Estando las cosas como están, para algunas personas puede resultar insultante el que les pregunten qué tan felices están. Las respuestas esperadas pueden ir desde un gruñido quejumbroso a un golpe seco a la mandíbula del preguntón. Al menos, eso sería lo que indica el sentido común… que bien sabemos, es el menos común de los sentidos. Si no, pregúntenle a Andrés López y su movimiento de descerebrados.
Pero también sabemos que la felicidad es un estado mental, que no necesariamente tiene que ver con la terca, cochina realidad.
Algo así demuestra un reciente estudio de la firma encuestadora Pew Research Center de los Estados Unidos. Pese a que la campaña de McCain se hunde cual piano en el mar, y W. Bush disputa con enjundia el título del peor presidente de la historia de la Unión Americana y el peor evaluado en un siglo, un sondeo realizado hace poco encontró que un 37% de los republicanos se declara “Muy feliz”. En cambio, sólo un 25% de los demócratas manifestó sentirse así. Más aún, sólo el 9% de los republicanos se proclamó “No muy feliz”. Y a una semana de que Obama finalmente termine la pesadilla republicana de los últimos ocho años, un 20% de los demócratas, con cara de vinagrillos, se consideraron igual: no muy felices que digamos.
¿Por qué quienes la tienen perdida se consideran más felices que los que parecen ir en caballo de hacienda? Bueno, quizá porque los republicanos, en general, son más ricos. Y si el dinero no compra la felicidad, por lo menos parece que sirve para dar buenos anticipos.
Además, los republicanos suelen ser conservadores cerrados, a quienes no les interesa gran cosa lo que ocurre fuera de sus casas, sus bolsillos y sus barrios privados. Así que cosillas como el tsunami, la crisis africana del SIDA o los derechos de los babuinos y otros simios no les amargan el día. Ningún día.
Los republicanos suelen también ser más religiosos, tener familias más estables y empleos más duraderos, en comunidades más unidas. Todo ello sirve para sostener una visión benigna y rosácea de la vida.
La brecha de la felicidad entre demócratas y republicanos se registró por primera vez en 1972, y se ha mantenido desde entonces… incluso durante los exitosos años de Bill Clinton.
Y parece que el fenómeno es universal: en otros países con mediciones semejantes, el resultado es el mismo: los conservadores suelen considerarse felices en mayor número que los liberales.
¿Conclusión? Saquen la que quieran. A mí me late que en el caso de México los números darían como resultado… un país de infelices. En todos los sentidos.