demostration, es decir una manifestación por la paz. No hay que desanimarnos, cada uno de nosotros tenemos un poder enorme, cuando abrimos el hocico podemos abrir la mente de tanta gente, no hay que perder el ánimo. Cuando yo veo tanta violencia y tanta miseria que pasa con nuestros compañeros, eso me da más ánimo de llegar aquí en voz alta, de abrir la boca y decir no”.

Comentarios: Vicente_alfonso@yahoo.com.mx

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