Otra gran tarde vino a brindar a los laguneros el torero regiomontano Eloy Cavazos, cortando a su toro rabo y orejas. (Fotografía de Jesús Galindo)
Triunfa el torero regiomontano en el festival ayer en el Plaza de Toros Torreón.
Ante una plaza a tres cuartas partes de su capacidad, con innumerables familias engalanando los tendidos, sin duda la mejor entrada registrada en tardes de festival, partieron plaza los toreros alternantes, con grandiosa y emotiva ovación para el “Gigante” del toreo azteca, Eloy Cavazos.
Abre la tarde el rejoneador Miguel Urquiza, montado en su caballo y vestido a la usanza charra, recibe al primero de la tarde de nombre “Cimaco”, toro que sale con amplio recorrido por derecha y es recibido con el primer rejón de castigo, el toro acude al caballo y éste sigue la orden de su amo que torea a la grupa, palmas en los tendidos. Coloca el segundo rejón al tiempo que desenfunda un sarape con el cual cita y engaña al toro que embiste y acompaña el galope del caballo. En la suerte de banderillas luce grandioso, toreando de adentro hacia fuera, el burel recibe el castigo ante el saleroso baile del caballo, al alegre vaivén de la música, lo cual resulta emotivo para la afición, que aplaude al unísono la destreza del rejoneador tras colocar cuatro banderillas largas, la quinta banderilla es corta y colocada a la perfección en el morrillo del toro. A la hora de la suerte suprema, en un primer intento el jinete hunde y saca el rejón, en el segundo clava el acero sin conseguir el efecto deseado, en el tercero el toro dobla y muere. El charro sólo escucha las palmas del respetable.
Es el turno del maestro Eloy Cavazos. De la puerta de chiqueros sale el segundo de la tarde denominado “Soriana”, herrado al fuego con el número 62. El toro es recibido magistralmente por Eloy, ejecutando una serie de verónicas pegado a las tablas y llevándolo hasta los medios rematando con rebolera. El torero cede el paso al picador para que ejecute la suerte de varas, la cual excede en el castigo. En el tercio de banderillas sólo se le coloca un par al burel, pues el matador se percata de las condiciones del animal y solicita continuar con el tercio de muerte, el juez de plaza da la anuencia y la faena continúa ante una bordada ejecución del maestro Eloy, quien logra que el burel acuda al engaño; por derecha el enemigo pasa de largo prendido a la muleta, luego lo torea con muletazos al natural, con las zapatillas clavadas en el ruedo y la mirada en el tendido realiza un pase del desdén ante el emotivo grito de “torero, torero, torero”... Eloy cita de lejos y el toro se queda quieto, el matador se acerca poco a poco a los terrenos del enemigo hasta lograr la embestida, la cual es recibida de manera artística a tanda de manoletinas combinadas con la regiomontana, el público expectante admira la faena totalmente cabalista, finalmente realiza lucidos remates de pitón a pitón. Después de carretadas de aplausos por la faena realizada, el silencio invade la Plaza ante la suerte suprema, y el torero hunde la espada hasta la empuñadura obteniendo como resultado artístico rabo y dos orejas. Eloy Cavazos da vuelta al ruedo escuchando palmas y sintiendo la cascada de claveles rojos, que sin duda hablan del cariño, respeto y admiración de la afición taurina de Torreón.
Continúa el turno para Ricardo Medina “Pasión Gitana”. El toro denominado “City Club”, herrado con el número 68, sale por la puerta de chiqueros a gran velocidad, y al intentar ser parado en las tablas por los subalternos, éste hace un extraño y brinca al callejón, sin percances que lamentar, el toro regresa al ruedo y de inmediato acude a la suerte de varas con fuerza siendo evidentemente castigado. Con similares circunstancias al antecesor, sólo se le coloca un par de banderillas. Ricardo Medina inicia su faena con cuatro muletazos por derecha, y en un intento de torear al natural es desarmado por su enemigo. La faena continúa con esfuerzo de parte del torero, sin embargo consigue sacar escasos muletazos al burel, el matador considera que el toro carece de embestida y decide concluir la labor con la suerte máxima, al momento de la verdad hunde el acero y el enemigo muerde el polvo, como resultado el torero recibe una oreja y vuelta al ruedo con opinión dividida por un sector del público.
Es el turno para el novel torero Juan Adame, su enemigo, herrado al fuego con el número 90, sale con amplio recorrido y es recibido con ceñidas verónicas que de inmediato logran conectar y arrancar las palmas del respetable; el matador coloca al toro en el castigo de varas, al cual acude con bravura. En la suerte de banderillas es el propio matador quien coloca dos pares, para de inmediato dar paso a la faena con la muleta, la cual inicia en los medios a tanda de derechazos con remate de pecho, repite por derecha y remata al natural, sigue en los medios y pega dos muletazos de rodillas, y en el tercer intento es desarmado, no obstante la afición reconoce su esfuerzo con las palmas, continúa su faena ante la acometida del cuadrúpedo, quien ahora embiste ante los muletazos al natural y remate con pase de pecho. Con la espada pincha en hueso sin soltar el estoque, y en su segundo intento hunde la espada con efecto fulminante, el juez de plaza le concede una oreja, y con las palmas y pañuelos el público le otorga la segunda, Juan Adame recibe como resultado dos apéndices y vuelta al ruedo con sentida ovación.
Llega el momento del lagunero José Manuel Ibarra “Joseli”. De la puerta de toriles sale “Society”, quien es recibido a portagayola, el toro recorre el ruedo y Joseli nuevamente lo cita con farol de rodillas, al cual le acompaña una cascada de aplausos de la afición, que se prende ante el arrojo del torero. El astado acude al caballo recibiendo un leve castigo. Posteriormente, con el capote “Joseli” le realiza quites por chicuelinas en los medios dando paso a la suerte de banderillas, las cuales son colocadas por el propio torero, quien decide hacerlas cortas, y pegado a las tablas castiga a su enemigo con tres pares al quiebro, suerte muy coreada con el ole y las palmas de la afición. Con muleta en mano realiza una tanda de derechazos, rematando con las rodillas en el suelo, y colocado en los medios realiza un toreo al natural ante la embestida del toro. En la suerte suprema hunde el acero y pasaportea a su enemigo, obteniendo así dos apéndices y vuelta al ruedo, en esta ocasión el ahijado superó al padrino.
Cierra la tarde el novel torero regiomontano Adrián Fernández ante su enemigo denominado “LaLa”, herrado con el número 75. El toro recorre el ruedo y el torero le espera quieto hasta reunir el roce del pitón con el capote en un par de ocasiones con la reina de las suertes de recibo, la “verónica”. Con capote en mano los diestros Juan Adame y Adrián Fernández se dirigen a los medios pisando los terrenos del toro y realizan la suerte al alimón en tres ocasiones, concluyendo con remate por chicuelinas, ante la aprobación y palmas del respetable. Con la muleta realiza una faena al natural, la cual es rematada con pases de pecho, y finalmente con la muleta realiza tanda por derecha en los medios. Al momento de la verdad logra hundir la espada con gran efectividad obteniendo así dos apéndices y ovación de la afición lagunera.
Con presencia de las familias de aficionados laguneros se vivió una gran tarde de festival, la cual se coronó con los trofeos para los diestros, resultando triunfador Eloy Cavazos con rabo y dos orejas; por su parte, los noveles toreros Juan Adame, José Manuel Ibarra y Adrián Fernández obtuvieron dos orejas cada uno, El matador Ricardo Medina se llevó un trofeo, y el rejoneador charro Miguel Urquiza escuchó palmas.