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Fidel Herrera, destapado

Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Un contratista de obra pública en Veracruz, el ingeniero Jesús Alejandro Barbes Navarro, destapó al gobernador de esa entidad, Fidel Herrera Beltrán, como su candidato a la presidencia de la República: “Los verdaderos conocedores de la política saben que la auténtica esperanza del PRI para el 2012 está hoy en Veracruz”.

Barbes Navarro es propietario de Constructora Barbes, constituida en 2001, con domicilio en Boca del Río. Mantiene o aparenta una relación personal cercana con Herrera: entre las muchas notas singulares y aun chuscas del desplegado a dos planas laudatorias para el gobernador, aparece junto a él en una foto cuyo pie es deliberadamente equívoco: “Licenciado Fidel Herrera Beltrán, saliendo a trotar por la mañana, horas antes del evento con el Ingeniero Barbes Navarro”. No se sabe, en consecuencia, si corrieron juntos o lo hizo Herrera por su lado y sólo accedió a posar con su proveedor. Lo que puede afirmarse con certeza es que la publicación del mensaje “La marea roja pega fuerte en Veracruz” no pudo realizarse sin conocimiento previo del círculo gobernante en ese estado. Entre ellos se hace notar la participación de un “intelectual de las finanzas”, que no es más que el secretario del ramo, Javier Duarte de Ochoa. Lo contrario equivaldría a un suicidio para Barbes Navarro, cuya familia es protagonista frecuente de las páginas de “sociales” en la prensa veracruzana, pues empresas como la que encabeza prosperan o mueren según sea su relación con el Gobierno. Y el desplegado aparecido el domingo pasado en Proceso (en su número 1642 que está en circulación) se insertó allí obviamente como muestra de una cercanía o con gana ostensible de ganarla. De paso, sin que viniera al caso, Barbés Navarro calzó la segunda página de su mensaje con la frase “!el aborto no es la solución! Y una foto en espacio pequeño en que aparece el Papa con una paloma: supongo que no es el Espíritu Santo, pues supongo también que ese integrante de la Santísima Trinidad no se dejaría utilizar en una pieza de propaganda política.

Herrera aparece en cinco de las doce fotografías que ilustran el mensaje (y su hijo Javier Herrera Borunda en una más). Pero la cierta mesura aplicada a su presencia gráfica quedó neutralizada por el desbordamiento con que se le presenta en el texto, donde por ejemplo se dice que “todos los priistas del país asistieron al consejo político nacional”, falsedad evidente pues sólo acudieron los integrantes de ese órgano de Gobierno partidario, pero juzgada necesaria para dar fuerza a su afirmación de que “todos” ellos mostraron su “reconocimiento al trabajo electoral y al primer priista del estado de Veracruz, líder nato que ha ocupado todas (sic, de nuevo) las curules de representación popular”.

La propaganda afirma también con su peculiarísima sintaxis, que “el estado de Veracruz tiene un gran potencial de votos a nivel nacional (en otro pasaje se recuerda que sólo después del Estado de México y el DF), hasta ahora no había contado con un gobernador que encabezara el liderazgo del PRI, y demostrando que sabe ganar es un hombre con gran futuro político nacional donde los priistas lo abanderaron para que sea el símbolo y la representación de los veracruzanos en el país”.

Herrera se apresta sin duda a participar en la sucesión presidencial aunque tiene en su contra el lapso que media entre el fin de su sexenio y el momento de la selección del candidato. Aunque es un hombre con caudalosas finanzas personales y familiares, es difícil que mantenga su gasto para favorecer su imagen (que puede desplegar con recursos gubernamentales) durante más de un año en que carecerá de acceso al dinero público. Ante esa circunstancia Herrera cultiva sus relaciones con las familias pudientes de su entidad. Como ejemplo de esa táctica cito ahora, sólo como anticipo a un abordamiento directo al tema, su participación en la publicación del libro Vivir de pie. El tiempo de don Maximino, preparado por Rodrigo Fernández Chedraui, bisnieto del protagonista y dado a la estampa por los gobiernos de Puebla y Veracruz.

El libro, cuyo subtítulo es Maximino Ávila Camacho. 35 años de experiencia revolucionaria, es una apología surgida de los sentimientos e intereses familiares, sirve a Mario Marín y a Herrera Beltrán para expresar su admiración por uno de los hombres públicos que más cabalmente representan las lacras de la clase política que se bajó del caballo de la revolución. Practicante de la violencia homicida y amasador de una fortuna incalculable (cuyos frutos han beneficiado a su numerosa descendencia), el primer hermano incómodo (otros lo fueron Dámaso Cárdenas y Raúl Salinas), es presentado por Herrera como “un estadista maduro y sensible ante las necesidades de una entidad castigada por largos años de lucha”.

Marín y Herrera no pueden soslayar lo que verdaderamente significó el hermano mayor del presidente Manuel Ávila Camacho. El primero admite que es “uno de los personajes polémicos de la historia poblana” y el segundo acepta que fue “hombre de acciones controvertidas”. Pero les resulta imposible ocultar su admiración por una figura a la que caracterizaron el autoritarismo y el abuso, que resultan virtudes que esos gobernadores admiran e imitan. De paso, al sufragar una costosísima edición (casi seiscientas páginas de pesado papel couché, finamente encuadernadas, con profusión de fotografías), el “Gober Precioso” y el que casi lo iguala refuerzan sus lazos con clanes que cuentan con dinero y poder.

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