El próximo 4 de noviembre los norteamericanos tomarán una decisión histórica: elegir a su nuevo presidente, y lo harán en torno a quien reconstruirá su economía, devolverá trabajo a sus familias, ofrecerá seguridad a la nación, y reducirá la dependencia del petróleo extranjero.
Los norteamericanos habrán de escoger entre Barack Obama y John McCain, quién será el líder en cuyo juicio, sentido político y experiencia, pueda confiar el mandato popular bajo el Gobierno de George Bush, cuya política exterior ha sido filosóficamente confusa y políticamente ambivalente con un fuerte descalabro de la guerra ante el terrorismo.
Los errores de Bush son estratégicos, dado que con sus proyectos unilaterales ha perdido aliados y no sólo ha embarcado a la nación en una nave sin rumbo, sino que también ha comprometido el futuro del sistema capitalista, generado cada vez más un fenómeno globalizado: el antinorteamericanismo que corre el riesgo de la creación de una fuerza islámica unida, que es el sueño de Bin Laden.
Lo desastroso sería que, con sus errores, quienes den origen a la tan temida Jihad islámica, no sea Al Qaeda, sino el presidente Bush y sus asesores. Los errores de Bush van desde las frases de su libro “The slate Boock of the accidental Wit and Wisdom of our 43rd president”, hasta aquella célebre visita a Australia cuando, dirigiéndose al primer ministro John Howard, le dijo: “Gracias por ser tan fino anfitrión de la cumbre OPEP”, cuando se trataba de la APEPC, la reunión anual de lideres de 21 naciones de la cuenca del Pacífico y no de la OPEP, el cartel de los doce grandes productores petroleros.
Bush no sólo ha deteriorado la economía, la política exterior y la imagen de los norteamericanos, también ha contribuido para la creación de una nueva palabra, el bushismo, término que denota sus frases tontas, sin razón e ignorantes. Bush no sabe que atenta contra el viejo Filósofo de Güémez cuyas frases son llenas de obviedad.
Por otra parte, Bush nunca entendió que la política hacia la Latinoamérica requiere dejar de comportarse como los salvadores de la región, para asumir relaciones de respeto mutuo e interés recíproco en la conservación y fortalecimiento de las mismas.
El demócrata Barack Obama buscará aprovechar el descontento del pueblo norteamericano contra la Administración Bush; por su parte, John McCain busca aprovechar haber invitado como candidata a la vicepresidencia a una mujer, Sarah Palin, a la vez que acusa a Obama de ser un político egocéntrico y arrogante, que no dudaría en traicionar a su país en Irak con tal de llegar a la Presidencia.
La campaña presidencial norteamericana no sólo está marcada por la tradicional guerra de encuestas, sino también por la agresividad y una publicidad mal intencionada. La contienda entra en la recta final con los tres debates a celebrarse, el primero el 26 de septiembre en Mississippi, donde hablarán de política exterior y seguridad nacional; el segundo el 7 de octubre en la universidad Belmont de Nashville, Tennessi, y el tercero el 15 de octubre en la universidad Hifstra de Hempstead, N.Y.
Un fuerte valor agregado habrán de darle Michelle Obama y Cindy McCain, esposas de los candidatos presidenciales que pueden convertirse, con su talento, seguridad y carisma, en la simiente de la campaña, pero también en su punto más vulnerable. Las sociedades modernas solemos verlas como el rostro gentil y humano de los hombres públicos, avocadas principalmente a la política del servicio. Pero como los tiempos cambian habrán de convertirse en el factor de los factores de esta campaña presidencial.
filosofo2006@prodigy.net.mx