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Estornudo y pulmonía

Hora cero

Roberto Orozco Melo

No hay buenos augurios en lo económico para nuestro país. Más bien dicho: no los hay para todos los países del mundo. Por más que el deseo de felicidad sea sincero es imposible hacer que coincidan la esperanza y la realidad. Los signos de la economía y las finanzas privadas y públicas se contemplan difusos, confusos y profusos..

Estados Unidos no anda bien, el resto del orbe tampoco y nosotros sólo estamos esperando a que la economía mundial truene. ¿Quién es el culpable? preguntamos a un coahuilense que milita en el PAN y ahora es funcionario federal del sector económico. “¡Sabe!” repuso y nosotros colegimos: más bien no sabe. No lo juzgamos ya que no hay quién pueda decir lo que sucede en la tierra en materia económica; desde el bolero que lustra zapatos en cualquier plaza mexicana, que no tendría por qué saberlo, hasta el Presidente de la República que se supone debería estar enterado de todo lo que acontece en el país para orientar al pueblo que lo eligió.

Don Felipe Calderón Hinojosa dio un mensaje público el martes siete de enero de 2008 como cordial salutación de Año Nuevo; pero discretamente evitó describir lo que nos espera en el caso de una crisis monetaria en Estados Unidos. El álgido marco de la economía y las finanzas ha sido siempre nuestro doloroso talón de Aquiles.

De la propia boca presidencial nos enteramos que el Gobierno seguirá impulsando al campo mexicano con una inversión de más de 200 mil millones de pesos concretados en créditos y apoyos diversos para los agricultores; igual encomió al Tratado de Libre Comercio de América del Norte como un estimulante para la producción agrícola de México y anunció estar muy alerta para actuar con enérgica firmeza en los casos de abusos o alzas de precios. Después echó muchas porras a la exportación de vehículos armados en las plantas automovilísticas instaladas en el interior del país y fue innecesariamente discriminador al citar con especial énfasis a las entidades con plantas armadoras omitiendo a Saltillo, en Coahuila, quizá para evidenciar desinterés o desprecio al esfuerzo que en ese mismo sentido hacen las plantas automotrices de nuestra entidad.

Después en el tiempo futuro de los verbos informó que su Administración tomará medidas para que el crecimiento económico y el empleo no se detengan, a pesar del bajo desempeño de la economía de Estados Unidos. Entre dichas medidas está la reducción del 30 y el 50 por ciento en las tarifas eléctricas industriales en horas punta para que las empresas ganen competitividad. Cuánto nos hubiera gustado oírle decir que también reduciría las tarifas a las clases medias bajas y a los hogares en pobreza a quienes la Comisión Federal de Electricidad arranca literalmente la piel en cada bimestre mediante incrementos en los cobros, lo mismo que hacen las empresas extranjeras que explotan el suministro de agua potable y de gas natural...

Siempre en el tiempo verbal futuro el presidente Calderón Hinojosa anunció que habrá más recursos para la infraestructura, (que dará) más atención a los menores recién nacidos así como a las personas de la tercera edad y que se redoblarán los trabajos en contra de la inseguridad y el crimen organizado.

Pero sucede que hablar con promesas de cumplimiento futuro, cercano o lejano, es un recurso para la demagogia, no para la democracia. Vale recordar las frases vestigios de omnisciencia que escribieron los famosos siete sabios de Grecia en uno de los muros de Delfos; especialmente las sentencias de Pitaco de Mitelene quien junto a otras ahí marcadas anotó sencillamente “Lo que vas a hacer no lo digas”, o lo que sería lo mismo, “mejor di lo que hiciste”.

Alguien en los bancos estadounidenses confió demasiado en impulsar la economía de aquel país mediante el otorgamiento de créditos hipotecarios, pero la recesión económica les ganó la carrera y los bancos de USA están ahora como estuvieron ayer los nuestros: ahítos de casas embargadas que tendrán que vender a precios de remate. ¿Qué hará Bush en estas circunstancias? Los que saben de estos intríngulis aseguran que están cerrados los caminos para evitar una deflación, y ello equivale a reducir el circulante en el mercado fiduciario, vale decir los billetes. Lo que sigue es precisamente la deflación, el tronido, el crack financiero. Y ya sabemos, si en Estados Unidos estornudan, acá nos da una pulmonía cuata.

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