‘SUEÑAS...’
A las 6:30 horas como todas las mañanas, la maestra Rosita esperaba el camión en la carretera, mismo que habría de llevarla a Ceballos, Durango, para atender el quinto grado en la escuela Primaria de ese lugar en donde ha trabajado por más de doce años. Sus libros forrados y su modesto vestuario no contrastaban en nada con el lugar donde a diario esperaba la bendición del “raid” y así ahorrarse esos pesos del pasaje. Su sueldo es de 3,200 pesos a la quincena, pero como tiene el préstamo de la casa, más los descuentos del ISSSTE, el ISR, Sindicato, Pensiones, Seguro de Vida y otros, le quedan 2,600 pesos de sueldo real.
El camión le cobra 85 pesos de tal forma que son 1,870 pesos de los pasajes en los once días que tiene que viajar para impartir sus clases.
Ha ido al Sindicato para ver si ya la cambian a Gómez o a Lerdo, pero le dicen que no tiene puntos en su escalafón porque no ha hecho cursos o maestría, que se ponga a estudiar por las tardes -le dicen-, pero ella llega a las 15:30 horas de Ceballos, tiene que ir a recoger a su hijo con su suegra y luego hacerle de comer, lavarle la ropa y preparar sus clases.
Tal vez -pensaba- con “un carrito” pueda hacer todo esto más rápido y soñó... ¡ah!, pero ahora que el Sindicato rife la Hummer H3 que les dieron voy a comprar varios boletos y si me la saco pues a dejar de batallar, hasta voy a darles “raid” a mis amigas y podré viajar y salir a cada rato a donde yo quiera.
Pero luego reflexionó: con lo que gano no sé si pueda comprar muchos boletos; ojalá y los fíen pa’ la quincena... pero ¿y si me la gano? luego ¿con qué le voy a echar gasolina?
Este cuento es uno de los tantos que se tejen cuando eres maestro rural, pero el cuento de que las camionetas se van a rifar ése sí es pura fantasía; maestra Elba Esther, como dijo el gran poeta León Felipe... “no me contéis más cuentos”.
Miguel Gerardo Rivera,
Gómez Palacio, Durango.
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EL PREMIO DE ANDRÉS GÓMEZ
Andrés Manuel López Obrador respaldó al estudiante Andrés Gómez Emilsson, que le gritó al presidente Calderón “Espurio”, dijo “Ése es mi tocayo”.
Lo mismo hizo Ebrard, que le telefoneó para felicitarlo y brindarle su apoyo. Dios los cría y ellos se juntan, los tres son iguales sin nada de educación.
Si el estudiante no cree en el presidente, para qué fue a recibir de sus manos el premio, no lo hubiera aceptado.
Rodrigo Macías Espinosa,
Torreón, Coahuila.