El nuevo mundo virtual del ciberespacio es una realidad (¿lo es?) tan completamente novedosa, que en primer lugar el ámbito legal se ha ido rezagando en cuanto a cómo regularlo; y en segundo, se ha venido prestando a que añejos defectos y vicios de la Humanidad se manifiesten de maneras totalmente novedosas… aunque con los mismos índices de malignidad y ponzoña que en el pasado; y revelando de esa manera que, aunque la tecnología progresa una barbaridad, parece que el espíritu humano nada más no avanza.
Tómese como ejemplo el juicio federal que está por iniciarse en California en contra de una matrona de Missouri, acusada de haber utilizado el mundo virtual para empujar a una vecina adolescente al suicidio. Una historia que, de leerla en una publicación de ficción, la despreciaríamos por inverosímil.
Pero estas cosas ocurren en la vida real. Resulta que una señora de Missouri se sintió despechada porque una vecina de 15 años cortó la amistad con su hija; cosas de adolescentes, supongo.
Pero al parecer, ello resultaba un pecado imperdonable, y la señora se propuso vengarse de la soberbia adolescente. ¿Cómo? Utilizando los recursos y herramientas que emplean los jóvenes de todo el mundo que tienen acceso a una computadora. La doña montó el perfil de un jovenazo en el sitio MySpace.
Por supuesto, el jovenazo era ficticio, creado e inventado por la señora. Y rápidamente se puso en contacto (vía la Red, obviamente) con la vecina.
Ésta, como era de esperarse, supuso que el muchacho era real, y que lo que aparecía en su página (con foto y toda la cosa) era la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad (¡Lo juro!).
Una vez que el cibergalán voló un buen rato a la inexperta vecina, la creadora del chico virtual decidió dar el golpe definitivo: en un par de mensajes, el engendro le dijo a la muchacha que ya no quería saber nada de ella, que era un asco y una perdedora, y que “el mundo estaría mucho mejor sin tu presencia”.
Como que la chica se tomó muy a pecho esto último: se suicidó colgándose del tubo del clóset.
A algunas personas que habían ayudado a la señora a montar el numerito les entró el remordimiento, y aunque el sitio de MySpace con que se había realizado la agresión había sido eliminado, decidieron denunciar lo ocurrido.
Y aunque evidentemente una adulta había conducido al suicidio a una menor de edad, por la forma en que había ocurrido la cosa el Estado de Missouri tiró la toalla, alegando que en sus leyes no había nada con qué perseguir a la perversa señora.
Por eso el caso lo tomó otra jurisdicción, alegándose que se habían cometido un par de delitos federales. Claro que éstos no están muy claramente definidos para un caso así, y quién sabe si se pueda hallar culpable a la aviesa dama.
Pero de cualquier forma, todo el asunto nos enseña que la maldad humana sólo se vuelve más sofisticada con la tecnología. Lo desgraciados no nos lo quitan los microchips.