Un policía haitiano amenaza con disparar bombas lacrimógenas para dispersar a la gente y controlar el ingreso a las ruinas del edificio en el destruido colegio La Promesa, en Petion Ville en la periferia de Puerto Príncipe (Haití). (EFE)
Haitianos enfurecidos invadieron ayer los escombros de una escuela desplomada para exigir a los rescatistas que aceleren la búsqueda de víctimas, en momentos en que las autoridades temen por la estabilidad de otros edificios en esta empobrecida nación.
El derrumbe de la escuela de tres pisos, donde murieron por lo menos 90 estudiantes y adultos en un barrio pobre cerca de una zona de personas afluentes cerca de Puerto Príncipe, ha captado la atención mundial hacia esta nación de pobreza crónica y desorden, cubierta de caóticos vecindarios donde los códigos de construcción suelen ser ignorados.
El presidente René Preval, que ha realizado varias visitas al lugar del desastre, responsabilizó a los constantes cambios de Gobierno y a la falta de supervisión de los inspectores por el derrumbe en la escuela College La Promesse.
“Existe un código, pero ellos no lo respetan. Lo que necesitamos es estabilidad política”, dijo Preval.
Stephen Benoit, representante de Petionville en el Parlamento, calificó la tragedia como “una ocasión ideal para abordar la anarquía en la construcción”.
“Necesitamos una nueva ciudad. Esta es una catástrofe, pero se producirán muchas más”, indicó Benoit, quien propuso que el próximo año el Gobierno congele gastos tales como automóviles y viajes oficiales a fin de ayudar a financiar la construcción de asentamientos sólidos.
Benoit calculó que unos dos millones de haitianos viven en barrios precarios en la nación caribeña de nueve millones de habitantes. Los cerros de Haití están cubiertos de viviendas endebles, iglesias y escuelas construidas sin cumplir con los códigos, como la que se desplomó el viernes.
Las cuadrillas de rescate, entre ellas un grupo estadounidense del condado de Fairfax, Virginia y bomberos franceses de Martinica continuaban buscando sobrevivientes y víctimas por tercer día el domingo, valiéndose de cámaras digitales atadas a bastones entre los escombros de la escuela derrumbada.
Pero la furia cundió entre miles de haitianos que observaban las tareas de rescate bajo el ardiente Sol, mientras el hedor de cadáveres descompuestos comenzaba a ascender debajo de los escombros.
Un centenar de hombres se apresuró a subir hasta una acumulación de escombros y trataron de levantar una pesada plancha de concreto que los bomberos temían podría causar un nuevo derrumbe.
Miles les aclamaron y gritaron “¡no necesitamos dinero para hacer el trabajo!”. Circularon rumores de que los rescatistas internacionales trabajaban lentamente para inflar sus salarios.
Cuadrillas de rescate haitianas lograron encontrar a cuatro estudiantes vivos y los llevaron corriendo en brazos hasta las ambulancias, explicó el portavoz de la Policía de la Organización de las Naciones Unidas, André Leclerc.
Leclerc dijo que no sabía si las dos niñas rescatadas, de 3 y 5 años, y los dos niños, uno de 7 y un adolescente, habían resultado heridos de gravedad. Además de los 88 estudiantes y adultos hallados muertos, al menos 150 personas han sido atendidas por lesiones sufridas en el derrumbe.