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Fealdades de Torreón

Las laguneras opinan...

María Asunción del Río

Nos choca que nos digan feos. Aunque el espejo lo grite cada vez que pasamos frente a él, toleramos el mensaje culpando a la luz, a las irregularidades de la superficie, al ángulo en que está situado… ¡pero que nadie nos lo diga! El espejo de una ciudad no son cristales colocados en cada esquina, ni las vitrinas de negocios y edificios ni las ventanillas de los automóviles, aunque todos reflejen sus detalles: el espejo de una ciudad son los ojos de sus habitantes y de quienes por ella transitan. Yo quiero mucho a mi ciudad, pero noto sus fealdades y quiero denunciarlas, porque callar es una forma irresponsable de consentirlas y multiplicarlas.

Este año he tenido necesidad de viajar con frecuencia, lo cual implica no sólo visitar otras ciudades, sino salir y entrar constantemente a la mía, de modo que el contraste y la confirmación de lo que veo es inevitable. Qué feo, qué sucio está Torreón. No hablo de las colonias residenciales de primer nivel socioeconómico que son y se mantienen bellas, lo mismo que (algunas) instituciones educativas y empresariales que intramuros mantienen el orden, la limpieza y el cuidado estético de su entorno. Me refiero a todo lo demás, que es la mayor parte: calles y barriadas, edificios públicos, bulevares, calzadas, espacios recreativos, oficinas, estaciones, escuelas, mercados, hospitales, iglesias, entradas y salidas. Ya sabemos que el polvo es la cuota que pagamos los torreonenses por no vivir en una zona de catástrofes naturales, pero la fealdad de la que hablo no se limita a la tierra característica de nuestra región. Hablo de basura, suciedad humana, desperdicios, hedores, baches, paredes descascaradas, baldosas rotas, pilas de triques, cerros de chatarra, edificios en ruinas y tantos otros que se quedaron a medias; forestación agonizante y esqueletos de la que ya murió, bardas y paredes pintarrajeadas y llenas de pegotes viejos y nuevos: propaganda política, artística o simplemente grafitería que, en su revoltura, en la superposición de ideas, en sus mensajes contradictorios y en su efecto destructivo reflejan el caos de la ciudad.

Al llegar a Torreón lo primero que percibe es el olor. Ya no son las antiguas emanaciones de la metalúrgica, sino un olor orgánico desagradable que muchos achacan a los establos, al alimento para las vacas, a los pollos, los desechos de compañías de productos alimenticios, la quema de materiales, los tiraderos de basura… Siendo el olfato el sentido más fugaz (nos acostumbramos rápido), aquí las emanaciones persisten a medida que nos adentramos en la ciudad: huele mal y eso es un problema ecológico que pudiera considerarse área de oportunidad para las autoridades correspondientes, no sólo en pro del bienestar popular, sino para intentar la recuperación de materiales para usos más productivos.

Hoy por hoy la mayor calamidad urbana son las vialidades. Acceder a la ciudad viniendo de Matamoros es un calvario que nos remite a la frustración del DVR y se recrudece con los cientos de metros que ocupan sus ruinas y la obra nueva, sustituta del antiguo complejo. Sé que para tener algo debemos sacrificarnos y que una obra vial implica periodos de molestia, ruido, suciedad, cambios de circulación, etc., todo lo cual se acepta ante la perspectiva de su futuro funcionamiento, pero en Torreón los tiempos se alargan demasiado, primero para decidir si algo se hace o no y luego para hacerlo. Las obras se eternizan, nos desesperan y nos dejan convencidos de su mala planeación. Pareciera que el trabajo se reparte a cuentagotas, pues las cuadrillas de operarios son mínimas y los resultados no llegan. Después de tanta espera, se quiere hacer todo al mismo tiempo, abriéndose montones de calles, lo que desquicia y hace peligroso el tráfico: sin previo aviso, conductores y peatones amanecen cada día con un nuevo bloqueo que les dificulta el tránsito e impide la llegada puntual a su destino. La cereza del pastel es siempre la misma: ausencia de señales visibles, claras, pensadas para la satisfacción de la ciudadanía.

