21 viviendas del poblado El Nayar tienen techos de lámina y tierra que está a punto de caerse a causa de las intensas lluvias.
CARENCIA
Las precipitaciones han dañado los sectores más sensibles de la sociedad, las familias más humildes se encuentran padeciendo de la fragilidad de sus viviendas que están a punto de caer.
Durango. Resulta increíble pensar que poblados que están a escasos cinco minutos de la capital del estado presentan todavía viviendas con severas carencias de servicios básicos, mismas que han resaltado con la inclemente temporada de lluvias que las tiene al borde del derrumbe.
Los contrastes resaltan en un simple recorrido, desde las grandes fincas de campo hasta las viviendas más sencillas que datan de varias décadas de antigüedad, desde las personas que han salido adelante con pequeños comercios de comida para los paseantes hasta las que apenas les alcanza para vivir al día.
El techo ya no soporta. El crujir de las vigas estremece ante el repentino silencio, Manuela Esther Arreola Chávez ha habitado a sus 58 años de vida en la misma casa ubicada en El Pueblito, la cual dice que desde que ella tiene memoria nunca ha recibido mantenimiento, desde que la construyó su papá. El techo consiste en tierra sostenida con tablas que ahora resienten el paso de los años y los temporales, a pesar de estar apuntalado con dalas en cualquier momento se puede venir abajo.
Su hijo se ha convertido también en sus ojos pues ha perdido la vista casi en su totalidad, las noches son frías ya que se ha tenido que mudar a dormir a un sillón de la sala porque su habitación se gotea y tiene el mismo problema del techo desvencijado. Ni siquiera cuenta con una letrina.
Levantan recuento. Como la casa de Manuela, se contabilizaron cerca de 12 viviendas más en El Pueblito y El Durazno, donde la Coordinación General de Inspección Municipal levanta un análisis socioeconómico en conjunto con el Instituto de Vivienda del Estado de Durango (IVED) para proveer a los propietarios de material, a fin de reforzar las techumbres en las casas más humildes. Previamente se entregarán los resultados a los gobiernos Estatal y Municipal, para jerarquizar a las más necesitadas y luego aplicar los recursos del Fondo Nacional de Desastres Naturales.
Situación angustiante. En el rincón más oculto de uno de los cerros que rodean la población de El Nayar, se encuentra la casa de Martha Hernández Quezada, quien a los 27 años de edad tiene que lidiar con las carencias económicas, de salud y de vivienda. Vive con sus cuatro hijos y el más pequeño ya presenta problemas en las vías respiratorias por una mala noche en la que el aire despojó a su hogar de las láminas que los protegían y la lluvia les entró de repente; el menor contrajo bronquitis y a la fecha todavía presenta síntomas.
El esposo de Martha trabaja en Santiago Papasquiaro, viene uno o dos días cada mes; la contribución económica es de apenas 500 pesos por semana para mantener los estudios de tres pequeños, solventar los gastos de leche y pañales del más chico, y aparte para la alimentación de todos. El piso es de tierra, que se encuentra húmeda pues en ocasiones llueve más adentro que afuera, las goteras muestran la fragilidad de las láminas de cartón y el hule que conforman el techo; con aflicción la madre reconoce que la noche del jueves no pudo dormir por la tos y la temperatura que aqueja a su hijo menor, a quien no ha llevado a atender al Centro de Salud por no tener 30 pesos para pagar la consulta.
Pocas oportunidades. Martha expresó que ella desea trabajar para sacar adelante a sus hijos, pero que el DIF le impidió hacerlo pues en la zona sus vecinos más cercanos son los alacranes que hay debajo de cada piedra y dejar solos a sus herederos los pondría en situación de riesgo. Dice que hace un mes tuvo la última visita de autoridades aunque ni siquiera sabía de dónde eran, esto se ha repetido en tres ocasiones y siempre le hacen la promesa de ayudarla con material para su casa, pero hasta ahorita sólo ha quedado en eso.
La falta oportuna de un orden de crecimiento ha generado la proliferación de zonas marginadas, la falta de recursos lleva a las familias necesitadas a ocupar cualquier predio que les permita construir un patrimonio, aunque esto conlleve poner de por medio la integridad física de sus propios hijos.
Agua de donde sea. La casa de Marina Marisol Hernández Salas es de adobe, el techo de madera fue reforzado con hule negro que logró conseguir para no gotearse; ella resalta otra de las necesidades básicas por la que sufren los vecinos de El Nayar: la carencia de agua potable. La urgencia los ha llevado a consumir agua que brota de la misma tierra, su color verde importa poco ante el apremio por el vital líquido; comenta que en la temporada de calor tenían que pedirle el favor a otros vecinos que les regalaran una cubeta con agua, y que ahora para lavar la ropa recogen la que se queda en el hule de techo.
34
Viviendas tienen techos en una situación precaria en el poblado de La Ferrería, dentro del censo de los Inspectores Municipales.
21
Casas registran daños en sus techos en el poblado El Nayar, debido a las lluvias intensas en esa zona montañosa.
12
Domicilios se contabilizaron en El Pueblito y El Durazno, por parte del personal de la Coordinación General de Inspección Municipal.