Jorge Vergara, propietario del popular equipo de futbol Guadalajara, es un ilusionista. Igual que esos magos trashumantes que de feria en feria van sacando conejos de la chistera, monedas de la oreja de algún curioso o son capaces de cortar a una mujer de escaso ropaje por la mitad e incluso anunciar que en la carpa que tienen detrás yace la mujer-serpiente, convertida en tal condición por desobedecer a sus padres, el empresario tapatío posee una habilidad innata para jalar los reflectores y que se hable, bien o mal, de su persona y actitudes.
Con este procedimiento compró al Club Guadalajara, ofreciendo cantidades que a la mayoría de los socios les parecieron exorbitantes y que pagó a plazos: poco, mal o nunca. Así nutrió su peculio con terrenos, construcciones, cartas de jugadores y lo más importante y valioso: el nombre comercial y el consiguiente arrastre de las Chivas Rayadas del Guadalajara.
Los inconformes con esta operación acusaron a Jorge Vergara de haberlos expoliado y de maniobrar fraudulentamente para conseguir su objetivo, pero la realidad es que obtuvo lo deseado y de golpe y porrazo se colocó en el centro de la atención y la polémica.
Una vez obtenido el equipo, vinieron las promesas que, como en campaña electoral, resultan fáciles de ofrecer y complicadas de cumplir y que iban desde limpiar de publicidad la camiseta rojiblanca hasta la construcción de un nuevo y moderno estadio para albergar la localía del Rebaño.
También prometió un título antes de cinco años y lo cumplió, pero en general sus ofertas más bien parecen bravatas tendientes a fortalecer su imagen de “chico malo” e irreverente.
Para este Torneo Clausura 2008 resulta que la construcción del inmueble para otorgar una casa digna al chiverío deberá esperar; los refuerzos para hacer del equipo un cuadro competitivo y protagonista en la Liga y en Copa Libertadores jamás llegaron pese al adelgazamiento en la nómina y engrosamiento de la cartera que significaron las ventas de Adolfo “Bofo” Bautista y Oswaldo Sánchez, sólo por mencionar algunos.
Con esta realidad a cuestas, aparece el prestidigitador y enciende los fuegos artificiales. Primero, anunciando que ha rechazado una oferta de Televisa consistente en 150 millones de dólares para seguir transmitiendo los juegos de Chivas; luego externa la intención de sacar los encuentros de su equipo de la televisión abierta y en el colmo de la pirotecnia, ofrece registrar como jugador activo del rebaño a Salvador Reyes para hacerle un megahomenaje en el partido ante Pumas.
Por supuesto que estoy de acuerdo en que se rinda tributo al gran “Melón” Reyes así como a otras glorias del llamado “Campeonísimo”, pero lo del sábado pasado me pareció, además de cursi, una falta de respeto a la institución, pues pudieron rendir pleitesía a Chava Reyes de un modo más señorial.
Guadalajara masacró a Pumas y la alineación de Reyes, a los 71 años, pone un nuevo récord de veteranía en nuestro futbol.
De la cortina de humo tendida por Vergara, hay que esperar que se disipe para sacar conclusiones y recordarle al audaz magnate que en una de esas puede quedar como el cohetero.
