Nada más importante en estos tiempos de intensa transición que asegurarnos que las acciones que tenemos que emprender como comunidad se ajusten a las finalidades últimas de procuración del un estado de bienestar y justicia.
Las crisis financieras y económicas que estamos presenciando en los Estados Unidos y que se que replican y repercuten en prácticamente todo el mundo, son consecuencia directa del distanciamiento de las conductas de instituciones pública y privadas de la ética, entendida ésta como la acción que se confirma a las normas de la moral.
“La Ética en la Función Pública”, el libro de María Elena Álvarez Bernal, que acaba de presentarse en el Museo de las Intervenciones en la Ciudad de México, se dedica a explorar el vasto tema de la Ética en la Política y en la actuación del funcionario público. Su texto recorre el vasto ámbito desde la base filosófica de lo que puede considerarse “ético” hasta la descripción detallada de las medidas que se han tomado en muchos países para limitar el ejercicio del poder y de la función pública a fin de buscar que efectivamente sirvan éstos para alcanzar en la sociedad el respeto a las normas de convivencia y justicia.
La ética, la integridad y la honestidad de los funcionarios deben ser los pilares de la función pública a fin de garantizar la credibilidad y legitimar las acciones de Gobierno. En este sentido, la lucha contra la corrupción debe estar sostenida por un conjunto de valores que todos deben de conocer, respetar y promover, a fin de que se perciba y se distinga claramente aquello que es deseable para el bien común y lo que sólo beneficia a unos cuantos.
El libro describe las instituciones que tienen que ver con la vigilancia de la conducta de funcionarios para impedir que el abuso de sus atribuciones vulnere el interés colectivo. Modernamente hay códigos de ética que fijan normas de actuación en áreas específicamente económicas como el ejercicio de presupuestos o bien la asignación de contratos dentro o fuera de sistemas de licitaciones.
El tema de la ética, no sólo debe aludir al comportamiento de los individuos que de alguna manera tienen responsabilidades públicas El intento de separación de las normas éticas de los principios morales que prevalece en las sociedades modernas ha resultado en la falsa percepción de que la ética es una categoría de valoración exclusivamente personal y que la actuación del individuo como miembro de la sociedad pertenece a un ámbito distinto.
Así la corrupción y la ética marcan la gran bifurcación que se presenta ante las sociedades. La primera, si bien se arraiga en los espacios de negociación y permisividad, cancela la posibilidad del fortalecimiento del Estado de Derecho.
Hoy en día es opinión generalizada que a las sociedades modernas debe bastarles el derecho para solucionar los conflictos políticos que anteriormente resolvía la razón moral. Sin embargo, ante la creciente corrupción visible en las instituciones públicas, en la Iniciativa Privada y en el mundo de las finanzas, la ética cobra hoy más que nunca actualidad como una exigencia inaplazable al constatar que no basta el Estado de Derecho para frenar la impunidad que crece en las instituciones públicas y privadas.
Mucho se ha dicho en las últimas semanas que la crisis financiera de los Estados Unidos es producto de la ambición desmedida de unos cuantos amparados por la corrupción de las instituciones.
Urge nuevos reglamentos y normas más estrictas en los sistemas financieros. Pero más importante aún, se necesita arraigar una conciencia ciudadana sustentada en principios y valores. Sólo así podremos exigir y demandar honestidad y transparencia a las autoridades. Requerimos normas que se ajusten a las finalidades últimas de procuración de un estado de bienestar y justicia.
juliofelipefaesler@yahoo.com
Coyoacán, Octubre, 2008.