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Ensayo sobre la cultura / LAS POSADAS

José Luis Herrera Arce

Ya me estarán soñando con esto de los temas navideños pero de qué más se puede escribir en la Navidad, sobre todo cuando estamos rodeados de la estupidez humana que cada día está convirtiendo más este mundo en una porquería donde poco queda para vivir ilusionado en un futuro mejor. Alguien tiene que recuperar lo que se viene perdiendo en el camino. Aunque muchos digan que algunas de esas cosas tienen mucho de ilusión y de fantasías; éstas son preferibles a la cruel realidad que también se funda en otras ilusiones y fantasías que acaban por destruir al ser humano.

Si usted quiere emborracharse para eliminar todos sus sentidos y vivir sin conciencia, hágalo. Eso lo puede hacer cualquier día del año, para qué buscar pretexto, para qué ponerle un nombre que no le pertenece. A lo que usted hace se llama borrachera, ni siquiera puedo decir que se le pueda poner el nombre de convivencia, porque ésa consiste en irse a encontrar con los otros. Hoy, hasta los discos que se quieren vender para Navidad se les pone el nombre de música para posadas, lo cual detecta la falta de creatividad y el ocasionalismo, el fraude y la burla.

Las posadas, para principio de cuentas, es un novenario; lo cual significa que es una forma en que la iglesia conmemora el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Este novenario tiene características especiales, se representa; o sea, se utiliza una forma teatral donde es caracterizada La Sagrada Familia en el momento de pedir alojamiento por haber llegado a una ciudad que no era la suya, Belén. Esta representación tiene fines de evangelización y nos viene por tradición desde más o menos el Siglo XVI que se desarrollaba en los atrios de las iglesias y en las calles de los pueblos.

Hoy nos quedan dos de estas grandes representaciones, la que nos referimos y la Semana Santa donde se representa la crucifixión. En los pueblos del sur donde son más tradicionalistas, existen más representaciones de este tipo.

De las posadas se han derivado otras cosas como son las pastorelas. En ellas los actores principales son los pastores que se han de enfrentar a las fuerzas del mal; o sea, los diablos y los vencerán. Estas pastorelas han trascendido su estatus popular, o sea, los guiones que se guardan en los pueblos y se sacan todos los años para su representación; hasta llegar a ser representaciones teatrales escritos por autores reconocidos, sobre todo españoles como es el caso de Jardiel Poncela con su a “Belén Pastores” que muchas veces se ha representado en nuestro teatro Mayrán.

Las piñatas son un producto también de las posadas (debe de ser de siete picos que representan los siete pecados capitales) y ahí le damos de palos al mal hasta despanzurrarlo y sacarle las colaciones y las cañas que endulzan la boca de los niños. “Yo lo que quiero es romper la piñata”.

Los nacimientos, es otro elemento más que utiliza medios escenográficos para evangelizar. Es un modo visual que tenían los franciscanos de mostrar cómo había sido el nacimiento del Señor. Hay figuras que no pueden faltar y una de ellas es el diablo a quien se vence. Esto me trae a la memoria un pueblo de Michoacán que se dedicaba exclusivamente a hacer diablos para los nacimientos, con una creatividad impresionante, se llamaba Ocumicho. En el pesebre encontramos a los personajes principales de la narración, al burro y al buey, y según la creatividad de las madres y las abuelitas a los más diversos personajes tan disímiles como la imaginería puede provocar.

Que las casas se llenen de estos elementos es una manera de inculcarle a las nuevas generaciones las creencias que han dado un sentido de la vida a nuestros ancestros; sentido de la vida que parece no se puede suplir con las novedades que la ciencia nos trae o las exigencias de demostrar todo en lo que se cree. Este sentido de la vida por lo menos en diciembre me llena de esperanza que puede haber otra forma de vivir basado en la concordia, en el humanismo, entendiéndose éste como un interés del hombre por los otros hombres.

“Venid benditos de mi padre porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de vivir, está enfermo y me visitaste...” esto es el sentido de la cristiandad. Lo que hacemos por los otros se lo hacemos a Él; y lo que no hacemos, ni a nosotros mismos no lo hacemos.

Qué hay de malo en creer en una filosofía como ésta.

Así como la casa se llena de imágenes también se llena de olores; la cocina decembrina no se puede suplir con nada. La Nochebuena es la noche del mejor platillo de quien cocina en casa. (Es más, vaya usted el 24 de diciembre y busque un restaurante abierto para cenar y en toda la ciudad nada más va a encontrar uno y vacío.) Diciembre es el mes que huele a buñuelos, a churros, a chocolate, a pavo, tamales, al recetario que la abuela heredó a la madre.

Diciembre es el mes de la familia, el mes de los encuentros, donde culmina nuestro peregrinar anual, donde se pueden renovar las esperanzas y donde lo que importa es el abrazo y no el regalo.

Si en diciembre no cargamos baterías llenándonos de sentidos y de proyectos, nuestra vida en realidad ha perdido su sentido.

De mis tiempos de secundaria recuerdo esta buena frase: “Navidad sin Cristo no es Navidad”.

Si Dios se hizo hombre para redimir al mundo, hagámonos nosotros humanos enseñándonos los unos a los otros la mejor forma de convivir, todo el año.

(Métase al Internet e investigue lo que son las posadas, las pastorelas y las mejores recetas navideñas).

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