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España presente en la Berlinale

Penélope Cruz acaparó las miradas en su presentación en la Berlinale. (Fotografía de EFE)

Penélope Cruz acaparó las miradas en su presentación en la Berlinale. (Fotografía de EFE)

EFE

La española Penélope Cruz y el británico Ben Kingsley brindaron ayer por un gran domingo de cine sobre la alfombra roja de la Berlinale con Elegy, de Isabel Coixet, una reflexión sobre un amor que nace moribundo porque surge del miedo a envejecer.

Espléndida y felina, Penélope, e impecable como siempre, Sir Kingsley, la pareja protagonista de Coixet dejó el festival con la gratificante sensación de haber entrado en la vía del gran cine, efecto al que contribuyó otro film a concurso, la iraní Avaze Gonjeshk-Ha, de Majid Majidi.

Elegy reproduce una “inteligente y sutil forma”, en palabras de Coixet, de reflejar la agonía que se plantea en la novela de Philip Roth The Dying Animal, sobre la que está tejido el guión.

“Tuve la mejor pareja de baile que uno pueda tener para perder miedos a que algo pueda salir mal”, apuntaló Penélope, en dirección a Kingsley, en un tono que iba más allá del piropeo habitual entre compañeros de rodaje. “Es un monstruo”, resumió luego la actriz, respecto a un actor al que le cuadra perfectamente el título de Sir.

Fue un “trabajo intenso”, dijo Kingsley, en pos de plasmar “nuestras “vulnerabilidades”, en lo que el actor británico dijo haberse sentido “paulatinamente más seguro, respaldado por esas dos mujeres”. O sea, Coixet y Cruz.

Elegy parte de una situación más que previsible: él es un profesor y crítico televisivo de literatura, acostumbrado a acostarse con una estudiante en cuanto acaba la relación docente, por eso de no meterse en líos.

Vive en un mundo de seres mimados, que conducen buenos autos, comen en buenos restaurantes y tienen, además, una novia de su edad estupenda, lo que no les impide ser infieles. Esta vez, la elegida será una muchacha de origen cubano, Consuela, o sea Penélope, lo que evidentemente deja de ser un caso más.

Si cada episodio amoroso era un intento de tomarse un antídoto contra la vejez, esta vez se genera el efecto contrario. Irse a la cama con una estudiante treinta años más joven significa empezar a contar desde el primer día cuándo se le irá con un hombre de su edad.

El cáustico profesor con respuestas rápidas para cualquier pregunta incómoda -matrimonio, fidelidad- queda incapacitado para la reacción y se convierte en un amante enfermo de celos.

Coixet, quien en 1994 estuvo en la Berlinale con “Cosas que nunca te dije” y en 2002 compitió con “Mi vida sin mi”, regresó así con otro film rodado en inglés que exhibe maestría, además del cuerpo hermoso de Cruz, y apuntalado en el texto de Roth.

“Tuvo un contacto muy estrecho. Me llamó, el día antes de empezar a rodar, y me dijo que tuviera en cuenta que el cuerpo tiene más memoria que el cerebro”, explicó Coixet.

En el cuerpo de Penélope empieza todo y ahí regresa también la atención, cuando la relación parecía haberse extinguido. “No es una película sobre la enfermedad, sino sobre la belleza y la pérdida de ello”, explicó Coixet, sobre la inversión de los papeles que finalmente se genera, evidencia de que no todo se decide en función de los polos vejez-juventud.

Elegy compartió el primer domingo de la Berlinale con la iraní Avaze Gonjeshk-Ha -The Song of Sparrows, en inglés- un film que se mueve en la línea de la poética cinematográfica habitual en esa cinematografía.

Rodada en parte en el bullicioso Teherán, en parte en el campo, el film de Majidi refleja las vicisitudes de un padre de familia que pierde su empleo en una granja avícola por culpa de un avestruz indómito y que se busca la vida como taxista en moto en las calles de la capital.

Se trata de todo un ejercicio fotográfico, desde el filosófico y fotogénico movimiento del avestruz de su desespero a los múltiples pasajeros que le salen al paso, transporte de antenas de televisión o frigoríficos incluidos.

Tras la perfección estética se encuentra la filosofía del hombre confrontado a la tentación de vender su alma buena a la avaricia, de la que se libra gracias a un infortunado accidente, seguido del regreso al corral del bendito avestruz.

Sábado de cine en Alemania

Eduardo Noriega presentó el sábado en el festival de cine de Berlín Transsiberian, una co-producción española dirigida por el estadounidense Brad Anderson en la que interpreta a Carlos, un sensual y enigmático trotamundos “bastante jeta”, según reconoce el actor.

Noriega ha destacado la “factura impecable” y lo “impredecible” de la cinta, que narra las peripecias de un matrimonio, interpretado por Woody Harrelson y Emily Mortimer, que decide embarcarse en un accidentado viaje en tren entre Pekín y Moscú.

El actor asegura que ha sido “un verdadero lujo” haber trabajado con Anderson -”que sabe crear atmósferas como nadie”- y compartir cartel, que no escenas de metraje, con el magistral Ben Kingsley, de quien aseguró que es “uno de los mejores actores europeos” y un intérprete “serio, profesional y muy correcto”.

La película, rodada en inglés y producida por España, Alemania, Gran Bretaña y Lituania, alterna el ambiente cálido y claustrofóbico del tren con la desolación y el frío extremo de la vasta estepa rusa. A bordo del “transiberiano”, el periplo de Harrelson y Mortimer entronca con el de Carlos y Abby (Kate Mara), dos aventureros enigmáticos en busca de dinero y emociones y con el del inspector ruso Grinko, interpretado por Kingsley, que investiga la turbia desaparición de un gran alijo de cocaína.

Para Noriega, la mayor dificultad de su papel radicó en “hacer creíble” la ambigüedad del personaje de Carlos, que debía ser a un tiempo “encantador, arrogante y un poco jeta pero también simpático”. Satisfecho de la acogida que la cinta recibió en el último festival de Sundance, Noriega asegura que le “encantaría” poder trabajar en Hollywood “pero no en cualquier cosa” y poder alternar esas películas con otras cintas en Europa y España.

Asimismo, Noriega asegura que le encantaría volver a coincidir en un rodaje con la actriz española Penélope Cruz, con quien ya trabajó en Abre los Ojos (1997) de Alejandro Amenábar y que también presenta en la Berlinale Elegy de Isabel Coixet, aunque considera que ella juega ahora “en una liga superior” y augura el Oscar a mejor actor de reparto para Javier Bardem.

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