La República está triste: ¿qué tendrá la República? El poeta podría afirmar: lo sufre todo, pero nadie, entre senadores, diputados y ministros de justicia se preocupa por hacer, discutir y aprobar algo trascendente, aparte de exhibir las propias y ajenas decisiones, escisiones y rescisiones de los grupos, asociaciones y partidos políticos de México, incluido el del presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Hoy un conservador resulta más importante que el ilusivo debate de Pemex o la imposible ubicación de nuestro país en el pizarrón de países competitivos del mundo: la circunstancial y aparente pérdida de confianza de Acción Nacional en quién, hasta antes de ayer, desempeñaba el cargo de coordinador del grupo legislativo azul y blanco en la Cámara de Senadores del Congreso de la Unión: Santiago Creel Miranda.
Desde hace días y quizá por algunas jornadas más el asunto Creel Miranda podría mantener ocupada la atención de algunos senadores, diputados, ministros de la Suprema Corte, dirigentes de partidos políticos, eminencias jurídicas y todos los medios de comunicación social...
Obviamente no para analizar el tema sino como aprovechamiento para promover imágenes y capacidades dialécticas. Lo importante es aparecer. Bien decía un político cimarrón aquí en Coahuila: “Vale más ser injuriado, difamado, juzgado y condenado, que ser ignorado”.
De paso, el Partido Acción Nacional prueba sus piezas políticas para desconectar los goznes foxistas de su maquinaria electoral y poner en funcionamiento aquellos engranes que puedan moverla con mayor y mejor eficiencia pública. Se dieron cuenta que su partido no tiene el “pegue” que estrenaron en 2000, cuando la alternancia política olía a perfume de automóvil nuevo y aparecían apellidos nunca antes vistos, oídos y votados en las listas de aspirantes a los cargos de elección popular. Pero el decurso de Cronos es carajo: no perdona, ni reconoce militancias...
El PAN, el PRD o cualquiera de los pequeños partidos que en 2006 adornaron las boletas electorales con nuevos rostros han caído a la piedra de molino de los años; así le pasó al Partido Revolucionario Institucional, sólo que su deterioro mediático acaeció setenta años después de su fundación y las crisis de sus actuales competidores se producen apenas docena y media de años de estar en cartelera: un tiempo récord en que tanto los panistas y perredistas exhibieron defectos y carencias, usos y abusos de sus membresías copulares (en la Nación, en los Estados y en los Municipios) y algo imperdonable: un cínico manejo de los presupuestos públicos en beneficio de los políticos y los aprovechados que nunca faltan.
Por muchos años el PRI fue propiciatorio de los ataques furibundos de la derecha y de la izquierda. Nadie osaba salir a defenderlo. Sus últimos liderazgos fueron injertados en los últimos gobiernos federales para que nacieran hueros de ideología política, y dóciles a las consignas de las naciones más desarrolladas del mundo. El Partido de la Revolución Mexicana fue emasculado ante cualquier agresión y quedó inútil para defenderse de los ataques procedentes de todos los rumbos: políticos, mediáticos, económicos, sociales, eclesiásticos.
En tan febles circunstancias los antiguos dirigentes políticos fueron sustituidos por tecnócratas insensibles a las necesidades sociales. El PRI fue receptáculo de la peor adjetivación lanzada desde muchas trincheras y hasta las corporaciones políticas que antaño le habían servido de sostén se atrevieron a enderezarle críticas perniciosas y destructivas.
El devenir de continuas crisis económicas desde 1976 fue agravado con la aparición del conflicto de Chiapas y el posterior asesinato de Luis Donaldo Colosio, en 1993 aspirante del PRI a la Presidencia de la República. La sustitución del candidato asesinado pareció dibujada con maestría por los estrategas del Banco Mundial: Zedillo fue llevado de la mano hacia su destino. Por desgracia, México iba con él.
Ahora presenciamos el verdadero nudo del drama mexicano. Agotadas y agitadas por la mala política, las reservas petroleras de México vuelan en el tapete persa de la discusión. Así como volaba Aladino en nuestros sueños infantiles. Sólo que ahora los veneros de aquel petróleo que nos heredó el diablo está a una mayor profundidad y es compleja su explotación; pero es nuestro, dicen, y está en el inventario nacional de los desastres aunque no lo deje salir de allí nuestra mal dada política. Las próximas elecciones estatales y federales tendrán que dar la penúltima vuelta de tuerca a nuestro devenir político, para bien o para mal. El PRI se consolida ahora en las entidades federativas, como lo hace en Coahuila.
El PAN se preocupa y busca al hombre milagroso que lo mantenga en la Presidencia de la República. Y mientras eso llega, el PRD tendrá de afrontar la decisión de cómo deshacerse de esa desgracia nacional que nos entretiene y nos detiene: Andrés Manuel López Obrador.