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Entre la cabeza y el corazón

Genaro Lozano

Una y otra vez muchos hemos escuchado a alguien aconsejarnos que hay que tomar las decisiones con la cabeza y no con el corazón. Que de las decisiones del corazón nos podemos arrepentir a posteriori, pero que una decisión cerebral siempre es correcta y pocas veces termina en frustración.

La candidatura presidencial demócrata está aún lejos de ser resuelta. Los dos contendientes han demostrado una fortaleza y una disciplina envidiables. La reciente victoria de la senadora Hillary Clinton, en Pensilvania, junto a los 10 millones de dólares que recaudó en las 24 horas posteriores a su triunfo, empolvan nuevamente su anunciado funeral político.

En el calendario electoral demócrata aún quedan nueve contiendas por realizarse, que ofrecen el trofeo de 501 delegados. De esas nueve, las encuestas y los analistas predicen que el senador Barack Obama ganaría en 5 (Guam, Carolina del Norte, Oregon, Montana y Dakota del Sur), al tiempo que Clinton podría ganar en 4 (Indiana, West Virginia, Kentucky y Puerto Rico).

Con el escenario anterior, la mañana del 4 de junio los demócratas podrían despertar sin que ninguno de sus dos aspirantes haya alcanzado la cifra mágica de 2,025 delegados necesarios para asegurarse la candidatura demócrata. Esa mañana los números podrían ser muy similares a los que tenemos hoy: él con una ventaja entre 135 a 150 delegados sobre ella y con unos 400 mil votos de la gente más que la senadora.

Es prácticamente imposible que alguno alcance el número requerido antes de la Convención Demócrata de agosto. Por ello, tanto Obama como Clinton dedicarán las próximas semanas a afinar sus argumentos frente a los poco más de 240 superdelegados que aún no deciden a quién apoyarán.

Esa labor de convencimiento será detrás de los reflectores. Los equipos de apoyo de Clinton y Obama prácticamente prometerán de todo a los indecisos y los acosarán con llamadas y argumentos sobre quién es la persona ideal para derrotar a John McCain en noviembre.

En la historia del Partido Demócrata no hay un solo precedente a la decisión que hoy tendrán que tomar los electores de élite o superdelegados. En la Convención Demócrata en Chicago de 1952, el entonces gobernador Adlai Stevenson, quien era el anfitrión del cónclave, salió del mismo convertido en el candidato presidencial de su partido, aún sin haber competido por la candidatura oficialmente. Stevenson perdió la elección presidencial frente al republicano Dwight Eisenhower. Sin embargo, la figura de los superdelegados como tal data de reformas a los estatutos internos del Partido Demócrata realizadas en 1983, que empezaron a funcionar para la elección de su candidato presidencial en 1984.

Como explica el politólogo Martin P. Wattenberg, la existencia de los superdelegados implica una desconfianza en el votante y, por ello, conlleva la “necesidad” de elegir a un grupo de notables que “corrija” una mala decisión salida de las urnas. Este es precisamente el argumento que Clinton defenderá ante el grupo de notables de su partido en el verano.

En pocas palabras, la senadora argumentará con la cabeza fría que el proceso demócrata ha demostrado que ella es más competitiva, dura y capaz de derrotar a McCain. Dirá que quienes han votado mayoritariamente por ella son los electores con ingresos bajos, blancos, de las ciudades industriales y de los pueblos rurales, que están preocupados por le economía, así como las mujeres y los latinos, grupos fundamentales para ganarle a los republicanos en noviembre. Clinton también argumentará ante la gente que ella venció a Obama en los estados más poblados e importantes para noviembre, aunque ella sabe que eso no se traduce automáticamente en la competencia con McCain.

Por su lado, Obama argumentará con el corazón lo obvio y lo más poderoso. Su ventaja en el número de delegados y en votos populares, así como su capacidad para atraer a votantes nuevos, jóvenes e independientes. Para los superdelegados la decisión no será fácil, pues aunque la cabeza podría indicarles que ella es la persona ideal, el corazón podría gritarles que lo elijan a él…

Politólogo e Internacionalista

Comentarios: genarolozano@gmail.com

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