Chantal Sébire, una profesora retirada francesa, padecía de un extraño cáncer en la cara. (Archivo)
Chantal Sébire, una profesora retirada que padecía un tumor incurable en la cara fue hallada muerta el miércoles pasado en su domicilio al Este de Francia.
Unos días antes la justicia francesa le había negado el derecho a morir. Chantal Sébire, una profesora retirada que padecía un tumor incurable en la cara fue encontrada muerta el miércoles pasado por la noche en su domicilio en Plombiéres-lés-Dijon, al Este de Francia. Autoridades judiciales francesas confirmaron ayer que falleció por una sobredosis de Pentobarbital. La autopsia practicada arroja una concentración elevada de este barbitúrico utilizado con mayor frecuencia en el sector veterinario y cuya venta no es accesible en farmacias. Una investigación queda abierta para conocer las condiciones en que Sébire tuvo acceso a este fármaco, que en Estados Unidos se utiliza en el suicidio asistido.
Su rostro deformado y su expresión de dolor estuvo presente entre los franceses en los últimos días. Durante ocho años, esta mujer de 52 años y madre de tres hijos padecía el martirio provocado por un tumor incurable y extraño en la cara. El 19 de marzo la Policía confirmaba su muerte hacia las siete y media de la noche y no se conocían los detalles; ahora se sabe que el barbitúrico entró a su cuerpo por la vía oral. Su deceso levanta hoy una ola de reflexiones luego que un par de días antes de su deceso, la justicia francesa le había notificado su rechazo a permitirle morir. En Francia está prohibida la eutanasia. El fiscal de Dijon, Jean-Pierre Alacchi, anunciaba este jueves los resultados de la autopsia.
Esta profesora retirada le habría pedido a su médico que le suministrara una dosis mortal de Pentobarbital, un anestésico descubierto entre 1930 y 1935. Entre sus contraindicaciones se encuentra la insuficiencia cardiaca severa. La muerte de esta mujer ya no es un misterio. La semana pasada tras conocerse su muerte, el primer ministro francés, François Fillonexponía dijo que era necesario evaluar la Ley Leonneti, decretada en julio de 2005 y que instaura en Francia el derecho a “dejar morir” a una persona, pero prohíbe la eutanasia activa.
PIDEN ANALIZAR LEY
La Ley de 2005 autoriza la eutanasia pasiva que consiste en dejar morir al paciente. Sin embargo, los redactores de este marco legal, entre ellos el diputado del Partido Socialista, Gaëtan Gorce, se pronuncian por hacer algunas modificaciones a esta legislación, entre ellas el que se considere una fórmula de excepción que permita que en casos como el de Chantal Sébire, se cuente con una autoridad independiente que atendiendo cada caso, pueda autorizar a un médico administrar una inyección letal.
Por su parte, el profesor Jean-Claude Ameisen, miembro del Comité Nacional de Ética comentaba sobre esta posible excepción tendría que estudiarse. La mayoría de los países de la Unión Europea no autoriza la muerte asistida, salvo Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
En 2005, la francesa Marie Humbert le provocó la muerte a su hijo Vicente, de 22 años, tetrapléjico, sordo y casi ciego. Tenía tres años pidiendo morir en su cama de hospital. Hoy esta mujer es una de las principales activistas en Francia a favor de la eutanasia.
En 1998, el caso de Ramón Sampedro abrió el debate sobre la muerte asistida en España. La historia de este tetrapléjico de 55 anos puso en evidencia a la justicia española para hacer respetar la prohibición de la eutanasia. El suicido de este gallego implicó a 11 personas involucradas en su muerte al ayudarle a consumir cianuro diluido. Seis años más tarde, su historia era revivida por el recién galardonado con un Oscar, Javier Bardem. La película Mar adentro, de Alejandro Aménabar, mostraba la incapacidad de la justicia española para cerrar este caso. Los jueces terminaron por no determinar responsabilidad penal a ninguno de los implicados.
Ocho años después, Italia se enfrentó al debate mediático sobre el suicidio asistido ante el caso de Piergiorgio Welby, un sexagenario parapléjico. El 20 de diciembre de 2006, también en miércoles por la noche, Welby, activista y poeta, dejó de luchar para obtener su derecho a morir. Entonces, su médico, Mario Riccio, reconoció haberle ayudado a morir desconectándole el respirador artificial que le mantenía vivo. En este caso la justicia italiana, del entonces presidente Giorgio Napolitano, tampoco estableció responsabilidad penal, mientras que la Iglesia rechazó los funerales religiosos de Welby, quien padecía una distrofia muscular desde los 16 años.
Por ahora, en Europa sólo Bélgica y Holanda son los únicos países donde la muerte asistida por un médico es legal cuando el paciente lo solicite. Y cobijado por este derecho, también en miércoles, el célebre escritor belga, Hugo Clauss, quien padecía Alzheimer, murió voluntariamente en Anvers, el mismo día que lo hacía la francesa Chantal Sébire.
Piden que asistencia al suicidio sea materia en escuelas médicas
Dos diputados suizos han propuesto que la asistencia al suicidio sea una asignatura obligatoria en los cursos de formación del personal sanitario, tanto médicos como enfermeros.
El diputado verde Luc Recordon y el socialista Didier Berberat consideran que los médicos y enfermeros se verán tarde o temprano enfrentados a la situación de un suicidio asistido, por lo que es mejor que reciban preparación.
Por ello han pedido al Gobierno (Consejo federal) que se incluya entre las materias obligatorias en las Facultades de Medicina y escuelas especializadas.
Suiza autoriza actualmente la eutanasia pasiva -es decir, el cese de los cuidados de manera que se produce la muerte- y la eutanasia activa indirecta, la administración de un medicamento que puede provocar la muerte.
En ese caso, un médico puede proporcionar al paciente una sustancia letal, mientras no se haga por motivos egoístas y siempre que el enfermo sufra de una enfermedad incurable y que exprese su voluntad de forma clara y repetida.
Pero el médico o el enfermero no pueden, por sí mismos, matar al paciente aunque éste se lo pida.
En base a esta Ley, en Suiza funcionan varias organizaciones dedicadas a los suicidios asistidos, que en alguna ocasión han sido objeto de polémica por haber ayudado a morir a enfermos llegados de países vecinos, como Alemania, donde no se permite la eutanasia.
La propuesta de los diputados ha sido favorablemente acogida por el sindicato de enfermería, cuyo presidente, Pierre Theraulaz, señaló que “aunque los enfermeros no tienen grandes lagunas en la materia, sería una buena cosa que se formalice la cuestión para quitarle el lado tabú que tiene el suicidio asistido”.
El presidente de la federación de médicos suizos, Jacques de Haller, se mostró más reservado cuando señaló que “la ayuda al suicidio parte de una decisión personal del médico, pero no es parte de la actividad médica”.
“Formar sobre la relación con el paciente al final de su vida, aprender a analizar su capacidad de juicio, quince veces de acuerdo. Pero obligar a todos los estudiantes a seguir un curso de ayuda al suicidio no me parece adecuado”, señaló.