La crisis por la que atraviesan los productores forestales podría ocasionar la quiebra de algunos, mientras que los trabajadores sienten la incertidumbre porque no están asegurados.
El Siglo de Durango
El Salto, PN.- Los productores forestales enfrentan una grave crisis, misma que podría ocasionar la quiebra de algunos debido al alto precio de la materia prima y al bajo mercado de la madera, mientras que los trabajadores sufren las consecuencias de esa situación pues la mayoría de ellos no están asegurados.
La madera dimensionada, mejor conocida como tarima, el margen que da entre el precio de la materia prima utilizada el trozo secundario, o sea el pino delgado y la parte alta del mismo, o el que contiene demasiados nudos y que no es más que la parte del árbol, llámese pino o encino y que no reúne los requisitos para llamarse primario. La ganancia de la venta de madera, hecha piezas para la armazón de la tarima, es muy estrecha.
A continuación se explica el hecho real de una carga de trocería de un camión conocido como “rabón”, o de “tarimas”, que llegue a una fábrica con una carga de dos mil pies; al productor le costaría, si es que logra que le sea vendida, cuatro mil pesos el millar. Esto significa que él pagará ocho mil pesos por esta carga.
El productor, siendo optimistas, quizá le logre sacar a su viaje de trocería secundario otros dos mil pies aserrados, ya que por lo regular no es así; siempre da mucho menos, en la realidad.
¿Sabe a cómo venderá su madera a el “coyote”? A cinco pesos pie tabla, o sea si logra aprovechar al 100 por ciento su viaje recibirá de pago diez mil pesos.
No se necesita ser experto en finanzas para darse cuenta de que el margen para producir es de un peso o sea que se compra a cuatro pesos y se vende en cinco pesos; no hay error, aunque los “coyotes” madereros venden a mejores precios a las comercializadoras de tarima. La realidad en la localidad es la que preocupa.
Tal parece que nadie se da cuenta de este estrecho margen por lo que no se le da tanta importancia, hasta que se ve que el trabajo produjo mucho, pero no sacó ni los costos.
La materia prima está fuera de los cánones que permitan aumentar el margen de ese peso para que los costos de producción no rebasen la capacidad de venta del producto ya elaborado, aunque también como todo en la vida los “coyotes”, que por algo son llamados así, deben pagar mejor, claro que hasta donde sea permitido por el mercado del libre comercio, que es el que rige los precios mundiales.
Parece ser que nadie tiene la capacidad de regular el precio de la madera en rollo, ni localmente, aunque pudiera ser la Unión de Silvicultores, de Raúl Barraza, la de Pequeños Industriales, o las dependencias de Gobierno.
La realidad es apremiante y desesperada y el ciudadano común es quien la resiente ya que antes en tiempo de lluvias disminuía el trabajo, pero hoy ha cambiado pues en plena temporada se trabaja sólo al 60 por ciento y los empleados que se dedican a trabajar en las empresas productoras de madera aserrada sufren bastante, pues la mayoría de ellos no están asegurados, con el riesgo de sufrir un accidente y que el patrón no lo apoye con lo que por ley tendrían derecho.
De seguir así, triste destino es el que espera a la otrora fuerte y pujante economía de la industria forestal. Aún es tiempo de salvar esta fuente de vida, pero los gobiernos Federal y Estatal deben meter las manos en el asunto y buscar que los ejidos y propietarios del bosque estabilicen el precio de la materia prima, para que el negocio de la madera vuelva a ser redituable.
Con la desorganización que impera en estos momentos no se puede competir con los países líderes en el ramo y hoy los tiempos exigen ser competitivos y productivos para sobrevivir en este mundo de libre mercado y globalización.
