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Entran aviones de EU a Cuba... y nadie protesta

Es en Guantánamo, una de las últimas fronteras de la Guerra Fría, donde las relaciones entre Estados Unidos y Cuba son más cálidas. (AP)

Es en Guantánamo, una de las últimas fronteras de la Guerra Fría, donde las relaciones entre Estados Unidos y Cuba son más cálidas. (AP)

EFE

Dos militares, uno de EU y otro de Cuba, se reúnen una vez al mes. Los encuentros ocurren desde 1994, como respuesta a la crisis que supuso para ambos países la avalancha de refugiados cubanos que intentaron escapar de la isla.

El único contacto directo entre los Gobiernos de Estados Unidos y Cuba tiene lugar una vez al mes en un territorio rodeado de minas y de una “cortina” de cactus, donde dos militares se sientan a discutir despliegues de tropas, tomar café y hablar de beisbol.

Es en Guantánamo, una de las últimas fronteras de la Guerra Fría, donde las relaciones entre Estados Unidos y Cuba son más cálidas.

“Para Estados Unidos son unos encuentros muy productivos”, dijo el capitán Mark Leary, el comandante de la base estadounidense en el mejor puerto del Sureste de la isla caribeña.

Varias veces a la semana, aviones estadounidenses entran en territorio cubano minutos antes de aterrizar en una pista a los pies de las estribaciones de la misma Sierra Maestra que fue fortín y refugio de Fidel Castro y sus camaradas cuando eran guerrilleros.

Al mismo tiempo, desde la ciudad cubana de Boquerón bajan barcazas, escoltadas por patrulleras estadounidenses, hacia el mar Caribe por la bahía que divide en dos una base con seguridad extrema por la presencia en su prisión de los detenidos más preciados para Washington.

Estos arreglos son resultado de un encuentro entre dos hombres de uniforme, que se estrechan la mano, bromean y hablan en representación de dos países sin relaciones diplomáticas.

AÑEJAS CITAS

El día de la cita, el capitán Leary viaja temprano unos 10 kilómetros por la avenida Sherman, donde hasta el año pasado se levantaban unos pilares de hormigón, listos para ser demolidos con dinamita y caer sobre el asfalto para impedir el paso a los eventuales tanques invasores cubanos.

Del otro lado llega el coronel Juan Marsans Orgales, venido de La Habana expresamente para el encuentro.

Ambos entran en un antiguo banco del lado cubano o en lo que fuera un cuartel de los Marines en el estadounidense y allí hablan de posibles tormentas tropicales, fuentes de energía y movimientos previstos de tropas cerca de sus vallas respectivas, “para que no haya malentendidos”, relató Leary.

Mientras, desayunan frutas, bollos y un café cubano que hace saborear al capitán.

Los encuentros ocurren desde 1994, como respuesta a la crisis que supuso para ambos países la avalancha de refugiados cubanos que intentaron escapar de la isla. Estados Unidos interceptó a más de 40 mil en el estrecho de Florida y los internó en Guantánamo.

“Es un contacto profesional, cortés, pero sólo local” , afirmó el comandante Jeffrey Gordon, un portavoz del Pentágono en Washington.

Además de Leary, Marsans Orgales y sus asistentes, sólo atraviesan la única puerta de la base de Guantánamo tres cubanos que vienen a “trabajar” dos veces por semana.

“El más joven tiene 76 años”, dijo Leary. Su tarea real es recoger las pensiones de algunos de sus compatriotas que, como ellos, trabajaron en la base pero están jubilados en el lado cubano.

No dan entrevistas o quieren que se les fotografíe por motivos de seguridad, pues llevan el dinero en efectivo en una bolsa. “Cuando ellos no puedan hacer el viaje, no sé qué haremos”, reconoció una fuente militar, que prefirió no ser identificada. Estados Unidos y Cuba no tienen ningún vínculo financiero.

RECUERDOS

Su viaje periódico bajo las torres de vigilancia y el alambre de espino de la valla de Guantánamo es la memoria de otro tiempo, cuando los marinos estadounidenses se escapaban siempre que podían a beberse mojitos en la ciudad de Caimañera.

Habían desembarcado en la bahía por primera vez en 1898, durante la guerra de independencia cubana contra España, y nunca se fueron. En 1903, Estados Unidos obtuvo del nuevo Gobierno instalado en La Habana un alquiler de la zona en perpetuidad.

Hasta principios de los 60, miles de cubanos de las ciudades vecinas entraban cada día a trabajar en la base, pero de la noche a la mañana, con el triunfo de la revolución, el vínculo se cortó.

Ahí comenzó un periodo tenso, en el que los disparos del uno al otro lado resonaban a veces entre las lomas de cactus.

Estados Unidos aún envía anualmente 4 mil dólares al Gobierno de La Habana por el uso de la base, pero sólo uno de los cheques ha sido depositado en casi medio siglo, por error, según el régimen comunista, que considera ilegal la presencia de su archi-enemigo en la isla.

Eso no quita para que este mes un helicóptero cubano entre en la base para descargar agua en un ejercicio conjunto de combate contra incendios, un azote frecuente en esta punta seca de la isla.

En caso de emergencia está previsto que el hospital de la ciudad cubana de Guantánamo y el de la base naval traten a las víctimas, sin importar si son de uno u otro lado de la valla.

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