UNA VIDA PLENA
Hay personas que no pasan desapercibidas por el mundo; al contrario, son aquéllas que infunden a nuestras almas los valores que indispensables para vivir humanamente. Vienen a ser la obra que nos llena de orgullo, el trabajo tenaz que busca el sentido de la existencia, el gran corazón dispuesto a la entrega cotidiana a todos aquéllos que lo rodean.
No importa cuáles sean sus circunstancias; nunca son vencidas por ellas. Estos seres humanos nos enseñan, nos muestran el camino a seguir para llegar al final de la meta con las manos repletas de obras, de búsquedas, de encuentros y desencuentros, de ese amor que se desborda e irradia a los demás.
Pero más que nada, una forma especial tienen la de vivir los poetas, los verdaderos poetas, que saben ser responsables con ese don tan especial que han recibido; son receptivas de sus intuiciones y éstas las vierten en las palabras porque es una de las grandes formas que tiene la humanidad para escudriñar lo que es el mundo, el real y el que se esconde detrás de éste y nosotros podemos percibir a través de las imágenes.
Porque el poeta es la lucha cotidiana con la imagen, por la imagen, en busca de la imagen, para la imagen por un lado y la sonoridad. Todo con el fin de definirse y definir el mundo; todo por encontrar el camino que tiene una razón de ser; aquél que no se conforma con las primeras soluciones superficiales sino que busca más profundamente las definiciones propias sin importar consecuencias.
Pero sobre todo, este tipo de poetas son un espejo; el espejo que necesitamos las personas como nosotros a quienes no se nos ha concedido esta forma de ver las cosas, este modo de intuición. En su obra nos entrega las palabras precisas en la que nosotros podemos reflejarnos, nos hace ver lo que nosotros somos incapaces de ver por nosotros mismos.
El poeta profundo y sincero es el pan con el que el alma de los pueblos se va alimentando nutritivamente. Sin los poetas, las civilizaciones carecerán del cimiento indispensable para llamarse humanos. ¡Cómo nos hacen falta este tipo de personas, sobre todo inquisitivas, inconformes, en este tiempo en que la humanidad parece ir a la deriva, sin rumbo, trastornada en sus principios, corrupta, abandonada a su fatal destino! En estas situaciones el poeta es el único aliento que nos incita a tomar la vida en serio.
Pero Enriqueta fue mucho más que esto fue también maestra y sabía contagiar en sus alumnos el amor y la entrega a la poesía, porque toda ella era poesía, alimentada de infinidad de lecturas, inconforme siempre, queriéndose entender y entender la vida y entender al mundo, y a esa soledad que casi siempre es lo que acompaña a los poetas. Entender a la propia incomprensión. Si construyó un universo de palabras, es porque con ella pudo forjar un manantial donde su sed pudiera ser saciada; esa sed que siempre perduró que siempre necesitó de más agua. El manantial es lo que nos hereda porque siempre estará ahí para nosotros fluyendo incansablemente no importando la sed que nos agobie.
La palabra de un maestro, cuando cae en tierra fértil, fructifica y estoy seguro que las palabras de Enriqueta cayeron en infinidad de surcos y como los panes habrán de multiplicarse, dando la posibilidad de que los manantiales se conviertan en océanos de palabras, de imágenes, de búsquedas, de intuiciones, de espejos donde se reflejen las almas, la soledad de las almas, la plenitud de las almas.
Aquí no podemos hablar de muerte, porque si algo vence el poeta es a la propia muerte. Mientras que un libro exista con sus palabras impresas, esa voz perdura y lo importante es que en la voz está toda el alma, con su angustia y su gozo, con sus gritos y susurros. En las palabras se queda con nosotros, cotidianamente, a la espera de ser escuchado generación tras generación porque esa palabra siempre se renueva cuando es profunda y siempre es actual cuando es sincera. Es la voz necesaria que no puede ser reemplazada por ninguna otra voz. Es la voz que se une a todas las demás voces que ya son eternas, con las cuales hemos ido construyendo el alma regional, el alma nacional, el alma universal.
El mejor homenaje que podemos hacer a una voz como ésta es leerla, porque al hacerlo logramos que se exprese y al expresarse vive y al vivir es eterna. Una voz como ésta nunca se agota, porque el manantial de las intuiciones es inagotable. Una voz como ésta siempre será necesaria porque nuestra sed la buscará. Es la forma de ser humano; remanso que nos hereda la lucha cotidiana de una mujer que supo vencer a la adversidad.
Enriqueta Ochoa es una vida que supo ser vivida y es una vida que comenzará a ser vivida por sus lectores, por sus alumnos, por estas generaciones que vienen empujando y que un día buscarán las voces de sus ancestros y ésta gritará como ninguna otra.
Ésta es una voz que no murió ni ayer ni antier, ni la semana pasada, sino que es una voz que va a seguir viviendo. No podemos decir que descansará, porque apenas y va a comenzar a ser analizada, ensayada, por otros en donde impacte y quieran saber cómo se vive con esa intensidad.
El poema permanece vivo. El poeta permanece vivo, no se va, no se puede ir mientras alguien recuerde sus versos.
Mi completa admiración para una mujer como pocas he conocido:
Enriqueta Ochoa.
Jolhe