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Fronteras abiertas

Arturo Brizio Carter

Para este incipiente año 2008, se permitirá la entrada a nuestro país de varios productos provenientes de Europa y Estados Unidos sin pagar cuota arancelaria alguna.

De esta manera, el mercado nacional se verá inundado de artículos del Viejo Continente, tales como vinos de mesa, brandy, pieles, lana; y los productores del vecino país del Norte podrán introducir azúcar, leche, frijol y el emblemático maíz, eje y motor de la alimentación de nosotros los mexicanos.

Los catastrofistas de siempre han puesto el grito en el cielo anunciando la muerte del agro nacional pues será imposible, dicen, competir con la avalancha de productos alimentarios en igualdad de circunstancias.

La verdad es que al campo no lo daña la competitividad que el arribo de granos provenientes del Tío Sam pueda traer aparejada sino que jamás nadie se preparó para ello. Políticas proteccionistas, productores abúlicos, campesinos de ciudad, migración forzosa buscando mejores condiciones de vida y corrupción generalizada son las velas del ataúd que contiene los restos del agro mexicano.

Al futbol mexicano se le podrían aplicar en forma paralela algunas similitudes con este fenómeno económico pues en lugar de buscar la excelencia en la producción de futbolistas, la mayoría de los equipos voltean los ojos al extranjero para traer jugadores de excesivo precio y escasa calidad.

Históricamente México ha sido el paraíso del jugador extranjero, ya que porcentualmente resulta mínima la cantidad de elementos que realmente aportan algo al medio y dejan escuela. La inmensa mayoría pasa con más pena que gloria.

Esta situación se agudiza cuando de supuestas figuras se trata; cada vez que se anuncia, con bombo y platillo, la importación de un crack, prepárese para oír la explosión de un petardo.

Y no hay que ir muy lejos. América trajo a Lucas Castromán como la solución a todos sus problemas, y entre lesiones e indisciplina resultó un fiasco; Monterrey compró, carísimo, a Humberto “Chupete” Suazo y ha sido de risa, al grado de que todavía no pueden venderlo al Independiente de Argentina; Necaxa le da posada a Walter Gaitán, quien además de sus desplantes y falta de compromiso, alguna vez declaró que el futbol mexicano “le daba güeva”, ¡imagínese!; Tigres, el equipo que trajo al “Divino”, repatria a Gastón “Gata” Fernández, que fue una ilusión en Monterrey; Cruz Azul sigue batallando para desprenderse del cínico del “Chelito” Delgado y pone sus rezos en Nicolás Vygnery, mundialmente desconocido; Monarcas trajo a un uruguayo de nombre Sebastián Fernández y ya lo tuvieron que regresar por estar lesionado.

Este Clausura 2008 será, una vez más, una danza de bultos, jugadores de medio pelo que sólo sirven para engordar la cartera de los intermediarios y de algunos directivos de dudosa honradez.

La generación de los campeones mundiales en Perú es la mejor muestra de que la apuesta al elemento nacional resulta, a la larga, más barata y gratificante, independientemente del saneamiento en la economía de los clubes mexicanos.

O sea que, en el sector agropecuario o en el futbol, la solución es dejar de lloriquear y ponerse a trabajar. Sólo así seremos competitivos.

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