“Habría una gran reforma en la política si la sabiduría pudiera difundirse tan fácil y rápidamente como la tontería”.
Winston Churchill
Así como la reforma fiscal se vio frustrada, y se convirtió en una simple miscelánea que levantará menos dinero del que se está gastando en el subsidio a la gasolina, así la reforma petrolera parece destinada a quedar frustrada.
La derrota estaba señalada desde un principio. El propio presidente Felipe Calderón, en el afán de conseguir el apoyo del PRI que exigió una reforma, pero sin una necesaria enmienda constitucional, presentó una iniciativa muy débil. La propuesta es un paso adelante, sin duda, pero dista mucho de tener la capacidad de transformar a la industria petrolera del país como sería necesario si quisiéramos no rezagarnos más en este campo de actividad.
Como si la propuesta del presidente no fuera ya suficientemente débil, los senadores del PRI, que en este momento tienen en sus manos el futuro de la ley, amenazan con debilitarla todavía más. No sabemos los ciudadanos qué aprobarán al final los priistas. Pero en múltiples ocasiones éstos nos han dicho que de ninguna manera aceptarán la propuesta del presidente tal y como está. Lo que se espera, de hecho, no es que fortalezcan la iniciativa sino que la debiliten todavía más.
Pero aun si la reforma saltara el obstáculo de los legisladores priistas, al final enfrentará una barrera todavía más alta y difícil de franquear: la Suprema Corte de Justicia. Los ministros tendrán la última palabra, ya que, independientemente de la forma que tome la iniciativa al salir del Congreso, los grupos que se oponen a ella tratarán de detenerla con una controversia constitucional o con amparos.
Y la Corte tendrá obligación de ceñirse a lo que establece una Constitución estatista. “No sé para qué nos preguntan, si ya les dijimos”, me dijo hace un tiempo un ministro, recordando el caso del Reglamento de la Ley de Energía Eléctrica que la Corte consideró en el sexenio de Vicente Fox y que fue considerado inconstitucional. Los ministros ofrecieron entonces, de hecho, un comentario inusitado. Si se les hubiera preguntado sobre la propia Ley de Energía Eléctrica, la cual fue aprobada por el Congreso en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, en un tiempo en que todavía el presidente contaba con un poder tal que tenía asegurada la promulgación de sus iniciativas, también la ley habría sido declarada inconstitucional.
Si consideramos todos estos obstáculos, tendremos que aceptar que lo más probable es que nunca tengamos una reforma petrolera real. Lo que se apruebe quedará muy corto de lo que el país necesita para tener una industria petrolera del nivel que México necesita para tener un nuevo impulso de desarrollo. Pemex no se convertirá en una Repsol o en una Petrobras, empresas española y brasileña que, privadas o estatales, tienen una gran flexibilidad de operación y se han convertido en líderes en el mercado petrolero internacional. Nada parece indicar que a Pemex se le vaya a dar la suficiente autonomía de operación o los suficientes recursos para que en un tiempo relativamente corto pueda incrementar de manera importante su producción.
Si somos realistas, por lo tanto, tendremos que esperar que en un lapso que puede variar entre cinco y 10 años México se convierta en un importador neto de petróleo. Sólo un hallazgo milagroso de un nuevo gran yacimiento de crudo nos permitiría escapar de esta suerte. Pero ya una vez nos sacamos esa lotería, al encontrar el generoso yacimiento de Cantarell, y sin embargo no hemos aprovechado los recursos que de él han surgido más que para subsidiar el gasto corriente del Gobierno y el consumo de la gasolina.
Parte del problema es, por supuesto, la incapacidad de la clase política mexicana para entender cómo funciona la economía y qué medidas se deben tomar para tener una industria petrolera realmente eficiente y que genere el máximo beneficio posible para los mexicanos. La compañía petrolera monopólica y burocrática que esta clase política quiere mantener es ya simplemente inoperante en este siglo XXI.
Es iluso pretender tener una compañía petrolera realmente exitosa con las reglas que marca la Constitución, la cual prohíbe absolutamente todo tipo de contrato entre Pemex y cualquier empresa privada. No sólo es imposible modernizar a la empresa con estas reglas sino que, de hecho, buena parte de la actual operación de Pemex sería hoy ilegal con una interpretación estricta de la Constitución.
Los legisladores del PRD siempre se negaron a cualquier reforma y los del PRI a cualquier enmienda constitucional. Desde ese momento los dados estaban cargados contra una reforma eficaz. Al parecer tendremos que esperar a que México se quede sin petróleo para que nuestros políticos se den cuenta de lo que han ocasionado.
MAL AGRADECIDO
El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se comunicó telefónicamente este 5 de julio con la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, para agradecerle las gestiones a favor de la liberación de la ex candidata presidencial colombiana Ingrid Betancourt. ¿Qué hizo Cristina Fernández a favor de Betancourt? Participó en abril en una manifestación en París por su liberación. ¿Por qué no felicita mejor Sarkozy al presidente colombiano Álvaro Uribe y al Ejército colombiano que la lberaron? Porque eso no sería políticamente correcto.