Proa a la privatización
En lo que constituye un espectacular ingreso a la arena del debate sobre el futuro de Petróleos Mexicanos, el ex secretario de Hacienda, David Ibarra Muñoz, plantea un panorama de lapidación permanente de la empresa pública, en afán de colocarla en la encrucijada: participación privada o extinción.
El título del documento de 38 cuartillas con que el ex funcionario lanza sus cartas a la mesa es más que elocuente: “El desmantelamiento de Pemex”.
El texto entregado al director general de la paraestatal, Jesús Reyes Heroles, ofrece cuatro capítulos torales: los problemas productivos; el comercio exterior; la situación financiera y fiscal y las tendencias extranjerizantes.
De entrada, se acusa a la principal empresa pública del país de dejar de cumplir los objetivos de su creación en cuanto a fomentar el desarrollo, industrialización y capitalización nacionales; abastecer de energéticos baratos a la economía, y contribuir a la salud de la balanza de pagos.
Pemex, dice, se ha convertido en un instrumento equilibrador de corto plazo del presupuesto público y de las cuentas externas. El abasto doméstico de energéticos se satisface crecientemente con importaciones de gasolinas, gas y productos petroquímicos. Y aunque su significación en la balanza de pagos sigue siendo importante, el peso mayor lo constituye el alza de las cotizaciones internacionales, ya que los volúmenes vendidos declinan y seguirán declinando.
Y aunque en el horizonte se pueden ubicar ineficiencias, fallas administrativas, técnicas, exceso de empleo, rezagos en la modernización e imperfecciones en los sistemas regulatorios, control de costos y maximización de los rendimientos en las cadenas productivas, los obstáculos centrales a la revitalización se ubican en la ausencia crónica de una estrategia energética de largo plazo “como parte medular de las políticas públicas de desarrollo y seguridad nacionales”.
Más allá, el ex funcionario, integrado hoy a los consejos de administración de innumerables empresas, habla de la exacción indiscriminada de las rentas petroleras, olvidando que la producción de hidrocarburos requiere de inversiones continuas y cuantiosas en exploración y desarrollo para compensar la declinación natural de yacimientos.
Bajo ese marco, durante los dos sexenios anteriores se decidió, en función de apremios de la macroeconomía, intensificar producción y extracción, mientras se descuidaba la restitución de reservas y el gasto en exploración y desarrollo.
Así, entre 2000 y comienzos de 2006 las reservas probadas de hidrocarburos disminuyeron en 33 por ciento, para ubicarse en 16 mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente.
(De acuerdo con el último dato de la paraestatal, éstas se ubicaron el año pasado en 14 mil 700 millones, frente a los 20 mil 700 del 2002).
En el caso del gas, Pemex sólo cuenta con recursos probados que cubren un periodo de ocho a 11 años.
Adicionalmente, la astringencia financiera impuesta a la empresa pública también ha impedido acrecentar la capacidad de refinación y equilibrar las líneas internas de producción. A finales del año pasado la importación de productos petrolíferos casi alcanzaba 500 mil barriles, y la de gasolinas más de 300 mil… por día.
La factura es de 14 mil millones de dólares, provocando un déficit neto de casi 11 mil millones.
Sólo la importación de gasolinas alcanza 40 por ciento del consumo nacional… que podría llegar al 47 si no se emprenden las reconfiguraciones de las refinerías de Minatitlán, Tula, Salina Cruz y Salamanca.
Desde otro ángulo, Ibarra Muñoz documenta una descapitalización de Pemex, a la que califica de “brutal”, producida de manera sistemática y deliberada desde hace tres o cuatro lustros… por más que la empresa, pese a sus ineficiencias, no ha dejado de generar utilidades o márgenes amplísimos entre sus ingresos y gastos propios.
Si a fines de 1995 el patrimonio consolidado de la paraestatal ascendía a 82.6 miles de millones de pesos de 1993, que implicarían 123 mil millones de pesos corrientes, seis años después éste se había reducido a 33 mil 800 millones, para llegar en el 2004 a sólo siete mil 900… y casi desaparecer en los dos años siguientes.
Bajo la presión, el endeudamiento de la empresa pública se disparó de 117 mil 800 millones de pesos a la inaudita cifra de un billón 164 mil 800, es decir más de 10 tantos.
Sólo durante el sexenio foxista las deudas de corto plazo se duplicaron con creces, en tanto casi se triplican los pasivos de corto plazo.
Sin embargo, a juicio del ex secretario de Hacienda, es falsa la idea de que el país carece de recursos para capitalizar a Pemex, pese al largo paréntesis de un cuarto de siglo de olvido y negligencia.
De hecho, entre una catarata de salidas planteadas se habla de reconstruir cuanto antes el patrimonio perdido de la paraestatal, sea mediante un aumento de capital o de la asunción de pasivos por parte del Gobierno Federal.
El texto fustiga lo que califica de dirección poco deseable de la reforma energética, reflejada en campañas publicitarias que justifican la inversión privada en el sector petrolero, sobre la base de culpar de todos los males a la administración de la empresa pública y su sindicato, “eludiendo abordar las verdaderas responsabilidades en la gestación de los problemas”.
Y advierte: “Ojalá haya tiempo de pensar y debatir con verdad dónde se encuentran los verdaderos intereses nacionales”.
Balance general
Lo cierto es que, en contraste con el optimismo inicial, los analistas al servicio del Gobierno le dan escasas probabilidades de aprobación por parte del Congreso a la propuesta de reforma energética que llegará a la mesa por la vía panista…al menos tal cual se planteará.
En el recuento se habla de una profunda división entre los priístas, que se agravó ante la falta de claridad en el rumbo por parte del Gobierno, y de una radicalización de los perredistas, aun cuando llegara a la dirigencia Jesús Ortega.
Más allá, se plantea la escasa capacidad de interlocución de la secretaria de Energía, Georgina Kessel, y la nula autoridad moral del secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, para plantear alianzas y sellar acuerdos.
Así como lo lee usted.
Ramos de billetes
Corrido de mala manera por las bases del Sindicato de Trabajadores Azucareros de la República Mexicana por haber dispuesto de bienes de éste como propios, concretamente por la venta de un hospital cuyo producto se quedó en su bolsillo, el ex dirigente Enrique Ramos reaparece como empresario.
Su intención es convertirse en magnate de una industria en ciernes: la producción de bioetanol a base, naturalmente, de caña de azúcar.
El ex líder está asociado en la parte tecnológica con una empresa brasileña, y en la parte operativa con el gobierno de Veracruz. El capital, claro, es lo de menos.
Bicentenario
Acuñada durante el Gobierno de Porfirio Díaz en 1910 una moneda de oro de 50 pesos a la que se motejó como Centenario, dada su función conmemorativa de los 100 años del inicio de la Revolución de Independencia, el Gobierno federal repetirá un siglo después el numerito.
La nueva moneda, lo adivinó usted, se llamará Bicentenario.
El diseño está ya en proceso, tratando de empatar la doble efeméride, es decir los 200 años del Grito de Dolores y los 100 del movimiento armado que encabezó Francisco I. Madero. La intención es acuñar monedas distintas mes a mes, en una de cuyas carátulas aparecerá un héroe de la Independencia y en la siguiente uno de la Revolución.
La serie podría salir desde el año próximo.
albertobach@yahoo.com.mx
barrancoalberto@prodigy.net.mx