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Entre verdugos y caníbales

Federico Reyes Heroles

Una de las grandes lecciones del siglo XX fue enseñarnos que las verdaderas democracias, las estables, tienen sus cimientos en la cultura. De poco sirve la pirotecnia electoral, la competencia entre partidos, las ceremonias de votación, si detrás anida el huevo de la serpiente. A las llamadas “olas” de democratización le siguieron regresiones democráticas muy dolorosas. Por incómodo que sea admitirlo tanto Franco, como Pinochet, Castro o Chávez han gozado de apoyo popular. El dictador chileno dejó lentamente el poder después de un plebiscito en el cual, a pesar de todos los horrores, de la sangre derramada, se le dio 46 por ciento de apoyo para perpetuarse. Increíble. Las lecciones siguen. China, una de las próximas grandes potencias del orbe, se asienta en un régimen autoritario. Conclusión: cambiar leyes es mucho más fácil que cambiar formas de pensar.

La interpretación autoritaria de la vida cotidiana y del Gobierno echa raíces muy profundas. Por más que uno crea que acabó con el mal, de pronto surgen nuevos brotes. Es el caso de México. En nuestro país una de las fórmulas que más ayudaron a transitar a una democracia fue la creación de órganos de Estado, es decir con independencia real del predominio del Ejecutivo y de un partido en el poder. La pieza central de dichos órganos es la inamovilidad de sus titulares, como en el Judicial. Una de las primeras instituciones de éste tipo fue la CNDH. La lucha por el respeto a los derechos básicos de los ciudadanos hubiera sido imposible sin garantizarle al “ombudsman” nacional auténtica independencia. Pero claro la tentación de cortar cabezas incómodas no acaba con la publicación de una Ley. Andamos entre verdugos.

En 1999 la doctora Mirelle Roccatti fue cesada de la presidencia de la CNDH. Como miembro del Consejo, al igual que otros colegas, defendí la inamovilidad de la presidencia frente a los senadores de la comisión correspondiente. Uno de ellos, un panista, me dijo que la doctora debía salir pues había enviado una recomendación a un gobernador panista durante el proceso electoral de la entidad. Ante tal agravio no había otra salida más que cortarle la cabeza. Perdimos. Por supuesto varios gobernadores encontraron muy conveniente el ejemplo de la CNDH y procedieron a cortar las cabezas de los titulares incómodos de las comisiones estatales. Atrás estaba la modificación al Judicial del 94-95 que mandó a su casa nada menos que a los ministros de la Suprema Corte de Justicia. Esto fue antes de la aparición de la partidocracia. Ahora resultaría aún más sencillo. Si en algún momento los líderes de los tres partidos grandes deciden descabezar la Corte no tendrán más que ponerse de acuerdo. Así de grave.

El caminito –modificar la Ley afectando a los designados, a los inamovibles en teoría- se ha popularizado. Eso, nada distinto, fue lo que ocurrió con la más reciente reforma electoral: los tres partidos grandes se pusieron de acuerdo y corrieron a tres consejeros incluido el presidente. Amparados en la idea correcta del relevo sistemático proseguirán en los próximos años decapitando consejeros frente a decenas de millones de mexicanos. O sea que ya nos acostumbramos a la vileza, así de fácil. De nada sirvieron los argumentos, los alegatos jurídicos, la incontrolada partidocracia seguirá cortando cabezas y repartiéndose los asientos. Es la contra-reforma que nos quieren vender como un avance democrático. Qué cínicos.

El ejemplo de los contra reformistas ha sido muy útil para dar rienda suelta a los muchos autoritarios que hoy gobiernan y que pertenecen a todas las capillas. Con ese ejemplo federal atrás el señor gobernador de Jalisco y los diputados panistas locales decidieron decapitar al instituto estatal. En este caso ya no se anduvieron con las consideraciones y elegancias de la reforma federal y mejor les cortaron la cabeza a todos de un solo golpe. Para qué perder el tiempo. El mismo caminito quería seguir la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa del DF, en manos perredistas, sustituir a los consejeros del IEDF. De que el autoritarismo está en todas partes no hay duda.

Pero los brotes autoritarios no sólo se han dado al exterior de los partidos. La vida interna de varios de esos institutos -que por cierto sostenemos los contribuyentes- es en algunos casos verdaderamente nauseabunda. La elección interna del PRD quedará en los anales de vergüenza. Lo mismo para el proceso interno de Alternativa Socialdemócrata que llegó a los porros y a los golpes. ¡Fantástico! Se trata de dolorosos recordatorios de lo frágil de nuestra incipiente democracia. Tenemos normas democráticas en manos de auténticos caníbales que no desaprovechan oportunidad para concentrar poder pisoteando los necesarios pesos y contrapesos de las democracias asentadas. Se comen entre ellos, son caníbales. Sobre advertencia no hay engaño: CNDH, comisiones locales, IFE, varios institutos locales. La libertad de expresión ya fue herida a nivel nacional con la última contra reforma política. Ahí vienen, les falta el Judicial y tendrán un país a modo. Estamos en sus manos.

De ahí el carácter de verdad histórico de dos decisiones recientes del Tribunal Electoral del Poder Judicial. Una sentencia definitiva e inatacable, con base en la no retroactividad de las leyes y el principio de certeza, que declara inaplicables las reformas en el estatuto del DF. No a la decapitación. La segunda decisión obliga al PAS a reponer su elección. Se trata del primer dique real a las decapitaciones y una exigencia no negociable de limpieza interna en los partidos. Bien por los magistrados. Así se hace patria.

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