Luz en el túnel
Finalmente hay una tenue luz en el túnel de un farragoso conflicto que enfrenta a Pemex con un consorcio de mayoría de capital coreano, cuya manzana de la discordia es la reconfiguración de la refinería de Cadereyta
Lanzadas las campanas al vuelo durante el primer tercio del gobierno zedillista por el bajo costo pactado a la firma del contrato, la supuesta ganga se convirtió en una pesadilla de ocho años para la paraestatal.
En el camino, reclamado un sobrecosto de las obras por parte del consorcio Comproca por supuestos vicios ocultos en el contrato, y colocada a su vez la exigencia de una indemnización por parte de Petróleos Mexicanos por la entrega incompleta de los trabajos y el uso de materiales de segunda, las partes se fueron a un largo litigio ante la Comisión de Arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional.
La reclamación de los coreanos era por 648 millones de dólares, en tanto la de la paraestatal ascendía a 788.9 millones de dólares.
El caso es que fallado el asunto a favor de Comproca por el panel de expertos designado, la petrolera paraestatal mexicana inició un juicio en nuestro país para validar o invalidar el resolutivo, cuyo final aún está en el aire.
Sin embargo, la posibilidad habla de un arreglo extrajudicial avalado por la Secretaría de la Función Pública bajo el clásico “ni-tú-ni-yo”.
La cantidad está aún en discusión.
Naturalmente, se preguntará usted por qué, en primera instancia, Petróleos Mexicanos perdió el pleito, y por qué, en segunda, está doblando las manos.
La razón es simple: su reclamo no procede por el hecho de haber firmado de conformidad la entrega de las obras.
Digamos que la empresa pública se colgó la soga al cuello, o mejor dicho la colgó la corrupción galopante, al aceptar la firma de un finiquito que le obligó a pagar las facturas a partir de 2001, es decir, cuatro años después de la firma del contrato.
El documento lo avaló el propio director general de la paraestatal, Raúl Muñoz Leos.
Ahora que meses antes Petróleos Mexicanos, en este caso bajo la administración de Rogelio Montemayor Seguy, había firmado, el 7 de julio y el 15 de noviembre de 2000, documentos en los que aceptaba un posible adeudo a favor de Comproca por “trabajos complementarios y ajuste de cuentas críticas”.
La gran pregunta, naturalmente, es bajo qué presión se firmaron los documentos.
Petróleos Mexicanos, pues, peleó a sabiendas de que no tenía parque… por más que tenía la razón.
Hete aquí que en la agonía del sexenio zedillista, en afán de no dejarle la mesa puesta al siguiente gobierno, se inauguró la que en el papel era la nueva refinería de Cadereyta… en un estado lamentable.
De hecho, se cortó el listón cuando las plantas de transformación de petróleo en gasolina apenas podían trabajar a la sexta parte de su capacidad instalada, sin perspectivas a la vista para la operación integral de sus 32 unidades.
Y si le seguimos, aún no se concluían las plantas refinadoras de petróleo ligero, hidrosulfatadora de naftas y reformadora de naftas… por más que Petróleos Mexicanos había obligado a la constructora a cambiar 300 válvulas que, a juicio de los peritos, no reunían la calidad requerida.
Digamos que los coreanos utilizaron materiales de “medio cachete” para abaratar sus costos, y de pasadita se trajeron a 400 jóvenes del servicio militar nacional para trabajar como soldadores… evitando el acuartelamiento.
La paga fue su alimentación y estancia. El contrato, pactado bajo el esquema de los Proyectos de Impacto Diferido en el Registro del Gasto (Pidiregas), fue de mil 800 millones de dólares, precio que, naturalmente, ninguna firma mexicana podía garantizar.
La ganga, pues, resultó boomerang.
La lección está ahí ahora que se habla de la reconfiguración y modernización de tres refinerías más.
¿Repetimos el numerito?
Balance General
Quien mantiene un largo litigio contra Teléfonos de México (Telmex) es la firma de televisión por cable Megacable, acusando a éste de negarse a interconectarla para ofrecer servicio de telefonía fija en 34 ciudades, bajo el cobijo del llamado triple play. La queja se planteó hace seis meses ante la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel), sin que ésta haya movido un dedo para atenderla.
Simultáneamente se planteó una denuncia ante la Comisión Federal de Competencia (CFC), que tampoco ha prosperado.
La justificación de la empresa de Carlos Slim es que la firma reclama “condiciones especiales”, es decir, un traje a la medida.
Del otro lado de la mesa, sin embargo, se habla de temor ante la eficiencia de Megacable, cuya cartera de clientes de video alcanza más de millón y medio, más 600 mil de internet.
Ubicada en Sonora, en la compañía participa como socio la familia del gobernador Eduardo Bours Castelo.
Maíz transgénico
De acuerdo con el cálculo de la firma española AgroBio México, esta semana se librará finalmente el Régimen de Protección Especial al Maíz, lo que le abrirá la puerta a la posibilidad de producir el cereal genéticamente modificado, o si lo prefiere transgénico.
La exposición de motivos señala que el país perdió hace 10 años su hegemonía mundial, desplazándolo Brasil y Argentina, gracias a la posibilidad de la biotecnología.
De hecho, de ser exportador nato del producto, México se convirtió en importador compulsivo… desde Estados Unidos.
La polémica se pondrá caliente.
Gruma sí
A contrapelo de las dificultades que enfrentan empresas mexicanas en Venezuela, al Grupo Maseca le va de maravilla.
Las ventas de su filial en el país sudamericano se incrementaron 78 por ciento en el segundo trimestre del presente año.
En contraste, las de Gruma en el país crecieron sólo 12 por ciento, y las de Molinera México 43 por ciento.
El 69 por ciento de las ventas del grupo las realiza en el exterior.
La utilidad de la firma de Roberto González Barrera en el lapso llegó a 689 millones de pesos, lo que representa un crecimiento de 16 por ciento.
¿Lealtad de marca?
Quien se está comiendo a la gallina de los huevos de oro al sobrevender sus vuelos en la temporada de vacas gordas es Mexicana de Aviación, encontrándose los clientes que llegan con boleto en mano una hora antes de la salida, con que ya se cerró el vuelo. Y hágale como quiera, dice el despotismo.
El problema será cuando lleguen las vacas flacas y la clientela siga rumiando el agravio.
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