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Fotoglafías políticamente incolectas

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

A últimas fechas, la imaginación, el humor y la ironía han venido siendo víctimas de las quejas y lamentos de muy distintos grupos que tienen la piel más delgada que el celofán y por todo se sienten. Es uno de los daños colaterales de eso que llamamos “lo políticamente correcto”. Esto es: que hay cosas que, sencillamente, no se pueden hacer o decir, so pena de lastimar el orgullo, la dignidad o los sentimientos de ciertos grupos… porque si no, se sienten agredidos o discriminados.

Recordarán el fandango que se ha producido en los Estados Unidos por la aparición de Memín Pinguín en sellos postales y libros de cómics. La imagen del negro típico enfadó a algunos negros (quien sabe si) típicos… que además no son negros, sino afroamericanos. Y aquí entre nos, si Hale Berry, Vanessa Williams y Carmen Elektra fueran típicas, dudo que nadie se quejara.

Lo mismo con la comunidad gay, que no puede oír un chiste zonzo sobre manos caídas y camisas con holanes porque pone el grito en el cielo, quejándose de homofobia, discriminación y quien sabe qué tantas cosas más. Todo porque se hace humor a las costillas de una comunidad que suele incurrir frecuentemente en la autoparodia y la farsa involuntaria.

Y no se le ocurra a usted hacer un chiste sobre terroristas o el Holocausto, porque lo acusan de sicario de Al Qaeda, neonazi, americanista o alguna otra cosa horrible por el estilo.

El problema estriba no sólo en la censura y autocensura que esto provoca, sino en el desconocimiento de los límites. Lo que para mí es perfectamente correcto, puede ofender hasta el desmayo a espíritus más delicados. Como lo experimentó hace poco el equipo olímpico de basquetbol de España.

Resulta que antes de partir a su cita con el destino, una de las marcas patrocinadoras de los hispanos les pidió, para su publicidad, tomarles una foto que se relacionara con el lugar de la cita olímpica. Lo que se les ocurrió fue posar estirándose los ojos… para simular una apariencia oriental. Todo el equipo. Con el uniforme nacional español.

A mí, la verdad, me parece un gesto simpático, aunque no muy imaginativo. Pero lo de esas gentes es medir más de dos metros y meter pelotas en aros, no en destacar por su creatividad. Si se simulan chinos, pues bueno. Con ellos fueron a dar, ¿no?

Pero en Estados Unidos algunas organizaciones defensoras de los derechos de los asiático-americanos pusieron el grupo en el cielo. Acusaron a los españoles de racistas, de burlarse de lo que anatómicamente se llama párpado mongol, y de mostrar una gran intolerancia hacia quienes no tienen ojazos andaluces, ¡hostia!

En China nadie dijo ni pío. Y eso que allá también son muy sensibles para ciertas cosas. Los españoles alegaron, con justicia, que habían sido malinterpretados; y a otra cosa, mariposa.

Total, que en este mundo globalizado ya no vamos a poder hacer una broma porque alguien, en algún punto del mundo, se pude molestar. Mi mensaje a quienes sufren de ese complejo de inferioridad paranoide sería: ¡púdranse!

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