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Ensayo sobre la cultura

José Luis Herrera Arce

PARA FABRICAR CAMPEONES

Con lo de las olimpiadas uno se sorprende de lo que es capaz de hacer un país para demostrarle al mundo que es alguien, o que es el mejor. Si antiguamente las preseas olímpicas se repartían entre los Estaos Unidos y Rusia, ahora estos países han pasado a segundo término para darle entrada a China cuyos atletas han cumplido con la misión de subrayarnos una vez más de que su estrella brilla.

Ya desde hace unos años hay gente que ve la necesidad de aprender el chino mandarín porque los negocios del futuro implican una estrecha relación con ese país que ofrece mano de obra y mercados en abundancia. En el contexto de las naciones “Lo chino” tiene innumerables significados, que comienza con toda esa mercancía regada por nuestro país que muchos consideran competencia desleal.

Ellos han sabido resolver su problema o al menos buscan la forma de resolverlo con resolución. Tantos que son, algunas veces tendrán que ser drásticos. Todos los países que alguna vez han sobresalido, algo han tenido que hacer para lograr cumplir con su cometido.

Esas son las lecciones que nosotros deberíamos de aprender, pero al parecer no hay quien nos las enseñen.

Tan pocos campeones que hemos tenido. Tal vez menos que otras veces y no en campo que habían sido tradicionales que ganáramos como el boxeo. Nos tenemos que conformar con seguir siendo la cola de la lista de quienes ganan medallas. Dígase lo que se diga, algo hacemos mal para no dar resultados. En el deporte lo que importa son los resultados, no las buenas intenciones. Creo que en todo, lo que importa son los resultados y no las buenas intenciones.

¿Qué se hace en los países del primer mundo con los deportistas? ¿Cómo se manejan las instituciones deportivas? ¿Cómo se beca a los buenos deportistas y a los magníficos entrenadores? ¿Cómo se logra convertirse en una fábrica de, para utilizar las palabras de moda, gente triunfadora? Eso es lo que debiéramos de aprender.

Me temo que en principio, el dinero que se gasta no llega a donde debería de llegar; se queda en un cuerpo administrativo que eso hace, disque administra. O a lo mejor se queda en el político que forma comisiones relacionados con el deporte que no resuelven la problemática deportiva.

Uno de los comentarios que se escucharon en la televisión era que mientras que a los deportistas los devolvían una vez terminada su actuación, los de las comisiones se quedaban en China a observar las olimpiadas. Eso dice mucho de cómo se manejan las cosas por acá.

Me parece que por ahí va la cosa. De gastarse el dinero si se gasta pero no donde debiera o no en quien debiera. Esto no sólo se vive en el campo del deporte, sino en los múltiples campos en los que la ciudadanía participa y necesita un apoyo para cumplir con su vocación.

Me explico, hay institutos para todo, del deporte, de la cultura, de la juventud y los que se acumulen esta semana. Estos institutos están hechos para apoyar a los ciudadanos en lo que son su área de gestión. En primer lugar, tales organizaciones me parecen lugares donde hay que ir a rogar, a llorar, a quedarle bien al administrador en turno para ver si puede lograr algo. Si no eres del grupo, o si no sirves para los intereses del grupo, te quedarás fuera de la repartición. Si sabes arrastrarte un poco, conseguir la palanca necesaria, ser el amigo, del hermano, del sobrino de alguien, entonces, aunque no tengas méritos, recibirás algo.

Las instituciones deberían de andar a la búsqueda de los talentos y una vez encontrados cultivarles. Debería de haber mecanismos para encausar a esas personas a lugares determinados en donde pudieran hacer carrera profesional, vivir de lo que hacen, si es que lo hacen bien, y sobresalir a nivel nacional e internacional cuando se tiene madera para ello.

El sistema actual, deja a la deriva a las personas, a menos que ruegues lo suficiente o te supedites. Si no le caes bien al administrador en turno no has de obtener nada, si eres crítico menos. En un país democrático, las decisiones se imponen desde arriba, como si cada trienio, cuatrienio o sexenio, se abrieran las puertas a los mesías que deciden, los que reparten, los que generan las pequeñas dictaduras, pero que no tienen obra o carrera que los respalde.

Ya lo ven ustedes, de diez libros anuales que publicábamos, ahora uno o dos, eso si, con mucho bombo, para que no se diga que no se publica; y fuera de concurso a ciertos amigos porque han sabido como acercarse.

Esto de dedicarse al arte es como el deporte. Por vocación se hace, se invierte tiempo, estudio, ganas, dinero para comprar libros, porque un buen escritor no se hace si no lo respalda una buena biblioteca. Un buen deportista no se hace si no lo respalda un buen lugar donde entrenar y los artículos necesarios para su oficio y la buena alimentación, sobre todo. Además de que se hacen necesarios los entrenadores, los buenos entrenadores, los que producen campeones. En otros países, me imagino que a los buenos entrenadores, ( en el caso de la literatura serían los talleristas) se les agarra y dice, tu no te preocupes, dedícate a formar buenos deportistas, nosotros te resolvemos tu problema económico.

Aquí hay que andar de un lado para otro porque si no, no alcanza; y aún así no alcanza.

Los únicos que viven bien de la cultura y del deporte son los administradores. Hay que ver cuantas medallas ellos nos producen, o preseas, o premios literarios u obras publicadas.

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