Las estadísticas dicen mucho, más cuando se suman las experiencias pasadas y los datos complementarios. Occidente está en plena decadencia y China resurge en todos los ámbitos, como una nueva potencia mundial, que se afana en construir una economía de país desarrollado.
La Olimpiada de Pekín, es sólo otra evidencia de lo predicho por los analistas internacionales; al finalizar la misma, los orientales obtuvieron 49 medallas de oro, contra 34 de los norteamericanos.
Expresado en costo-beneficio, los chinos fueron más eficientes en un 26% y si usted refiere el total de medallas, –107 de EUA contra 96 de los orientales– recuerde que algunos de los primeros lugares, ganados en el pasado por nuestros vecinos, ahora son segundos y terceros; es reflejo de disciplina, técnica, método y recursos de oriente, que de seguir así, aumentará hasta mostrar un medallero similar al de hace pocas décadas, donde la aplanadora norteamericana aprovechaba su marcada superioridad deportiva, evidencia de la boyante economía y civilidad logradas en la posguerra.
Ya conocemos otras evidencias: el índice de crecimiento chino –entre 1980 y 1988 fue 10.3%, cayendo al 4% en 1989, pero situándose en 2006 con 10.70%. En contraparte, EUA, tuvo financiamiento neto del exterior –balanza de pagos– por 230 mil millones de dólares, sumándose el déficit de la Casa Blanca, –aproximadamente 200 mil millones– arrojando un negativo de 430 mil millones de dólares. Actualmente, los vecinos del norte viven una de las más graves amenazas a su economía, incluyéndonos de paso.
Además: la fuerza promotora del desarrollo científico y tecnológico, cuantificado con el número de doctores especializados, es mayor en China que en EUA, y tienen más estudiantes en formación, hecho detectado con asombro de occidente, al analizar el crecimiento explosivo de la economía oriental.
China, adoptó ciencia y tecnología de occidente, sumándola a sus fortalezas, logrando enormes beneficios; le recuerdo algunas: la tenacidad, paciencia y perseverancia de sus ciudadanos; numerosa mano de obra barata, siempre dispuesta al esfuerzo y la capacitación.
Habrá que sumar la actitud, humildad y obediencia, así como el respeto por las instituciones, contrastando con las deficiencias que hemos ido adquiriendo en occidente con el constante relajamiento de la cultura laboral y social, dando ventajas competitivas, difíciles de combatir.
La industria oriental ha superado la mala reputación con que arribó al mundo comercial del siglo XX; aquella oferta de componentes con pobre calidad, ha avanzado a la mecánica computarizada, que además ha desplazado, por simple costo, a la americana o europea.
El desarrollo científico en comunicación también marca diferencia y el militar avanza aceleradamente, aunque aún exista amplio margen en tecnología de guerra, que permite a EUA tener dominio, cuando menos hasta mediados del presente siglo, aún cuando los orientales ya colocaron sus primeros hombres en el espacio.
Es verdad que aún existe pobreza extrema, cuantificada en muchos millones de chinos, quienes han soportado buena parte del sacrificio para que la República pueda despegar; sin embargo, habremos de reconocer sus importantes avances, que repercuten en nuestra economía alimentaria. Le recuerdo la escasez de granos y cereales, reflejados con los altos costos en occidente, en parte, comprendida por la demanda, cada vez mayor, del oriente, donde se están comiendo el arroz, maíz y frijol –como ejemplos– que faltan y se encarecen en América. Usted sabe: a esos comensales agregue los indios, quienes también mejoran sus condiciones económicas y alimentarias.
El mercado de consumo chino, se ha transformado en el “bocado más apetitoso” del mundo occidental. Coches de lujo, motocicletas deportivas, televisores, casas-habitación y otros parámetros de medida del crecimiento económico, tienen como mayores consumidores a los orientales.
Hay otras muestras del deterioro occidental, que podemos pasar desapercibidas. Todos disfrutamos de la inauguración de las Olimpiadas y nos maravillamos del uso de la tecnología de punta; desde equipos electrónicos computarizados, hasta calidad de servicios para deportistas, periodistas y turistas.
La clausura ofreció otra fina evidencia: la plasticidad de grupos coreográficos y de apoyo con varones que derrochaban fuerza y virilidad, que bien podemos comparar con el concepto “unisex” de occidente. Entre las muchas imágenes, apareció una sugestiva: el atleta de fisonomía europea, que festejaba amistosamente con un chino; el primero vestido de chaqueta blanca y camisola de estampados en colores pastel –modernidad occidental–; el segundo, con saco formal azul marino, camisa de cuello alto y corbata de nudo perfecto –austeridad conservadora–. ¿Recuerda a la Roma Antigua?
Son reflejo de ambas sociedades; le dejo a su reflexión las muchísimas diferencias observadas.
Si la Olimpiada de Pekín –Beijing en mala adaptación al oído de la palabra pronunciada en ese idioma– dio muestras de desarrollo tecnológico, más importante es el análisis y las enseñanzas que nos debe dejar en términos de humanismo y cuidado integral de las personas. ¿Quién tendrá la verdad?
ydarwich@ual.mx