Es un hombre encantador. Eso pensé cuando lo conocí, me platica Laura sobre el novio de su hija. Es educado, lindo, atento, muy propio, elegante, trata muy bien a Érika, la mira con ternura. Tiene 30 años. Un apellido compuesto de renombre. Si lo ves, dirías: El hombre ideal que toda mamá desea para su hija. Jamás pensarías que este “príncipe” le propinaba grandes golpizas y que ella, de 26 años, ingresó tres veces al hospital. Hace un año la aventó contra la pared y le ocasionó un derrame cerebral; la operaron del cerebro y, hasta la fecha, toma anticonvulsivos.
Este viernes, Érika lo descubrió in fraganti en una infidelidad y la reacción de “Javier” fue golpearla, tirarla al piso y patearla. Le rompió una costilla y tiene las piernas destrozadas.
En estado de shock y convencida de que la realidad supera la ficción, entrevisto a Érika, quien tiene la mitad de la cara con marcas de golpes y el cuerpo lleno de moretones.
Cuando lo conocí, hace cuatro años, me enamoré de él, pero noté que tenía muy mala copa. Mi relación siempre fue tormentosa. Desde el principio me jaloneaba y sacudía de los brazos. Yo pensé que era normal. Siempre fue muy celoso, para él todas mis amigas eran unas “zorras” y mis amigos unos “nacos”. Hasta que un día, alcoholizado, me soltó un bofetón. Obviamente, terminé con él.
Al día siguiente me lloró como niño, me pidió mil veces perdón. Le creí y lo justifiqué. Tiene serios problemas de alcohol, pierde mucho el control, y pues... lo perdoné. Se internó varias veces en una clínica. Siempre creí que saldría recuperado. Ahora, después de cuatro años de sufrir sin decirle nada a mi mamá —porque mi papá murió cuando yo era niña—, de tocar fondo, de recibir cientos de golpizas, poniendo toda clase de pretextos por los moretones o cortadas de boca que me veían, te puedo decir que si perdonas la primera vez, siempre va a ser así. Cuando ya dejaste que te faltaran el respeto, te van a pisar siempre, porque él te hace sentir que eres maltratable...
En la relación enfermiza, las faltas de respeto van en aumento. Tu vida se desestructura. Un día mi mamá se dio cuenta y me amenazó con correrme de la casa si volvía con él. Por supuesto, me fui. Todo el tiempo me preguntaba “¿Por qué sigo con él?”. Quizá me daba seguridad, buscaba papá, protección, una relación estable. Pero él me hacía sentir tan poca cosa emocionalmente, que me la creí. Pensaba: Me pega... pero me ama.
Las mujeres, hoy, podemos celebrar el hecho de que hemos crecido en muchos aspectos. Desafortunadamente, este tema no lo hemos visto con la seriedad que merece. Se da, como ya vimos, hasta en los “príncipes”. La violencia doméstica es la principal causa de muerte en mujeres entre 15 y 44 años de edad, más que el cáncer y los accidentes de tránsito.
La violencia hacia la mujer duele, lacera, marca. No importa si se ejerce en el cuerpo o en el corazón. El efecto es el mismo. Destruye las fibras más sensibles del ser humano y le roba la posibilidad de mirar de frente, con dignidad, sin miedo. La violencia es como un cáncer que mata poco a poco la ilusión por vivir. Nos congela. Nos desarma. Nos paraliza. Y en esta terrible batalla, no sólo pierde quien la sufre, sino también quien la ejerce, porque corrompe su alma y se abandona en la oscuridad.
Cuando comienzan a darse el abuso y los maltratos, se requiere tomar medidas drásticas. Si necesitas ayuda, recurre a:
alternativaspacificas@prodigy.net.mx
A ti, que me haces el honor de leer esta columna, te invito cordialmente a la presentación de mi libro Soy Mujer, soy Invencible ¡y Estoy Exhausta!, el día martes 11, a las 7:00 de la noche en la Hacienda de los Morales.