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Fuentes y sus ochenta años

ADDENDA

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Para un escritor, llegar a los ochenta años de vida en plenitud de facultades debe ser un verdadero privilegio.

Y ésos son los que está cumpliendo Carlos Fuentes, uno de los escritores más prolíficos de nuestro siglo.

Solamente “La región más transparente”, está a punto de cumplir los cincuenta de haber sido escrita. Con esa novela Fuentes salta a la fama y se inserta en el boom literario de su época.

Amigo como pocos de Gabriel García Márquez, tuvo también el privilegio de que él lo acompañara en el homenaje que se le rindió a nivel nacional. Porque el que sí se ve cansado y medio alicaído, es el Gabo. De hecho es sabido que ya no hace compromisos a largo plazo, porque quizá teme no llegar para cumplirlos.

Ambos son personajes que han llevado una vida muy intensa en todos sentidos y eso suele pagarse caro. Por eso asombra la vitalidad de Fuentes que en sus años mozos, lo mismo le hacía al boxeo, que a las parrandas hasta altas horas de la noche. Era de los pocos que se le podía ver paseando a deshoras por la Zona Rosa del Distrito Federal, cuando aquélla era una delicia para los noctámbulos.

No toda la obra de Fuentes puede ser considerada como buena, pero tiene novelas muy exitosas y algunas hasta públicamente controvertidas, como “Aura”.

De hecho le debe haber agradecido profundamente a su tocayo Carlos Abascal, aquel escandalito que protagonizó y que desembocó en que corrieran a una maestra de su hija por haber recomendado la lectura de esa “obra pornográfica”, porque mucha gente la compró para leerla o la volvió a leer.

No obstante ello. Se le tiene que reconocer que cuando menos un libro al año publica Fuentes y la mayoría con buen éxito. Por eso, cuando yo lo conocí en Saltillo, estaba celebrando los cuarenta años de “La Región” y fue aquél un día que nunca olvidaré.

En aquel entonces (1998), era secretario de Educación en el estado mi amigo Óscar Pimentel y la secretaría organizaba la presentación de esa obra, con la presencia de Fuentes. Primero nos invitaron a una comida en el restaurante La Canasta, junto a un grupo de escritores saltillenses, entre los que se encontraba Roberto Orozco Melo y Javier Villarreal Lozano así como el historiador Carlos Valdez.

Yo andaba ahí como el cuervo de San Onofre, pero no dudé en aceptar la invitación, porque oportunidades de ésas no se dan todos los días.

Carlos Fuentes iba acompañado de una bellísima mujer, que era la representante de su editorial Alfa Guara y la presencia de ella engalanaba aquella conspicua mesa.

Obviamente todos escuchábamos atentamente al maestro Fuentes y casi nadie se atrevía a interrumpirlo, hasta que se metió en el tema de Chiapas y comenzó a pontificar sobre la situación imperante entre los grupos indígenas.

El primero que abrió fuego y le dio toda una lección sobre esos grupos, fue Carlos Valdez y lo impresionó tanto que le preguntó cómo sabía de esos grupos, a lo que el historiador le respondió que él había vivido entre ellos diez años, por lo que le constaban su forma de vida y costumbres.

Después Fuentes se puso a hablar sobre los municipios autónomos que se habían formado allá y sostuvo que la Constitución los permitía, a lo que yo me atreví a preguntarle: “¿En qué artículo los permite, maestro?” y él sin inmutarse respondió que en el tercero, a lo que yo repliqué: “Maestro, el tercero habla sobre la educación”, y contestó: “Ah, ¿entonces no los permite?”, “Claro que no”, respondí.

Luego, al poco rato, afirmó que el artículo 33, lo había introducido Plutarco Elías Calles en la Constitución como una venganza contra unos extranjeros. El asunto venía a cuento, porque el presidente Zedillo había echado mano de ese artículo para expulsar a unos sacerdotes franceses que andaban metidos con el EZLN, con lo cual Fuentes no estaba de acuerdo.

Ahí intervine de nuevo y le precisé que el 33 era uno de los pocos artículos que no se había tocado no sólo desde 1917, pues de hecho venía desde la Constitución de 57, ante lo cual se asombró, pero no insistió en su argumento.

Sin embargo, Óscar que estaba al lado mío me dijo en voz baja: “Vuelves a contradecir al maestro y te vas al carajo”, a lo que yo respondí: “Pos’ es que lo que dice no es cierto”, y él añadió: “Eso no importa él es nuestro invitado y puede decir lo que le venga en gana”. Y ya no dije nada más.

Yo llevaba un ejemplar de “La Región”, con la finalidad de que me lo dedicara, así que cuando le pidió a su acompañante que le consiguiera un ejemplar para dar su conferencia en la noche, yo me ofrecí a prestarle el mío a condición de que me lo devolviera dedicado, a lo cual accedió con mucho gusto.

Con ese ejemplar dictó su conferencia en el teatro Fernando Soler y al terminar, me lo devolvió con una dedicatoria muy elogiosa, por eso lo guardo con especial cuidado.

Debo decir, para concluir, que siempre se portó caballeroso y amable, no obstante la resistencia que encontró a algunos de sus comentarios, por eso fue aquélla una cena memorable. Por lo demás, larga vida al creador de: “Instinto de Inez”, así con Z.

Y “hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano”.

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