Algunos futurólogos expertos ven con entusiasmo el destino de la humanidad, no solamente por los grandes descubrimientos científicos sino por que piensan que de una manera u otra se globalizarán eticidad, virtudes, sensatez, salud, conocimiento, solidaridad, justicia entre los humanos. Sin embargo, esta belleza se dará mucho más allá del siglo XXI.
La sola idea de un futuro así, encanta a cualquiera, se dé cuando se dé. Pero… ¿qué hacer en el siglo XXI y los precedentes al paraíso, sobre todo cuando se viene arrasando a velocidades insospechadas los bienes naturales a nivel mundial, extremando además, la severidad del cambio climático?
La vida se da por doquier, ajustándose a climas, presiones atmosféricas, profundidades, oxígeno disponible, luz o falta de ella, etc. El hombre y la vida que lo rodea tiene, como sabemos, márgenes de desarrollo, fuera de ellos, parece; lo mismo ocurre con la vida de los abismos submarinos.
La luz del Sol llega hasta 200 metros de profundidad en el agua del mar. La zona batial va de los 200 a los 2,000 metros de profundidad. La zona abisal –de los 2,000 a los 11,000 mts.- presenta condiciones de vida extremas: “temperaturas inferiores a cero grados centígrados, niveles de presión entre 200 y 1,100 atmósferas, escasez de oxígeno y carencia absoluta de luz… ahí los peces generan su propia luminiscencia”… que encienden o no para defenderse.
Más impactante todavía, el descubrimiento en 1977 de la presencia de vida en profundísimos chorros termales (géiseres) con temperaturas de 400°C, sumamente tóxicos.
El costo de estas formidables investigaciones es enorme, y es financiado oficial o privadamente, a veces con el concurso de varios países. Sus resultados: el progreso de los inversores y de la Ciencia misma.
Los países atrasados en desarrollo no pueden y a menudo no quieren invertir en investigación… ¿para qué sirve? , en principio, ni en educación de calidad. Mucho dinero invertido en este último campo se diluye fuera de él en prebendas, acentuadamente políticas y demás nefasteces de las mentes subdesarrolladas.
Los sentimientos patrios no devienen de la posesión de cosas, sino de la seguridad de pertenencia a valores vitales comunitarios.
En fin, que ya situados en suelo terrestre, seguimos, a pesar de terribles errores, cometiéndolos. Ejemplo: la ruina de los ríos, arterias del planeta. El Amazonas, el más caudaloso del mundo y después del Nilo, el más largo –casi 6,200 km.- su cuenca abarca 7 millones de kilómetros cuadrados. Se forma en el Nevado de Mismi (Andes Peruanos) y desemboca en el Océano Atlántico. Su caudal medio es de 160 mil metros cúbicos por segundo; en tiempos de crecida llega a los 300,000 metros cúbicos por segundo. Su sistema se extiende por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y las Guayanas, recorre mayoritariamente parte de la Meseta y la Llanura Amazónica. Por el Amazonas fluye la quinta parte de agua dulce de la Tierra, es el pulmón del mundo y alberga más de la mitad de plantas selváticas y de pantanos.
Esta preciosísima joya está siendo destruida por deforestación inmoderada, para la madera, para sembrar forrajes; pronto, siembra de plantas de donde derive etanol, por saqueos de especies florísticas y faunísticas, apertura de carreteras, incendios cada vez más frecuentes provocados por intereses comerciales y por la sequía (descenso de lluvias por la elevación de la temperatura planetaria).
Los pueblos que habitan los inmensos boscajes de este magnífico río, están desapareciendo, lo mismo que sus culturas, conocimientos médicos y de agricultura conservacionista.
No cuidar los bosques y las cuencas resulta en la desertificación total.
Con diferencias de uno a mil entre el volumen del Aguanaval, y la del Nazas diez veces mayor, en su máximo inusual, versus el Amazonas, permanente y navegable, con volúmenes hasta de 300,000 metros cúbicos por segundo, ¿cómo esperar el florecer de nuestro entorno semiárido sin la repoblación de los bosques de sierras altas y sin el cuidado de los cauces… lo que de ellos queda?
Por brillante que pueda ser el futuro tecnológico, imaginarlo siquiera es imposible ante el desmoronamiento de nuestro ambiente presente en obsequio de personas o grupos cuyos conceptos básicos y vanguardistas son: la riqueza, el poder y el más patológico individualismo.
Que ya va a haber estaciones pobladas en el espacio, que el hombre podrá cambiar de domicilio a la Luna o a Marte o a otros planetas de otros soles o de otras galaxias, qué bueno, si a quienes les toque fueran hombres “humanos”. De no ser así, ojalá que nuestros errores, junto a nosotros, queden en la Tierra para siempre. Nuevos paraísos para echarlos a perder, no los merecemos.
Fuentes: “Conocer la Ciencia”, Editorial Prisma Publicaciones 2002.
“Maravilloso siglo XXI”, J. Cruz Ramírez, Editorial Iberoamericana 1998, Colombia.