Como una inyección de adrenalina resultó para todos los laguneros el tercer campeonato de Santos Laguna, sobre todo por la forma en como se realizó esta obra.
Si bien la salvación fue la prioridad en los últimos tres torneos, el camino hacia la gloria no fue fácil, al igual que las miles de historias que conocemos donde parece que el destino nos juega una mala pasada y pareciera que no hay salida.
La angustia fue constante, la tensión se respiraba en La Laguna y en los rostros parecía que el desanimo hizo presa a la región. Sin embargo los jugadores no decayeron y dieron todo en la cancha para lograr salvarse de la quema.
Aun con ese primer objetivo logrado era necesario alejarse de las últimas posiciones en la tabla, los jugadores dieron una gran demostración en el Apertura 2007, en donde todo parecía un sueño hecho realidad. El equipo se volvió en una máquina de buen futbol, la cual cada fin de semana parecía que nada la iba a detener.
Pero de nueva cuenta una mala noche en CU, se combinó con algunas ausencias importantes y el resultado fue la eliminación de los Guerreros en semifinales.
La frustración se dejó a un lado y los Guerreros siguieron trabajando, no se desesperaron, con paciencia fueron alcanzando un buen nivel, a pesar de la baja de jugadores importantes al ataque. La unión del grupo fue importante para salir adelante y con eso los albiverdes llegaron a la liguilla, para después apenas el domingo pasado levantar el nuevo trofeo.
En varias partes del país algunas voces hablan de que si el Santos ganó con buen futbol o no, que no le ganó al Monterrey o que los Guerreros no merecían levantar el trofeo de campeón. Pero más allá de estas opiniones, lo más importante fue la forma en como La Laguna se convirtió en una sola.
De nueva cuenta el espíritu de La Laguna se sintió fuerte, al unirse en una fiesta donde no hubo diferencias. Todos fueron campeones y todos quieren volver a vivir esa experiencia. Pero ahora que la fiesta concluye, todos volvemos a nuestras canchas, en busca de llevarnos nuestro trofeo todos los días y por ello el ser lagunero no sólo es irle al Santos Laguna, sino entregarse en el trabajo, en el escuela o en la actividad que a cada uno corresponde. Ser lagunero es ser campeón.