Finales in-felices
Existen películas que se elevaron a la inmortalidad porque sus desenlaces rompieron los esquemas establecidos: en Lo que el Viento se Llevó, Scarlett, la heroína, es abandonada por Buttler el hombre al que siempre despreció, cero final feliz. La cerca amenazante de aves que han ganado una batalla al hombre en Los Pájaros, ¿el hombre vencido por el mal? La conversión a demonio de Al Pacino en El Padrino. La revelación del significado de Rosebud en El Ciudadano Kane. La desolación que invade a Gittes (Jack Nicholson) en Chinatown ante la impotencia de cambiar el pasado. El desnudo ante el espejo de Mark Walhberg como la superdotada estrella porno Eddie Adams en Boggie Nights. El secreto de Los Otros, los protagonistas eran los que estaban muertos; o los giros inesperados de Sospechosos Comunes, Sexto Sentido, El Club de la Pelea o El Proyecto de la Bruja de Blair. Para estas películas, el final fue en realidad, el principio de su éxito.
Dr. Insólito (Stanley Kubrick, 1964)
En encuestas, los cinéfilos lo señalan en forma repetida como el mejor final de todos los tiempos. Peter Sellers como el Dr. Strangelove en silla de ruedas peleando contra su brazo derecho que insiste en hacer el saludo nazi. El vaquero a bordo de la bomba atómica y los segundos finales con la estética del horror: la explosión lugar desde distintos ángulos. Inquietante y apoteósico.
Casablanca (Michael Curtis, 1942)
El galán renuncia a quedarse con su amada. ¡¿Cómo?! Si, Rick (Humphrey Bogart) e Ilsa (Ingrid Bergman), la pareja de enamorados protagonista, acordaban -en un acto de amor heróico- separarse para no lastimar a Lazlo, esposo de ella. El desenlace rompió los esquemas románticos establecidos en pantalla. Como la película se rodó en orden cronológico, el director decidió no contar el guión al elenco así que nadie sabía con cuál hombre se quedaría Ilsa.
Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967)
Ni los cinéfilos de más temple estaban preparados para la lluvia de violencia que se avecinaba. Durante más de 100 minutos habían acompañado a Clyde Barrow y a Bonnie Parker, la pareja de asalta bancos más perseguida de los años 30. Warren Beatty y Faye Dunaway dotaron a sus personajes de tal carisma que se ganaron al público a pesar de la estela de sangre que dejaban a su paso. Los dos criminales son emboscados por la policía en una carretera. En un instante sublime, Bonnie y Clyde se miran; su ojos expresan el amor inmenso que existe entre ambos y la certeza del fin. Lo que sigue es brutal: una feroz lluvia de balas destroza sus cuerpos.
La noche de los muertos vivientes (1968)
Tras una noche desquiciante tratando de escapar de decenas de cadáveres antropófagos, el único sobreviviente de un grupo de personas que se han ocultado en el sótano de una casona escucha la llegada de ayuda. Un grupo de patrullas y civiles arriban al solitario poblado atacado por zombies. Nuestro héroe, sale de su refugio agradecido por salvarse… para recibir un disparo mortal. Los socorristas no distinguían a una persona normal de los muertos vivientes. Despiadado y desesperanzador.
Una Eva y dos Adanes (Billy Wilder, 1959)
Nadie es perfecto dice el anciano millonario enamorado de Daphne -nada menos que Jack Lemmon travestido- cuando él le confiesa que en realidad es un hombre. La irreverencia de Billy Wilder ante los convencionalismos sociales de la época alcanza niveles de antología en una frase. Así concluye la aventura de los dos músicos, Tony Curtis y Lemmon, que por huir del crimen se unen a una orquesta de señoritas.