Completamente invadida, la Alameda fue el escenario alterno para la celebración del tricampeonato, espuma, harina y cornetazos eran repartidos a los hinchas que esta noche no se cambiaban por nadie.
Hace mucho tiempo las calles de La Laguna no estaban tan verdes. No precisamente por la reforestación de la ciudad, la razón fundamental, el Santos Laguna de nuevo campeón del futbol mexicano. Los vendedores ambulantes salieron desde las primeras horas del día con la firme convicción de vender un producto de campeón. “Tengo la camiseta para niño, para grande, verde con negro o verde con blanco... la del campeón... la del rey de copas”, decía una vendedora informal ubicada en una esquina de la Juárez y Colón.
Los seguidores del Santos comenzaron desde muy temprano la celebración del campeonato, al inicio del partido la ciudad estaba paralizada con un mismo deseo que hacía palpitar los corazones de más de un millón de laguneros. En la Alameda Zaragoza el Pensador esperaba a miles de personas que se suelen reunir en el centro de la ciudad a festejar la fiesta verdiblanca, la tercera estrella.
El Auditorio Municipal y sus alrededores eran el estadio virtual más grande de la Comarca Lagunera, como una sucursal del terreno de juego del Estadio Corona. Unos dos mil fanáticos se congregaron para seguir en pantallas gigantes el partido ante el Cruz Azul. “Santos es mi orgullo, es mi inspiración, aquí en Torreón nadie nos gana”, dijo emocionado don Carlos, uno de los dos mil aficionados que estaban pendientes de la final del torneo mexicano, desde la extensión del Corona, donde la fiesta se prendió desde que abrieron las puertas para que ingresaran los laguneros vestidos de verde.
El color obligatorio era el verde, máscaras, cabelleras, cornetas y banderas eran el arsenal con el que los seguidores de los Guerreros celebraban desde un auditorio que parecía reventarse por los gritos y los aplausos de los fieles aficionados. Una enorme porra levantó el auditorio completo cuando el equipo lagunero bajó de las alturas su tercera estrella, lágrimas, risas y abrazos inmortalizaron la tarde dominguera para que los asistentes del auditorio corrieran en bandadas hacia la Alameda en caravanas, donde lo único que se escuchaba era el coro “¡Santos!, ¡Santos campeón...!”.
Restaurantes, cafés, bares y cualquier lugar cercano a la Alameda donde hubiera un televisor estaba repleto, familias enteras, parejas de enamorados y cualquier persona que caminara por el sector estaba al tanto del juego. Armando Archundia liquidó de un silbatazo la final, y empezaron a llegar uno a uno miles de laguneros que invadieron de gritos, sonrisas, júbilo y baile la tradicional plaza comarqueña que se unió bajo la bandera del tricampeonato.
Ya son campeones, y la locura se toma la Alameda Zaragoza, la Juárez se llenó de hinchas verdes, unos se quitaban la camisa y cantaron los coros de la barra, otros se abrazaban y bailaban el popular “buozopolar” mientras abrían cerveza, refresco o agua para brindar, otros lloraban de alegría. La venta de espuma se hizo efectiva para completar el carnaval y ya se vende el póster de la banca campeona. Hoy no hay cabida más que para pensar en un triunfo que logró unir en un solo coro a los habitantes de una región acostumbrada a luchar.
