Creo que con la excepción de nuestros políticos, cuya carencia de corazón y cerebro no podría ser más patente, la inmensa mayoría de los mexicanos decentes y sensatos, usted y yo, amigo lector, estamos hartos de que noticieros y periódicos se encuentren llenos de noticias acerca de ellos y sus impresionantemente escasos logros. En especial porque esas notas, en su mayoría, no contienen ideas dignas de ese nombre; o las que se aventuran a ver la luz proceden de tatemas cuyos IQ’s, resulta notorio, no pasan de dos dígitos. La política en nuestro país es de nivel tan bajo y primitivo que, si los medios tuviéramos sentido común, sencillamente dejaríamos de dedicarle espacio y tiempo a ese inútil y carísimo ejercicio.
Lo peor es que esa misma inercia se da en otros rubros del ámbito noticioso. Lo estridente, negativo y escandaloso es lo que pide el culto público, y con frecuencia eso es lo que le suministramos. Pareciera que nuestro mundo está poblado de engendros, monstruos, imbéciles y endriagos, y sólo de eso se hablara. Así, sabemos más de la nada edificante vida de una barbajana cubana llamada Niurka, que de los esfuerzos y logros de las personas que manejan la Casa del Niño o el Instituto Lagunero para la Audición y el Lenguaje, por citar sólo dos ONG’s de las muchas que hay en Torreón que merecen y necesitan nuestro apoyo… y de cuya existencia hay muchos laguneros que ni se han enterado. Aunque eso sí, conocen las costumbres y hábitos sexuales de Niurka mejor que los suyos propios.
Y no se crean que el problema sea exclusivo de México. No, en todos lados la gente se queja de que sólo recibe malas noticias, las que ponen a la especie humana de la basura, y que no dan motivo para ser optimistas ni nutrir la esperanza.
Ah, ¡pero hubo quien decidió hacer algo al respecto!
La semana pasada, el senado de Romania (como insisten por allá que debe escribirse el nombre de ese país, cuya esencia proviene de los antiguos romanos) aprobó una Ley según la cuál los noticieros de radio y televisión deberán de tener por lo menos un 50% de notas positivas, alegres, optimistas o divertidas. El alegato es que las malas noticias abruman a la gente y terminan de plano enfermándola. Así que, por motivos de salud pública, los noticieros electrónicos rumanos (en el gentilicio, ahí sí) deberán dedicarle al menos la mitad de su programación a lo bueno, bello y positivo que, si uno se fija con atención, está presente en este Valle de Lágrimas.
Por supuesto, el asunto tiene sus bemoles. ¿Quién decide qué noticia es positiva y cuál no? ¿Y qué hacer con las ambiguas? Si me dicen que a Napito lo metieron a la cárcel, para mí ésa es una nota alegre y optimista, no una negra y deprimente. Ahora sí que, como decían los viejos anuncios de la revista TIME, las noticias, como el arte, están en el ojo del espectador. A ver cómo le hacen en Romania. Estaremos pendientes.