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Fin de la carrera

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

El día de ayer terminó el proceso electoral primario del Partido Demócrata norteamericano, con los comicios realizados en dos estados sin importancia: Dakota del Sur (cuya capital es Pierre, señor Catón, ya para sacarlo de la duda) y Montana. Como en esas entidades viven más marmotas que personas, quien los gane resulta realmente irrelevante. Aquí lo que importa es que, después de cinco meses de sudores, discursos, gritos y sombrerazos, por fin terminaron las primarias demócratas.

Y todavía no hay un ganador. Al menos no uno oficial.

El problema de la carrera demócrata es que, al contrario de lo que ocurre con los republicanos, no sólo cuentan los delegados escogidos por la gente. Sino que hay un porcentaje significativo destinado a los figurones y peces gordos del partido, los llamados superdelegados, que en teoría pueden darle su apoyo a quien les dé la gana. Y por la manera en que se presentaron las cosas, son los superdelegados los que van a decidir la nominación del partido del burro.

Muchos superdelegados, por ética, colmillo de morsa o simple oportunismo, habían declarado que no externarían su apoyo hasta que no terminaran las primarias. Ahora que ello ha ocurrido, como que muchas piezas van a empezar a caer en su lugar.

Según un conteo de la Associated Press, y suponiendo que ciertos superdelegados seguirían las tendencia de sus bases electorales, Barack Obama ya tendría los votos suficientes para amarrar la nominación. Y sí, es posible. El problema es que esos conteos dependen de muchas, pero muchas variables.

En todo caso, Hillary Clinton se niega a dar su brazo a torcer. Sus asesores aseguraban todavía ayer por la tarde que no concedería la victoria a Obama, dado que hay muchos votos todavía en el aire. Necia, la muchacha.

Y es que Hillary sigue montada en su macho de que tuvo más votos populares que Barack, y que ganó estados más importantes, que son los que pesan a la hora de los trancazos en noviembre. El chiste es ver a quién convence con esos argumentos de desesperada.

Pero eso sí: Hillary no es nada tonta; dejó entreabierta una puerta, sugiriendo que en un momento dado, no le haría el feo a la candidatura a la vicepresidencia.

Aunque la posibilidad se antoja remota, no deja de ser tentadora: un afroamericano y una mujer despachando en la Casa Blanca, encabezando un cambio generacional como no se ve desde hace cuarenta años. Suena atractivo. Suena demasiado bueno para ser cierto. Qué quieren. Uno se vuelve realista con los años.

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