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En busca de la salud/Las laguneras opinan

Rosario Ramos Salas

Desde hace cinco años se reúnen todos los martes por la mañana durante tres horas.

Son un grupo de mujeres que llegan desde diversos puntos de la ciudad, tienen diferentes edades, talentos y profesiones.

Las une una sola razón: todas ellas han padecido o padecen cáncer o tienen algún familiar que ha sufrido o está sufriendo la enfermedad.

Se reúnen para darse apoyo, ánimo, consuelo. Un enfermo necesita siempre que alguien se preocupe con él, coinciden todas.

En el grupo comparten sus angustias y sus miedos cuando el cáncer recién les ha sido diagnosticado. Comparten sus experiencias durante el tratamiento, ya sean quimioterapias, radiaciones, la baja de defensas. Cuando se te empieza a caer el pelo, cuando te han removido un seno y te miras por primera vez al espejo y lo que encuentras es una cicatriz, me dice una de ellas, sientes que el mundo se acaba. Te sientes perdida.

El sostén de la familia es muy importante, comenta Tencha. Desde el día que le dieron la noticia, tuvo en su marido y en sus hijos un apoyo incondicional, pero ella misma dice: contar con el ánimo de un grupo es de gran ayuda para recuperar la salud, es parte de la cura; al pensar positivamente y no permitir que el desánimo, el miedo y la desconfianza te invada se va superando la enfermedad.

También comparten sus dones. Tencha, por ejemplo teje y les pone las muestras de tejido. Eso les ayuda a concentrarse en una tarea, a poner todo su ser en el tejido.

En ocasiones leen sobre algún tema de interés, lo analizan, lo estudian; un martes participa una psicóloga que les ayuda a entender lo que están pasando. Otros martes tienen misa. Alimentar la fe es muy importante, afirman.

Mari Cruz es una de las más antiguas, desde hace cuatro años está libre del cáncer. Su talento es compartir lo que ha aprendido sobre la enfermedad, compartir su fuerza, no dejar caer a las otras, reflejar su ser, dar ánimo, acompañar.

Ya son más de treinta mujeres las que han pasado por el grupo y asisten quince o veinte regularmente. Tienen un proyecto muy claro, su objetivo es afianzar el grupo y para ello constituirse como una red de mujeres.

Quieren dar testimonio a las personas que estén pasando por un cáncer. Buscan solidarizarse con todas esas mujeres que, ante un diagnóstico de cáncer, enfermedad que antes significaba muerte y que ahora si es detectada a tiempo puede curarse, se sienten desfallecer.

Todas ellas muestran la necesidad que tenemos los seres humanos de los otros, de que alguien nos acompañe ante una enfermedad tan devastadora como puede ser el cáncer. El sufrimiento es menos cuando es compartido, me dicen, cuando tenemos una persona que nos escucha, cuando alguien ofrece su hombro para que nos recarguemos o su brazo para no caer. Porque como dice Mari Cruz de una depresión nadie te saca, ni el mejor doctor.

La mañana que las visité en Casa Feliz, la casa que les ha facilitado desde su inicio, un lugar para encontrarse, platicaban animadamente. Había terminado la misa que a veces organizan. Todas fueron muy amables en compartir sus historias.

Como en la mayoría de los seres humanos hay una necesidad de hablar sobre lo que se está viviendo cuando se pierde la salud.

A través del grupo ellas intentan recuperar la salud, no sólo física, sino también espiritual y mental. Hablan del valor de compartir el proceso de su enfermedad con otras personas que están pasando por lo mismo.

El aumento en los casos de cáncer, así como el creciente número de ancianos en la población, debe verse como un problema de salud pública.

Los gobiernos tienen, entre otras obligaciones el asegurar y contribuir al desarrollo pleno y sano de todos los miembros de una sociedad. El acceso a los servicios de salud es un derecho de todos los mexicanos y una obligación del Gobierno que debe prestar servicios de salud integrales, no sólo médicos, sino también psicológicos y sociales, sobre todo en el caso de las personas más vulnerables como niños y ancianos.

Grupos como el de Casa Feliz colaboran en la solución de este tipo de problemas. Dan testimonio al visitar a ancianos abandonados y a enfermos terminales.

Han visto que los ancianos son las personas más vulnerables; muchos están solos, sin quién los atienda, no tienen seguro, no cuentan con una pensión, el sistema no les permitió contar con un ahorro para la vejez. Ahora ya no pueden trabajar.

Preocupa el crecimiento demográfico de este segmento de la población de adultos mayores, como se les dice ahora, ya que para responder a las necesidades de este grupo se requiere de recursos, programas y voluntades. Y el Gobierno debe garantizar la protección a la población, los servicios de salud necesarios, el auxilio ante problemas de salud y más importante, los programas de prevención de la salud.

Mientras todo esto sucede las señoras de esta red de mujeres están dispuestas a seguir acompañando a mujeres que pasan por un cáncer y a dedicar su vida al buscar el bien de los demás.

garzara1@prodigy.net.mx

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