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Fiesta Brava

Ulises Rivera

Emotiva despedida del último de los grandes de la tauromaquia mexicana. Finalmente dijo adiós a la afición de la Comarca Lagunera.

Desde temprana hora en los alrededores del Coliseo Centenario de Torreón todo era algarabía y diversión, acordes a la noche de feria de nuestra Comarca Lagunera. Al interior del recinto los aficionados ocupaban sus lugares engalanando los tendidos, prestos a celebrar el festejo con un ambiente de lo mejor, durante la despedida de Eloy.

Los diestros acudieron puntuales a la cita, Eloy Cavazos ingresó de manera acostumbrada a la Plaza, rodeado de su cuadrilla y amigos. En los patios del Coliseo el matador era esperado por un puñado de aficionados que aguardaban su aparición, unos por espacio de minutos, otros (los más) acudieron al sorteo y decidieron quedarse hasta ver y saludar a la figura del toreo.

La poca o demasiada espera fue recompensada con creces para todos los aficionados, pues obtuvieron la oportunidad de saludar, tomarse la foto y recibir el autógrafo del siempre amable y atento Eloy Cavazos.

Desde ese momento el matador dio muestras de afecto por su afición, a la cual atendió hasta poco antes de partir plaza, solamente retirándose a solas para orar al interior de la pequeña capilla; quedó solo por un momento con sus sueños y anhelos, que sin duda alguna la virgen de Guadalupe y la Macarena le escucharon en sus rezos.

Llegada la hora partió plaza, para luego lidiar al primero del encierro, un toro denominado “Maestro”, emulando a quien le sacrificaría en el ruedo, a ese enemigo, de la ganadería de Montecristo, Eloy le arrancó un apéndice.

El cuarto de la noche fue “Glorioso”, al igual que su magnífico toreo, ante este dócil antagonista el figurón se llevó el primer rabo cortado en la historia del Coliseo Centenario, además de obtener por igual los apéndices, vuelta al ruedo, las palmas y la ovación a la voz y gritos de “torero, torero, torero”...

Finalmente, el maestro acudió al centro del ruedo y en el acto más sublime y lleno de sentimiento, el matador llevó sus manos al rostro y sin poder evitarlo derramó sus lágrimas de torero; aún en los medios, girando sobre su eje se despidió de su público lagunero, que por años sin duda le recordaremos.

Magnífica noche de toros, en la cual los duendes aparecieron en el ruedo del Coliseo Centenario invocados por la capa y la muleta de la máxima y emblemática figura de nuestro toreo.

Difícilmente con su retiro del toreo las plazas perderán a este figurón azteca, imposible es apartarse del mundo del toro, seguramente tendremos Eloy Cavazos para rato, sólo que con labor diferente. De algo sí podemos estar seguros, dará continuidad apoyando siempre a las nuevas figuras con deseos de llegar a ser toreros. Pero sobre todo el coadyuvar para que se siga generando el ambiente, que la fiesta brava continúe y por años siga de frente. Enhorabuena y ole por los motivos que nos unen...

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