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Ensayo sobre la cultura / LA CIUDAD DE DIOS

José Luis Herrera Arce

Dios, el ser que los filósofos piensan como la perfección absoluta y el principio de todo; y que la fe cristiana considera encarnado en la persona de Jesucristo, cuyo nacimiento es el que por estos días festejamos; ha de haber tenido alguna razón para morir, según la propia fe, para la salvación de las almas.

Aquí el problema es definir en que consiste esa salvación y cuando comienza esa salvación; habremos de esperar después de la muerte o podemos pensar que algún día en nuestra propia existencia cotidiana es posible disfrutar algo que se asemeje a una vida sin sobresaltos donde el hombre pueda realizar sus potencialidades. Viéndolo de esta manera, entonces, estaríamos construyendo la ciudad de Dios; si ya lo sé, otra utopía más como muchas otras que a los seres humanos nos gusta imaginar.

San Agustín pensaba una ciudad de Dios y creía que el cristianismo era capaz de realizarla. Era una manera de darle validez al sacrificio de ese Dios que nace y muere por los hombres. La realidad, sobre todo en los tiempos modernos, no ha sido esa, sino otra muy diferente, que podríamos simbolizar con “la ciudad de Dios”, película brasileña donde se muestra los gérmenes del delito de una forma descarnada.

Nuestra sociedad se ha convertido en eso, una sociedad de delincuentes contra los que se está perdiendo la guerra. Una sociedad que ofrece sobrevivencia supuestamente fácil a cambio de perder todos los valores morales que te convierten en humano. La sociedad con el delito se ha vuelto muy productivo y parece ser que no hay nada con que combatirlo, porque la delincuencia ha contado con los medios para corromper cualquier barrera que se le imponga; y lo que menos produce en nuestros días es ser honrado. Esto no es algo que se acabe con la pena de muerte. Con tanta muerte que hay a nuestro alrededor, debemos darnos cuenta que los que se dedican a ese negocio han estado dispuestos a pagar el precio que se les exige por disfrutar la ilusoria felicidad del momento que les produce el delito. Todos los días nos dice el periódico que hay ejecutados; por lo que debemos comprender que la pena de muerte es aplicada con asiduosidad por los propios delincuentes sin que ello reporte mejoras en la seguridad social.

¿Nuestros políticos quieren resolver los problemas cotidianos de nuestra sociedad con demagogia y fotografías? ¡Otra vez las fotografías! Si lo que estamos leyendo en los periódicos es que el problema en lugar de resolverse se está empeorando. El cierre de fuentes de trabajo eso significa. Si hay desempleados hay problemas para subsistir y a todo se puede acostumbrar el hombre menos al hambre, menos a no tener que llevarle de comer a sus familias. Por ello se cae en la tentación que ofrece la delincuencia porque es al mundo al que la gente decente y egoísta los arroja.

¿Dónde están las soluciones que ofrecen nuestros políticos? Una sociedad justa no se construye a base de la caridad, a base de las panaceas que ofrecen las dictaduras de izquierda en donde lo único que se hace es repartir el hambre. Pero tampoco los egoísmos de la derecha que con su soberbia se olvida de lo que ese Dios, al encarnarse, nos vino a decir: Id al fuego eterno porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, estaba enfermo y no me visitaste… etc. Eso significa lo que significa y no creo tener que teologizar mucho para saber que es lo que significa.

Y así como dijo eso, dijo muchas cosas más que se leen en los evangelios de la misa dominical. Dijo también lo de los talentos, de las potencialidades que le da al hombre para que le produzcan, las capacidades humanas para que las desarrolle. ¿Qué hiciste con los talentos que te di? Los enterré. ¡Ah si! los tenía, y lo que se hizo fácil se logró lo que costó trabajo ni siquiera se intentó. En muchos campos ha sido más sencillo corromper el gusto para comercializar la porquería. Pasaron los tiempos en que un Mozart escribía misas, o un Bach. Pasaron los tiempos en que un Miguel Ángel pintaba capillas Sixtinas o un Da Vinci, las últimas cenas; porque de éstas, ahora explotamos el morbo para vender libros con supuestos que en nada mejoran nuestra condición humana. (Bueno si hemos llegado a reescribir los propios evangelios en versión morbosa, como los caballos de Troya, así estaremos).

La ciudad de Dios; como empezarla a construir si hay personas que se siguen considerando aparte del vulgo pueblo, los privilegiados, aquellos que han inventado el juego de la bolsa o el dinero y que jamás han sentido una responsabilidad social. La ciudad de Dios que ahora pone muros a sus colonias para hacer ciudades dentro de otras ciudades, para que la abundancia no mire hacia donde esta la pobreza, ni los cinturones de miseria. La ciudad de Dios que sigue permitiendo que los niños y los jóvenes se comiencen a corromper en los semáforos explotados por sus padres. Si con no darle no remedia el problema, la sociedad es la que está obligada a solucionárselo por medio de las instituciones. Son estos organismos los que deberían de estar abocados a solucionar los problemas, pero que impotentes nos mostramos los hombres para solucionar los problemas realmente graves.

Y deje usted los pobres, la clase media desaparece y los ricos tampoco pueden presumir de mucho ya que estamos hipnotizados por el lujo, el oro, la plata y el cobre a fin de cuentas son piedras, el vacío existencial no se llena con las cosas, porque el vacío existencial es espiritual y ése, el que vino a morir sabe de plenitudes y te dijo en forma sencilla como se logra la plenitud.

Algunos filósofos han considerado a Dios, como el Dios Razón y creo que por el camino del conocimiento también vamos mal. Las Universidades se han convertido en repartidores de títulos; con los cuales los ilusos piensan que pueden accesar a un mejor nivel de vida. Las profesiones están desprestigiadas porque no resuelven nada. (El que exista desempleo, el que exista delincuencia quiere decir que NO existen profesionistas que resuelvan ninguna de las dos cosas, ni muchas más.)

Para que seguir pensando en la ciudad de Dios cuando ni siquiera la ciudad de los hombres hemos podido realizar. Hemos pensado que las leyes surgidas de las sociedades democráticas irían resolviendo nuestros sistemas sociales y no ha sido así. Los políticos han olvidado su papel representativo de la sociedad, se han olvidado legislar para el bien común. El seguir privilegiando oligarquías en contra de las necesidades de todas las personas que conforman este país, es traición.

En la ciudad de los hombres ningún niño debería de tener hambre. (Debería de existir una institución que velara por ello) ningún viejo que muriera en la soledad. (Existen instituciones que se encargan de los viejos pero son insuficientes). Si los niños y los viejos no tienen la esperanza de sobrevivir, estamos muy lejos de contar con una sociedad justa.

Podríamos seguir enumerando mucho más cosas que está en nuestras manos resolver y no resolvemos. De muy pocas cosas podemos presumir. Nuestra vida hoy está en peores condiciones a como estaba el año pasado.

¿Qué festejamos en Navidad? ¿El juguete es todo lo que quiere un niño? ¿Dónde está la sociedad que evite que un niño tenga como primera cuna un pesebre, (o una bolsa de basura), donde el burro y el buey le digan que es mejor no tener conciencia y vivir como animal?

Feliz Navidad

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