Luego de observar lo que sucede en el balompié nacional, urge preguntarse, ¿realmente tenemos un futbol pofesional?, y creo que hay suficientes elementos para pensar que de no ser por el dinero que corre a raudales, estamos muy lejos de tener un deporte estructurado, planeado y estratégicamente dirigido.
Como soñar no cuesta nada, imagino a mi querido deporte con directivos plenamente conocedores de los intrincados laberintos del juego mismo y no solamente proveedores de dinero para las arcas de la Federación, fruto de su olfato y relaciones comerciales.
Me encantaría ver a más dueños comprometidos con sus equipos y que dejaran de ver el futbol como un “juguetito” donde emplear algunos sobrantes de sus boyantes negocios. Creer que todavía hay rescate para lo deportivo de las garras de lo económico, olvidándonos para siempre de la repesca y encontrando los mecanismos para que el superlíder de la competición reciba algún incentivo.
Pensar que se puede importar calidad en cuanto a jugadores y directores técnicos y no en la traída de impostores disfrazados de futbolistas y entrenadores que sólo llenan el bolsillo de promotores y dirigentes corruptos.
Imaginar un deporte con jueces capaces, preparados, diligentes, con gran personalidad y armados con la espada del valor que nos hicieran saber que en este juego debe ganar el mejor, en todo caso, el que más fortuna tenga, pero jamás el tramposo y el atrabiliario.
Poder confiar en un comité disciplinario impoluto y ajeno a presiones, que no sancione a capricho o a petición de parte de, privilegiando la impunidad y reblandeciendo castigos, lo que va en detrimento de su independencia y credibilidad.
Negarse a aceptar que episodios de callejón, descontoneros y aleves, sean el colofón de cada derrota o eliminación; entender que el valor no es necesariamente enfrentar al rijoso sino apelar al espíritu deportivo. Negarse a cobijar a provocadores profesionales como Gonzalo Barreiro, preparador físico de Cruz Azul.
Soñar en que algún día, no muy lejano, se tome la decisión de nombrar al técnico de la Selección Nacional con un criterio sólido, futurista, pero sin dejarse cambiar espejitos por oro, trayendo al hombre blanco y barbado que la profecía anunció hace más de quinientos años.
Sentirse integrante de un sector de la prensa que sea crítico y propositivo, declarante de una guerra sin cuartel a porristas del poder y a paleros a sueldo, donde se realice un verdadero debate de ideas.
Invitar al público a que sea más exigente, a no conformarse con retazos de ese gran lienzo que es el juego más hermoso inventado por el hombre, a participar en una cruzada en pro del mejoramiento de nuestro deporte. En fin, creer que algún día podremos tener realmente un futbol profesional.