Será el “puente” o el hecho de que mis pronósticos tanto en el soccer como en el americano resultaron un fiasco, el hecho es que me levanté con el ánimo cancionero, y al reflexionar sobre lo que pasa en el torneo mexicano de la Primera División, viene a mi mente la canción interpretada por la sexy, talentosa y carismática Alejandra Guzmán, que da título a esta columna, sobre todo donde dice: “flor de papel, más cambiante que la luna”.
Efectivamente, la Liga en nuestro país es, cada semana, una especie de ruleta rusa, donde todo puede pasar y la bala le puede salir al revólver igual por el cañón que por la cacha y quizá en eso radique su emoción aunque esto no conduzca necesariamente a la calidad.
Sólo así puede entenderse un torneo donde el campeón no puede ganar en casa y el subcampeón arrastra la cobija, desorientado y medroso, ocupando el último lugar de la clasificación, sin poderío ofensivo ni idea futbolística.
Un futbol donde se puede despedir impunemente a un director técnico en la fecha dos cuando se le extendió un cheque en blanco para armar y reforzar al equipo que, para colmo de males, está en serios problemas de descenso.
Una competencia en la que la apuesta permanente es qué entrenador caerá esta semana, haciendo el caldo gordo a promotores y directivos inescrupulosos y enrareciendo el clima interno en los planteles.
Una Liga donde el superlíder pierde su racha perfecta, presagio de ilusiones al fin cumplidas, y se come seis goles de visitante sin meter ni las manos.
Un conglomerado deportivo en que un director técnico, en pleno proceso de identificación con su equipo y público, puede declarar impunemente tener “tres o cuatro ofertas para dirigir ganando el triple”, tiene que ser de manicomio.
Un torneo en el que jugadores importantes emigran al diez para las doce y donde se importan bultos de escasa calidad y precio inflado, a ciencia, paciencia y conciencia de los propietarios de los equipos.
Una afición paciente y pasiva que sigue comprando el producto y lo consume sin chistar, pese a que en ocasiones la oferta es bastante malita, y si no me cree, voltee al Norte, con dos equipos que han traicionado permanentemente a sus seguidores y gozan de idolatría y estadios llenos.
Un Arbitraje inconsistente, con señalados errores técnicos y que cada semana es elegido por un caprichoso e incapaz “ordenador”.
Una prensa, con ilustres excepciones, tendenciosa, con información sesgada y localista que desorienta al aficionado.
Una Federación donde un empleado regaña a los dueños del show y les dice lo que hay y no que hacer y sale en la foto más que todos ellos juntos.
Y un campeonato donde el descenso se decide numéricamente y el recién ascendido parece condenado a regresar al infierno salvo una campaña sorprendente.
Afortunadamente hay una nueva generación de jugadores que, aquí y en el extranjero, obligarán a cambiar mentalidades caducas. Mientras, a disfrutar lo que tenemos, que no todo es malo, y finalmente, aquí nos tocó vivir.