¿Por qué mi ciudad no se interesa en el bienestar de sus habitantes? Todo parece hacerse para complicar las cosas, para fastidiar a la gente e impedirle que logre de una vez y cómodamente sus objetivos. Ésta es otra de nuestras fealdades y tiene qué ver con la actitud de las personas. Por ejemplo, si va usted a una oficina de Gobierno, además de entretenerle meses un trámite que finalmente se realiza en segundos mediante la computadora, le entregan sus documentos, pero con la consigna de que tiene que ir a sacarles copia y llevarlos de nuevo. ¿Qué? Si se necesitan copias, ¿por qué no las incluyen en el trámite? ¿Y si todo tiene qué copiarse en fotostática, por qué no tienen una copiadora ahí? Hay varias oficialías en una misma cuadra y siendo que todas exigen la copia de documentos, no cuentan con una máquina para hacerlo, obligando al usuario a perder otro día de trabajo. Sobra decir que todo podría resolverse con un duplicado de la misma computadora que generó el documento.

Falta imaginación, falta visión emprendedora y, especialmente, falta espíritu de servicio y de atención al público. En este último rubro lleva las de ganar el IMSS. Usted dirá que es tema conocido y que la institución adolece a nivel nacional de ineficiencia y mal servicio. Es cierto; sin embargo, hay particularidades infortunadas que distinguen a las clínicas de Torreón, tales como la falta de higiene, el desorden en la operación, el maltrato a pacientes y la actitud de muchos médicos y empleados administrativos. La semana pasada estuve en la Clínica 16, realizando (sin éxito, claro) un trámite médico-burocrático. Tuvieron que examinarme varios doctores para constatar el estado de mis ojos, luego de cinco cirugías y tres trasplantes, realizados todos fuera del Instituto y a costa de mi bolsillo. No obstante los reportes médicos que me acompañaban y lo delicado de mis intervenciones, en ningún momento mis examinadores se lavaron las manos (tras decenas de pacientes atendidos), no se tomaron la molestia de vigilar la limpieza de sus instrumentos, los aparatos que pegaban mis ojos, ni parecían notar las costras de mugre que había en el piso, justo bajo el instrumental con que me examinaban. Ni para mí ni para cualquier otro paciente hubo un manejo aséptico que previniera males mayores a los que ya llevábamos. Después de cinco horas regresé a mi casa y al día siguiente requerí atención médica urgente, pues mi ojo amaneció con tremendo derrame y visos de infección. ¿Cuántas personas enfermarán en el IMSS por la indiferencia de sus administradores y la irresponsabilidad de sus médicos? Estoy segura de que si hicieran una investigación y sacaran números, el problema les parecería real y las cosas podrían cambiar. Igual que si evaluaran el beneficio de utilizar los sistemas electrónicos con que cuentan para manejar expedientes, en vez de las colas interminables de pacientes que deben pedirlos y entregarlos a su médico.

Creo que muchas de las fealdades y problemas de Torreón, pudieran resolverse con creatividad e imaginación bien enfocada de las autoridades. Si entre los grandes problemas destaca el del desempleo, ¿por qué no contratar gente para limpiar calles, jardines, paredes? Así los vemos en muchas ciudades de México y del mundo, recogiendo cada papel y cada señal de basura, con lo que ellos ganan y la ciudad también. Si se cuenta con equipo de cómputo para almacenar información y mejorar las operaciones de oficinas y hospitales, ¿por qué no capacitar a personas sin empleo para manejar esos sistemas y hacer más cómodo, eficiente y seguro el trabajo? Seguramente la mayoría de quienes en las calles ofrecen limpiar el parabrisas del auto se sentirían privilegiados si tuvieran el trabajo seguro de asear oficinas, pasillos, banquetas, o separar y reciclar los materiales que bordean avenidas y carreteras, para despejar el lugar y darle mejor destino. Todos saldríamos ganando.

Para embellecer nuestra ciudad, hay que observarla y reflejarla en su verdad, sólo así podremos saber qué le hace falta para ponerse guapa y que se antoje visitarla. Sé que usted habrá visto con mucha más claridad lo que yo apenas percibo. Ojalá sugiera acciones para transformar las fealdades de Torreón en la belleza y dignidad que le merecen sus años.

maruca884@hotmail.com

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