Los políticos insisten en querer mantener una imagen a pesar de la realidad. Son magos en esto de construir estructuras con promesas, aunque la vida cotidiana indica lo contrario. Si la semana pasada hablaba de la bolsa y su caída; así también, de repente te das cuentas que la demagogia no vale lo que dice valer y cuando viene la hora de la contabilidad, el político se encuentra sobrevalorado y no produce según expectativas.
Es el ciudadano común y corriente el que se siente engañado y al no querer seguir viviendo en el engaño su manera de responder es retirando el apoyo que una vez dio a las promesas de campaña ya sea votando por el contrario o simplemente no votando. Por lo menos para eso sirve la democracia; o por lo menos, esa es la última arma que le dejan al pueblo para intervenir en la vida de la ciudad; porque, hay que aceptarlo , a veces pasa que la soberbia de ciertas gentes sigue considerando que del pueblo sólo necesita el voto y no le toma en cuenta para las decisiones que directamente puede competirle y se sigue gobernando a la antigua , como si solamente el que gobierna pensara, como si solamente el que gobierna tuviera la capacidad de tomar decisiones, como si el que gobierna fuera el padre de unos incapacitados, como si sólo su equipo fuera el efectivo.
Democracia significa gobierno de todos. Oligarquía de unos cuantos. ¿Cuándo las democracias se convierten en oligarquías? No te das cuentas. De repente se comienza a sentir que las decisiones se toman arriba y que los de abajo tienen que aguantarse. En ciertas áreas, con necesidad de apoyos, estos no se dan; o si se dan son simplemente para llenar requisitos para permanecer y cobrar en un puesto. Muchas veces, los que ocupan puestos políticos piensas que las instituciones comienzan con ellos y que la historia anterior no tiene ninguna importancia que lo único que vale son las propias obras y que si las personas quieren algo que rueguen sin importar méritos.
El pueblo no es tonto, el pueblo se cansa de eso; como se ha cansado de todos los absolutismos e imposiciones. El pueblo simplemente deja de creer en las promesas y lucha por sobrevivir, por encontrarle un sentido a la vida social que deja de tener sentido, se encierra en si mismo y deja de importarla la ciudad y lo demás.
Para el político eso puede ser benéfico porque sin nadie en medio, hace y deshace a su voluntad, a su beneficio particular; que el beneficio lo mismo puede traducirse en lo económico o en su ego personal.
Lo peor del caso es un pueblo deprimido es un pueblo apático. Eso significa que no hay opciones para resolver problemas. El tener tan bajos índices de votación quiere decir que el pueblo pensó no tener de donde elegir. Eso agréguesele a los votos nulos y ya se dará cuenta del gran problemota que tenemos.
La cada vez más creciente inseguridad pública; la feroz lucha de poder que se da entre los diferentes niveles de gobierno, sus constantes desacuerdos; los desacuerdos adentro de un mismo partido, la falta de proposiciones claras para resolver problemas, la cada vez más espantosa situación económica, la falta de credibilidad, el mundo surrealista que significa la pelea entre las diversas corporaciones policíacas, síguele sumando. El pueblo se siente a la deriva se sabe desplumado; tanos partidos políticos que saben viven de nuestros impuestos y que muchos de ellos sólo buscan un mínimo para seguir disfrutando de un presupuesto. Tanto dinero tirado a la calle, desperdiciado, improductivo.
El pueblo entra a una severa depresión social. Si se siente solo y aislado es peor. Algún día explotará y luego querrán no explicarse porque explota. La burla no puede ser más patente, todo se junta; los sindicatos luchan por sus beneficios personales sin importar lo que provocan a terceros. La educación del pueblo ¿en manos de quién está? Y así le podemos seguir agregando.
Los políticos no dan soluciones, porque simplemente no las tienen.
El pueblo no es tonto, no se chupa el dedo. La misma inseguridad es indicativo de que eso de la patria y los valores y la moral para muchos ya no es válido y por eso se echa mano de la ley de la selva, el pez grande se come al chico, el que tiene más saliva come más pinole, la imposición por la fuerza. El valor social, ético, los valores cívicos, como dice el poeta: “pamplinas que se inventan los chavales; tanto tienes, tanto vales.”
Lo peor de todo es la falta de credibilidad. Ya no le creemos ni en nada ni en nadie. Es cuando te comienza a molestar la conciencia; el saber que vives y que vives para algo. Entonces es preferible no tener conciencia, ahogarla. No son mas que síntomas de un estado depresivo.
Y nuestros políticos no se quieren dar cuenta.
Que Dios nos agarre confesados.